Presentación del dossier:

Dimensiones de la primera persona. Perspectivas actuales en Fenomenología y Hermenéutica

Leticia Basso Monteverde*

Leandro Catoggio**

Cuadernos del Sur - Filosofía 48 (2019), 7-11, E-ISSN 2362-2989

* Universidad Nacional de Mar del Plata/CONICET. Correo electrónico: leticiabassomonteverde@gmail.com.

** Universidad Nacional de Mar del Plata/CONICET. Correo electrónico: leandrocatoggio@gmail.com.

La Fenomenología y la Hermenéutica son dos líneas teóricas de la Filosofía Contemporánea que comparten una amplia gama de temas y décadas de trabajo. Parte de su labor se concentra en la caracterización vivencial de la experiencia humana, a saber, la forma de disponer e interpretar nuestro “modo de ser”, atendiendo a cómo se experiencia la propia subjetividad. Filósofos de esta tradición, en sus dos vertientes de trabajo, han contribuido ampliamente con desarrollos teóricos que profundizan en las capas constitutivas de la experiencia vivida y el tipo de subjetividad presente en las mismas. Entre ellos se encuentran ––por mencionar algunos de los autores centrales–– Husserl, Heidegger, Gadamer, Merleau-Ponty, Sartre, Ricoeur, Marion, Henry y Lévinas. Sus investigaciones descubren una serie de factores que intervienen en la formación del sentido de lo vivido de modo activo y pasivo, pues hay rasgos que sobrepasan al sujeto actuante y modelan el contenido experiencial. De este modo, la “comprensión inmediata de sí” que emerge en dicha experiencia responde explícita e implícitamente a una visión holística y dinámica que enfatiza la naturaleza corporal, afectiva, cognitiva, situada y relacional del sujeto.

Por esta razón, el método de estudio elaborado por estas líneas no delimita su análisis a un encuadre dualista ni reduce su postura a un enclave internalista o externalista. Su enfoque de la experiencia en primera persona se configura por fuera de las coordenadas cartesianas que polarizan la visión y descontextualizan lo dado. La experiencia tiene una complicidad inmediata con el mundo; se comprende como un estar envuelta o entregada a él. Esto conlleva una suerte de entrelazamiento del sujeto con las situaciones y las cosas que acontecen. De esta manera, este punto de vista no está libre de lo físico, social y cultural.

Entonces, el aporte de la Fenomenología y la Hermenéutica yace en el tipo de indagación que hacen sobre la existencia del sujeto y la experiencia vivida. De allí surge la posibilidad de introducir otro estudio de la realidad y las cosas, otra manera de comprender la dimensión en la cual la conciencia y, también, el cuerpo no son un elemento más del mundo. Los mismos aportan una clave de lectura, un registro de la realidad que debe ser atendido. Por lo que a ellas interesa de la revisión de la experiencia no son estados puntuales de la conciencia o cuestiones de hecho de la realidad, más bien les preocupa cómo éstos presentan, estructuran, significan al mundo y a una o uno siendo en él.

A propósito, es de vital importante subrayar que el trabajo de este método reside en un plano (i) fundamental, ya que descubre las condiciones primeras de la presentación de la experiencia y, sobre todo, (ii) fáctico porque se focaliza en la modalidad que asume en su configuración concreta, donde cobra importancia la vida singular. Con todo, su posicionamiento no debe darse por resuelto. El carácter orgánico de la existencia humana es, a su vez, un punto de referencia que se hace patente y reclama atención. Por esto mismo, está presente en la agenda de tópicos a considerar y se trasluce en el cuestionamiento acerca de: ¿cuáles son los alcances y límites inherentes a una visión fenoménica y existencial de la experiencia?

Al respecto, las y los colaboradores de este dossier ––integrantes del Proyecto de Investigación en Fenomenología y Hermenéutica (PIFyH) de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata–– compartimos algunas de las vías que estamos explorando y discutiendo en referencia a un problema específico enmarcado en el horizonte conceptual de la experiencia humana en primera persona desde el carácter aplicado del método que estas líneas aportan. Las contribuciones que aquí presentamos examinan tal asunto desde algunos cruces específicos de relevancia y actualidad:

1. el proyecto de una naturalización de la Fenomenología, a través del cruce con las Ciencias Cognitivas;

2. la valoración del testimonio y el empleo de recursos fenomenológicos en la práctica clínica, a partir del trabajo con la Medicina;

3. el paradigma del análisis existencial (Daseinanalyse) en el campo de la Psicopatología;

4. la dimensión ética e intersubjetiva de la experiencia de sí, en el marco de autores clave de la filosofía alemana y francesa.

En otras palabras, lo que con este dossier pretendemos sondear son diversas propuestas que expresan la complejidad del acceso a uno mismo, mediante el acople y desacople de la experiencia en un “espacio de sentido” que, por momentos, la excede, involucra, excusa y compromete. Estas son algunas de las tensiones que determinan la importancia de atender y valorizar la vivencia de la propia subjetividad. Desde esta problemática es que ha cobrado importancia el uso del método fenomenológico-hermenéutico en el campo de otras disciplinas que recurren a esta tradición filosófica para enriquecer su mirada con la intención de salir de un supuesto enfoque objetivo, científico o imparcial.

El dossier está compuesto por siete artículos. El trabajo de Álvarez introduce la temática de la autoconciencia a partir de un planteo ético y místico que indaga en el “sí mismo” y su existencia. El autor retoma al filósofo Tugendhat para recuperar la preocupación por una o uno en la dimensión práctica de la vida. Tal interrogante parte de una lectura relacional del sujeto y una pretensión o proyección respecto a cómo hemos de vivir. Esta meta concreta implica un reposicionamiento del sujeto en la trama de la vida y su herencia, en la cual la deliberación se torna un ejercicio esencial a partir del cual el sujeto explora las limitaciones y márgenes de su propia conciencia. Con todo, esta concepción parte de una lectura no yoica del sujeto, en la cual la alteridad y la extrañeza tienen un papel constitutivo. Esta propuesta deja en claro el valor de una experiencia mística del “sí mismo” en la cual lo ético comporta una suerte de reto para la vida misma que nos empuja a comprendernos o componernos por medio del relato de aquello que no dominamos y, sin embargo, nos condiciona.

El artículo de Catalina Barrio mantiene numerosos puntos de contacto con el anterior, en la medida en que se dedica justamente a discutir el valor que tiene ese relato ––en cuanto testimonio––acerca de la experiencia vital del sujeto, tanto para dar lugar a una genuina “compresión de sí” como para evitar las imposiciones o injusticias que aparecen con una interpretación sesgada por el peso de un discurso ya establecido. A la autora le interesa adentrarse en el campo de la teoría de la enfermedad para recuperar la importancia de la perspectiva fenomenológica, que aporta elementos centrales sobre la experiencia de la enferma o enfermo. En este caso, la dimensión ética asoma a partir de un análisis crítico del discurso médico y de los límites de este para dar cuenta de una serie de aspectos fundamentales respecto al tránsito de la enfermedad y las relaciones que hacen a esa experiencia. Barrio recupera, a la luz de los planteos de Carel y Fricker, cuestiones como la injusticia hermenéutica, la credibilidad del relato y la situación vulnerada del paciente.

El trabajo de Leticia Basso Monteverde mantiene un doble vínculo con los anteriores. Por un lado, se concentra en el análisis de la conciencia en su sentido experiencial. La autora retoma los orígenes del debate acerca del problema difícil de la conciencia (trabajado por autores como Chalmers y Dennett) en el cruce entre la filosofía de la mente y la fenomenología. Tal reconstrucción pretende comprender cómo desde el ámbito de la filosofía analítica surge el interés por la postura de primera persona, el registro de elementos subjetivos en la experiencia y la posibilidad de acceder al mismo hecho de ser-consciente. Estos son puntos centrales a partir de los cuales nace la intención de estudiar “lo vivido” atendiendo a la co-varianza de lo orgánico y lo fenomenal. Pues, efectivamente aparece ––como en el trabajo de Álvarez–– la necesidad de desentrañar el sentido y condicionamiento inherente al rasgo singular de la subjetividad. Por otro lado, por medio del problema del acceso a la conciencia fenomenal se instala la cuestión de establecer cuál método permite ser fiel a la manera como se transita la experiencia de sí. En este caso específico se encuentra el interés común con el trabajo de Barrio. Ambas autoras exploran formas de aplicar el método fenomenológico en la Neurofenomenología (de la mano de Varela) y su variante micro-fenomenológica (con los aportes de Petitmengin), estudios que buscan por medio de la entrevista recuperar la postura de primera persona.

En el trabajo de Leandro Catoggio la exploración fenomenológica continúa con el estudio de la enfermedad, pero, esta vez, centrado en la psiquiatría fenomenológica elaborada por el filósofo Henry Maldiney. El artículo sigue la línea del análisis existencial delineada por Binswanger, Straus y Kuhn, la postura de Maldiney queda explicitada por Catoggio a partir de mostrar que la dimensión estética representa el lugar desde donde puede pensarse el cruce entre filosofía del arte y filosofía de la psiquiatría. En este sentido, la dimensión estética opera fenomenológicamente como el método a partir del cual puede comprenderse la mutación fáctica que se produce en la experiencia acontecimental, tanto del arte como de diversas patologías mentales.

Por otra parte, en el artículo de Gabriel Duyos se puede observar un estudio detallado del concepto de subjetividad en el marco de la obra de Jacques Derrida. Más allá de las lecturas inmediatas que descartan la noción de sujeto en el autor francés, Duyos problematiza esto a través de un recorrido exhaustivo de la obra derrideana tomando como clave interpretativa la noción de perdón. Este, caracterizado por su imposibilidad, no deja de remitir a cierto sujeto, un sujeto débil que ya no es el sujeto soberano sino cierto quien introyectado por el otro que está obligado a responder. Es en este preciso artículo que reaparece la cuestión de lo indeterminado de la propia experiencia, una que nuevamente excede los márgenes de lo dominable.

El trabajo de Martín Fuentes, sin alejarse demasiado del de Duyos, analiza la “teoría de las esferas” de Peter Sloterdijk a partir de la función del duelo en este tiempo pandémico. Fuentes, de manera clara y apoyado en una documentación abundante, muestra de qué forma el duelo se ha transformado durante la pandemia en un problema, más que en un acto resolutivo de despedida de las y los seres queridos. Los diversos ritos tradicionales han quedado deslegitimados y solo ha quedado una sustitución particular, intimista, desconectada de todo valor intersubjetivo para devenir un duelo del duelo. En este sentido, el concepto de espacio permite realizar un estudio del duelo en el cual se articula una vía para, mediante Sloterdijk, pensar una estructura de conexión entre instancias de la microesfera y la macroesfera deshumanizada.

Por último, Jonatan Rossodivito parte desde la fenomenología clásica de Husserl para revelar cómo en la “nouvelle phénoménologie” ––representada esta vez por Jean-Luc Marion–– interviene la intersubjetividad en cuanto fenómeno constitutivo del aparecer primigenio del mundo. Luego de un minucioso examen de la fenomenología de la intersubjetividad husserliana, Rossodivito acomete la distancia que toma Jean-Luc Marion respecto al reduccionismo de la otredad a la subjetividad propia que propone el fenomenólogo alemán. El punto focal que toma el autor es el fenómeno erótico. Mediante lo que Marion denomina reducción erótica, alejándose de toda consideración epistemológica, el amor aparece como lo irreductible a toda reciprocidad y a todo ego. Un acontecimiento inesperado que abre el mundo de una manera que nunca fue. Así, siguiendo a Marion, en tanto fenómeno cruzado el amor quiere describirse más allá de cualquier autoafección o heteroafección.

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