Escalas de análisis y socialismo. Reflexiones en torno a una experiencia de investigación
Escalas de análisis y socialismo. Reflexiones en torno a una experiencia de investigación
Cuadernos del Sur - Historia 46 (vol.1), 35-55 (2017), ISSN 1668-7604 ESSN 2362-2997
Gonzalo E. Cabezas*
35-55
Resumen Abstract
La reflexión en torno a la escala de análisis constituye una preocupación reciente en los estudios sobre el Par- tido Socialista Argentino (PS). Previa- mente, las investigaciones sobre el PS en la Capital Federal (su principal bastión electoral) se proyectaron implí- citamente como la historia “nacional” del partido, mientras que las del resto del país adoptaron muchas veces una escala local, provincial o regional. Si bien desde estas perspectivas se aportó información complementaria a aquella historia general, en la mayoría de los casos no se la sometió a discusión, en parte debido a que buscaron identificar contrastes antes que pensar problemá- ticas generales desde una perspectiva situada. En los últimos años, en cambio, los estudios sobre el socialismo en el “interior” pusieron de relieve la impor-
The reflection on the scale of analy- sis is a recent concern in the studies on the Argentine Socialist Party (SP). Before that, the studies of the SP in Buenos Aires city (its main electoral bastion) were implicitly projected as the “national” history of the party, while those of the rest of the country adopted many times a local, provincial or regional scale. Even though these perspectives provided complementary information to that general history, in most cases it was not submitted to dis- cussion, partly because they sought to identify contrasts rather than thinking about general problems from a situated perspective. In recent years, however, the studies on socialism in the “inte- rior” highlighted the importance of the microanalytic scale as a fruitful way to analyze the functioning of the organi-
* CONICET-UNS. Correo electrónico: gonzacabezas@gmail.com
Cuadernos del Sur - Historia 46 (vol.1), 35-55 (2017), ISSN 1668-7604 ESSN 2362-2997
Cuadernos del Sur - Historia 46 (vol.1), 35-55 (2017), ISSN 1668-7604 ESSN 2362-2997
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tancia de la escala microanalítica como una vía fructífera para analizar el fun- cionamiento de la organización y las prácticas concretas de los militantes. En tal sentido, el presente trabajo pretende recuperar algunos de los principales aportes del microanálisis, la historia regional y la historia local, así como también el papel que la escala analí- tica jugó para pensar el desarrollo del socialismo argentino.
23 de junio de 2018
2 de octubre de 2018
zation and the concrete practices of the militants. In this sense, this work aims to recover some of the main contribu- tions of the microanalysis, the regional and the local history, as well as the role played by the analytical scale in order to think out the development of Argen- tine socialism.
Algunos años atrás iniciamos una investigación sobre el Partido Socialista (PS) en las primeras décadas del siglo XX. A medida que consultábamos la bibliografía académica sobre el tema, observamos algunas características compartidas por dicha producción, tales como las principales temáticas abordadas, los espacios analizados y la escala analítica adoptada.
La reflexión en torno a la escala de análisis fue tomando cada vez mayor impor- tancia a lo largo de nuestra trayectoria académica, tanto por nuestros intereses, lecturas y objetivos particulares, como debido a que constituyó uno de los prin- cipales ejes en torno a los cuales giraron los Grupos de Investigación en los que participamos1.
En tal sentido, en este artículo pretendemos presentar algunos avances de nuestra investigación en el marco de dichos proyectos. Dividimos el trabajo en dos apar- tados. En el primero nos ocupamos de los principales aportes que recuperamos del microanálisis, de la historia regional y de la historia local para problematizar la escala analítica. En el segundo, abordamos el lugar que la cuestión de la escala ocupó en las investigaciones sobre el socialismo argentino, y el importante cambio que significaron los trabajos sobre las formas de hacer política en la concepción de la escala predominante en este campo de estudios.
La microhistoria surgió en Italia en la década de 1970, en torno a la revista Qua- derni storici y a la colección titulada Microstorie editada por Einaudi y dirigida por Carlo Ginzburg y Giovanni Levi. Constituyó una respuesta a la crisis de los paradigmas hegemónicos en las ciencias sociales, sobre todo el estructuralismo y el materialismo marxista, y en el caso específico de la historia social, frente al paradigma hegemónico francés braudeliano, inspirado en una historia de tenden- cia sociológica y estructuralista interesada por la “larga duración”2 (Man, 2013: 167). Mientras que estas corrientes se interesaban por la perspectiva macro y por las estructuras normativas, la microhistoria se preocupó más por el análisis en escala micro y por las estrategias individuales de los sujetos, insertándolas en mar-
1 Los Grupos de Investigación fueron: “Las escalas en la Nueva Historia Cultural: identida- des, prácticas y política. Hispanoamérica, siglo XX”, y “La historia sociocultural hispanoame- ricana contemporánea en clave regional, transnacional y comparada”, ambos dirigidos por Silvina Jensen y codirigidos por Andrea Pasquaré, y desarrollados en los períodos 2011-2014 y 2015-2018, respectivamente.
2 La versión dominante de la historia social francesa definida por Annales privilegiaba el estudio de agregados masivos, priorizaba la cuantificación en el análisis de los fenómenos sociales y elegía la larga duración para observar las transformaciones (Revel, 2015b: 21-22).
cos espacio-temporales específicos. Este interés guardaba estrecha relación con su concepción de los sistemas normativos como un cuadro elástico que constriñe a los individuos, pero en el cual estos encuentran intersticios y ciertos márgenes de libertad que les permiten desarrollar sus propias estrategias y tomas de decisiones (Levi, 1993: 43).
Tal como lo señalaron algunos de sus integrantes, la microhistoria no constituyó una escuela, no produjo ningún manifiesto fundante ni estableció ningún pro- grama de investigación específico (Grendi, 2015: 282), sino que fue caracteri- zada como una “experiencia de investigación” que se destacaba por su carácter empírico (Revel, 2015b: 20)3. Según Levi, se trató de una práctica historiográfica basada en la reducción de la escala de observación y en un análisis intensivo del material documental, que utilizó el enfoque microscópico como un procedi- miento analítico para revelar cuestiones no observadas bajo otras escalas (1993: 14-19). En tal sentido, el autor remarcó los vínculos que ligan este proceder con el recurso antropológico de la “descripción densa” practicado por Clifford Geertz (2003: 24)4.
De esta manera, la reducción de escala es considerada, junto con todas las fases de la investigación —entre ellas, la identificación del objeto y de su importancia, la elaboración de categorías analíticas, la forma de exposición del estudio—, no como algo dado sino como una construcción (Ginzburg, 1994: 40). Así, desde una matriz epistemológica constructivista, lo local fue percibido como una categoría flexible y
3 Si bien señalamos las características generales de la microhistoria, cabe señalar que dis- tintos autores se han preocupado por marcar las diferencias entre diversas formas de llevar a cabo esta práctica. En tal sentido, Grendi (2015: 275) distinguió dos vertientes: la de la con- textualización cultural —cuyo principal referente sería Ginzburg—, que ilustraba la cultura de una época y las relaciones entre alta y baja cultura; y la de la contextualización social
—en la que se ubica el propio Grendi—, que buscaba reconstruir la existencia histórico- institucional de un grupo social dado a través de procedimientos como la reconstrucción de redes de relaciones y la identificación de sus elecciones estratégicas específicas. Uno de los desacuerdos principales entre estas vertientes radicaba en el rol atribuido a los actores en su propia historia (Garzón Rogé, 2017: 15). De hecho, como señaló Barriera (2002a, 2002b), una de las diferencias básicas entre la microhistoria (Levi, Ginzburg, Poni) y el microanálisis radical (Grendi, Gribaudi) es que la primera valora el principio de variación antes que una escala de análisis en particular, mientras que la segunda otorga un peso decisivo a las ac- ciones individuales y a la interacción como elemento generador de la realidad, con lo que la atención primordial se desplazaría a los estudios a ras de suelo.
4 La diferencia entre la descripción superficial y la descripción densa es la que define el objeto de estudio de la etnografía: “una jerarquía estratificada de estructuras significativas atendiendo a las cuales se producen, se perciben y se interpretan los tics, los guiños, los guiños fingidos, las parodias, los ensayos de parodias” (Geertz, 2003: 22).
el objeto de estudio como una construcción artificial del investigador —antes que como algo dado, que se impondría exteriormente al observador— (Man, 2013: 172).
Bernard Lepetit (2015) explicó este punto de una manera particularmente reve- ladora. Según el autor, la escala es una construcción artificial y deliberada de un modelo reducido que es modificable en función de los parámetros y del punto de vista que se adopte. Mientras que la concepción tradicional o “cartográfica” entiende a la escala de un modo “realista” —como la representación de una determinada realidad preexistente según una proporción particular; por ejem- plo, un mapa representando un territorio a determinada escala—, la concepción “arquitectónica” reviste mayor complejidad, ya que entiende al modelo reducido como una construcción artificial que no es una analogía pasiva del objeto, sino el resultado de una experimentación controlable, renovable y modificable: el arqui- tecto no reduce un objeto preexistente, sino que busca representar las diferentes dimensiones de un objeto por venir. En tal sentido, la elección de una sola escala no alcanza para agotar su complejidad (cfr. Lepetit, 2015: 101-105).
Cabe señalar que la adopción de una escala en particular no significa necesaria- mente que los microhistoriadores otorguen mayor relevancia a una escala que a otra. De hecho, Revel señaló que no le interesaba defender la primacía de una escala, sino el principio de variación del foco de observación, ya que al agrandar o disminuir el tamaño del objeto se modifica su forma y su trama, echando luz sobre realidades y mecanismos de funcionamiento difíciles de observar en otras escalas, por lo que surgen configuraciones inéditas y una cartografía diferente de lo social (cfr. 2015b: 24-37). Además, el cambio de escala y el análisis de los vínculos interpersonales permitirían combatir la tendencia del discurso histórico a reificar las acciones y las relaciones sociales y a esencializar categorías habituales como “Estado”, “mercado”, “familia” (Revel, 2015a: 16; Grendi, 2015: 274).
Los planteos sobre la escala de análisis fueron acompañados por reflexiones en torno a la concepción tradicional de lo “local”. Por un lado, autores como Ginz- burg criticaron el establecimiento de distinciones jerárquicas entre lo local y lo macro, que se traducirían en una “pequeña historia” periférica y “gran histo- ria” central (2004: 186). Además, se señaló que la percepción dicotómica micro/ macro es insuficiente, no solo porque antagoniza escalas que no necesariamente están enfrentadas, sino también porque obtura la posibilidad de observar escalas intermedias que dan cuenta de la diversidad y la discontinuidad de lo social (cfr. Revel, 2011: 25).
Por otro lado, y en estrecha relación con la crítica al establecimiento de jerarquías entre las escalas, se cuestionó la operatividad de la concepción tradicional de lo local, ya que en general fue concebido como un reflejo mecánico o como un ejemplo de los procesos macro (cfr. Levi, 2003: 282). En contrapartida, se indicó
que la realidad es discontinua y heterogénea, por lo que las conclusiones alcan- zadas en un ámbito no pueden ser trasladadas de manera automática a otro (cfr. Ginzburg, 1994: 33), y que la importancia de una investigación se encuentra, antes que en las (necesariamente acotadas) dimensiones del objeto de estudio, en el carácter general de las preguntas formuladas al caso particular analizado (cfr. Ginzburg, 2004: 186).
Este planteo remite al tema de la representatividad de los casos analizados. En tal sentido, Revel manifestó que los microhistoriadores realizan un trabajo de contex- tualización múltiple, considerando que cada actor histórico participa en procesos (y se inscribe en contextos) de dimensiones y de niveles variables, que abarcan desde lo local hasta lo global, por lo que incluso el análisis de una experiencia individual o grupal constituye una modulación particular de la historia general (cfr. 2015b: 32). Por su parte, Lepetit (2015) indicó que la búsqueda de una inaccesible exhaustividad (herencia de la historia positivista) o representatividad (tomada del modelo estadístico de las ciencias sociales) no ayudó a resolver el problema de la generalización en historia, ya que la totalidad no puede alcanzarse ni por adición ni por multiplicación. Según el autor, la cuestión de la generalización debe plan- tearse menos en términos de representatividad que de campo de validez, ya que la historia aspira —como todas las ciencias sociales— a establecer “los principios generales del funcionamiento social a una escala siempre particular”, de modo que es la práctica del quehacer histórico la que permite determinar en qué campo de validez puede ubicarse la explicación en función de la escala de observación escogida (Lepetit, 2015: 112-113).
La cuestión de la representatividad fue abordada en un sentido similar en disci- plinas como la sociología y la antropología. Así, Robert Yin (2009) indicó que un caso no necesariamente es representativo del universo de estudio, ya que su objetivo muchas veces es, antes que la generalización estadística —inferencia de frecuencias basadas en una muestra—, la generalización analítica, es decir la expansión del alcance de las propuestas y los conceptos teóricos utilizados para estudiar un caso a otros con condiciones similares, a fin de continuar su desarrollo y refinamiento teórico-conceptual. En otras palabras, la generalización o repre- sentatividad analítica “implica que el caso es apropiado para el tipo de discusión teórica que se quiere dilucidar con su análisis”, por lo que las conclusiones a las que se arribe no pueden extrapolarse a un universo sino al conjunto de teorías a las que el caso se dirige (Coller, 2005: 56). Por su parte, el antropólogo Clifford Geertz se expresó en un sentido análogo al señalar que la tarea esencial de la elaboración de una teoría es “hacer posible la descripción densa, no generalizar a través de casos particulares sino generalizar dentro de estos”, procedimiento también denominado “inferencia clínica” (2003: 36).
Ahora bien, ¿cómo fueron resignificados los planteos de los microhistoriadores por los cientistas sociales de Argentina? Beatriz Bragoni (cfr. 2004: 11) respondió a esta pregunta señalando que la influencia del microanálisis incentivó o aceleró procesos ya en curso en la historiografía argentina. En particular, cabe destacar la dimensión significativa que cobraron los estudios regionales en la década de 1990 (cfr. Bandieri, 2001: 91), en un contexto de crisis y revisión de los paradig- mas científicos que impregnaron la construcción historiográfica, cuando surgió la necesidad de replantear la construcción de un pasado dotado de mitos, entre los cuales se destacaba la supuesta existencia hacia fines de siglo XIX de Estados, mercados y sociedades nacionales plenamente constituidos.
Un planteo clave en esta renovación de los estudios regionales provino de Eric Van Young, quien indicó que las regiones, antes que entidades precedentes, son “hipótesis a demostrar” (1987: 257). Esta idea fue recuperada por autores como Bandieri, quien destacó que hasta finales de los 80 el concepto de “región” en general partía de definiciones apriorísticas que las consideraban como totalidades homogéneas, que no escapaban a los límites político-administrativos (por ejemplo: provinciales) o se referían a macro-regiones geográficas entendidas a partir del sentido común. En cambio, la autora abogó por una historia que evitara delimitar las regiones anticipadamente, y que en cambio las considerara como construc- ciones humanas históricamente cambiantes, definidas por las relaciones sociales que les dan forma. Este cambio de proceder ayudaría a construir una historia más matizada, que pueda poner en suspenso algunas de las verdades más recurrentes y no contrastadas de la historia nacional5. Los vínculos de esta propuesta con la del microanálisis fueron expresados por la propia Bandieri cuando señaló que “en definitiva, tal vez lo que importe no sea la denominación que demos a la escala de observación de nuestro objeto de estudio, sino la manera de abordarlo” (1996: 76).
De esta manera, la historia regional pasó de ser concebida y practicada como un género menor —que medía el grado de continuidad, alejamiento o deformidad con respecto al modelo nacional, confirmando más que discutiendo sus conclu- siones—, a ser entendida como un género con peso propio que permitía proble- matizar las ideas más extendidas y no contrastadas sobre la historia nacional (cfr. Bohoslavsky, 2009: 111-112).
Un fenómeno de renovación similar al de la historia regional se dio entre los estudios en escala local. Al respecto, cabe recuperar los planteos del antropólogo Clifford Geertz de que el conocimiento siempre es local ya que es inseparable de
5 Para ver algunas de las principales líneas que ha recorrido la historiografía política regional entre 1983 y 2003, cfr. Leoni (2013). Por su parte, Fernández (2015) indicó que algunas de las temáticas predominantes en los estudios regionales han sido los circuitos mercantiles coloniales y la conformación de la clase dominante argentina.
su instrumental y de su marco de actuación (cfr. 1994: 12). Esto no significa que el lugar de investigación constituya necesariamente el objeto de estudio; de hecho, “Los antropólogos no estudian aldeas (tribus, pueblos, vecindarios…); estudian en aldeas” (Geertz, 2003: 33). Así, el lugar de estudio es solo el espacio donde se sitúa el objeto, el cual es construido con la intención de dar cuenta de cuestiones de mayor alcance, pero sin perder su especificidad.
Este tipo de planteos también surgieron en la disciplina histórica. Como señaló Fernández (2007), en general la historia regional fue vinculada a los ámbitos provinciales o departamentales y la historia local a las comarcas, ciudades o poblados, omitiendo el análisis de los procesos inherentes a la construcción social e identitaria de esos espacios. A esto se sumaba el hecho de que con frecuencia en este tipo de acercamientos predominaban las crónicas, lo anecdótico o la mera descripción de sucesos. En cambio, los autores que promovieron la renovación de la historia local procuraron evitar dos de sus problemas más recurrentes (cfr. Serna y Pons, 2003: 39): el localismo —es decir, el énfasis en la singularidad y en lo anecdótico—, ya que imposibilita el ejercicio comparativo y el diálogo con los procesos generales; y la subordinación de lo local a la escala macro, ya que lo local tiene su especificidad, por lo que es más que un mero reflejo que solo sirve para confirmar lo concluido para procesos más amplios. En suma, lo local no es un caso ni un ejemplo, sino una “unidad de análisis que aspira a proporcionar explicaciones que apuran/cuestionan/tensan/complejizan verdades macro y de tipo general” (Jensen, 2010: 1433), al tiempo que se busca reconstruir de manera pormenorizada los múltiples y heterogéneos contextos de la acción colectiva en un espacio específico. Esta historia local no pretende ser localista: se interesa por lo particular pero no por las rarezas o lo anecdótico, y no otorga a la unidad espacial un sentido especial, sino que analiza espacios concretos y relaciones sociales localmente situadas.
Al igual que en el caso de los estudios regionales, algunos de los principales exponentes de la renovada historia local señalaron que recuperaron aportes del microanálisis, entre los cuales se destaca el hecho de haber “convertido en inte- resante algo que en principio no nos interesaba”, a través de la formulación de preguntas generales a objetos reducidos y lejanos para que cobren una dimensión mayor sin que por ello dejen de ser irrepetibles y locales (Serna y Pons, 2003: 55).
Ahora bien, cabe preguntarnos qué lugar ocuparon las reflexiones sobre la escala de análisis en las investigaciones sobre el socialismo argentino6. En el siguiente
6 Cabe señalar que la extensión del presente trabajo nos impide ocuparnos en mayor me- dida de cómo los planteos de los microhistoriadores fueron resignificados por los cientistas sociales que analizaron otros partidos políticos. En tal sentido, consideramos sumamente sugerentes las reflexiones de Nicolás Quiroga (2017) sobre el peronismo.
apartado nos ocupamos de dicha cuestión, así como también del importante cam- bio que significaron los trabajos sobre las formas de hacer política en la concep- ción de la escala predominante en este campo de estudios.
A lo largo de nuestra experiencia de investigación observamos que buena parte de la producción académica sobre el PS comparte algunas características comunes, tales como las principales temáticas abordadas, los espacios analizados y la escala analítica adoptada.
Con respecto al primer punto, como señalaron Camarero y Herrera (cfr. 2005: 38-49), luego de que en la primera mitad del siglo XX la mayoría de los trabajos sobre el PS fueran obra de militantes cuyo objetivo era alabar o criticar al partido
—estableciendo visiones apologéticas y acusatorias—, en la década de 1960 el socialismo comenzó a ser analizado tangencialmente en algunos estudios históri- cos, sociológicos y politológicos interesados por la ideología, el sistema político y comportamiento electoral. Habría que esperar a los años 70 para que se diera el crecimiento del interés académico por el PS como objeto de estudio especí- fico. Las principales temáticas abordadas por esta producción serían la historia institucional, la trayectoria y las ideas de las principales figuras partidarias, la actuación parlamentaria de los representantes socialistas, los vínculos del partido con el movimiento obrero y las disidencias y escisiones que lo afectaron7. Luego se sumaron nuevos enfoques interesados por temáticas como las iniciativas cul- turales y educativas del partido (Barrancos, 1991, 1996), las tensiones entre la identidad socialista y las fiestas patrias (Becerra, 2005), la organización partidaria (Berensztein, 1991), entre otros.
Los principales ejes temáticos abordados por gran parte de la producción sobre el socialismo argentino en general no estuvieron acompañados por una proble- matización de la escala de análisis, y fueron estudiados sobre todo para la Capital Federal. Una de las razones que puede explicar el interés predominante por este espacio radica en la importancia que tuvo para el partido; de hecho, Alberto Ciria caracterizó al PS como un “partido municipal” (1986: 175), Ana Persello manifestó que la estructura federativa de la organización no tenía “demasiado peso dadas las características casi locales de un partido que se circunscribe a la Capital Federal” (2000: 252), y Luciano De Privitellio señaló que era “un partido casi de corte local” (2003: 60).
7 Para un estado de la cuestión sobre el tema, cfr. Camarero y Herrera (2005).
Este predominio de cierta perspectiva porteño-céntrica comenzó a cambiar hacia fines del siglo XX, cuando asistimos a un viraje en los marcos temporales y espa- ciales normalmente analizados. Así, frente al predominio de los trabajos centrados en el socialismo porteño en época pre peronista, creció la atención por el estudio de experiencias socialistas en períodos posteriores al peronismo (Blanco, 2000; Tortti, 2007; Ferreyra, 2010) y en espacios distintos a la Capital Federal y el Gran Buenos Aires. De esta manera, en las últimas décadas proliferaron las investiga- ciones que, si bien reconocieron que dicho espacio constituyó el principal bastión electoral socialista, pusieron de relieve el importante papel que el PS jugó en las primeras décadas del siglo XX en distintas localidades y provincias, así como tam- bién en el ámbito nacional —los trabajos de María Liliana Da Orden (1991) sobre la intendencia socialista marplatense en la década de 1920 y de Iñigo Carrera (2005) sobre la actividad parlamentaria de los socialistas a comienzos de los años 30 constituyen algunos de los ejemplos más emblemáticos—8. De esta manera, la producción sobre el PS en el denominado “interior” del país, que había sido reseñada brevemente por Jacinto Oddone (1934) y por Isidro Oliver (1951), ha visto un importante crecimiento, enmarcado en el desarrollo general que ha tenido el campo de estudios sobre el socialismo argentino9. Así, el socialismo en la pri- mera mitad del siglo XX ha sido investigado por distintos autores, que analizaron su desarrollo en provincias como Mendoza (Lacoste, 1993), Córdoba (Chanaguir, 1994; Dujovne, 2002; Martina, 2016; Dellavale, 2018), Tucumán (Ulivarri, 2008) y en los territorios nacionales de La Pampa (Valencia, 2008; Martocci, 2013), Chaco (Leoni, 2008) y Chubut (Gutiérrez, 2018), así como también en locali- dades como Mar del Plata (Da Orden, 1994, 1991; Pastoriza y Cicalese, 2004), Tandil (Barandiarán, 2004), Bahía Blanca (Cimatti, 2005, 2007; Bevilacqua, 2009,
2012; Cernadas, 2009, 2013), Rosario (Menotti, 2013; Reyes, 2016; Ratto, 2017), Neuquén (Prislei, 2001), San Miguel de Tucumán (Bravo y Teitelbaum, 2009), y Santiago del Estero (Guzmán, 2013).
Si bien estos trabajos responden a preocupaciones dispersas, vinculadas a las dife- rentes realidades locales, resultaron útiles para resignificar al socialismo argentino y matizar una historia partidaria urbana y “capitalinocéntrica” (Ferreyra, 2015).
8 Como indicó Iñigo Carrera (2005: 255-258), para comienzos de 1932 el PS contaba con 2 senadores por la Capital Federal y 43 diputados nacionales (22 por Capital, 14 por Bue- nos Aires, 5 por Córdoba, 2 por Mendoza y 1 por San Luis) y con numerosos legisladores provinciales y concejales en distintas localidades del país, así como también con algunos intendentes como los de las localidades bonaerenses de Bahía Blanca, Chacabuco y San Fernando. Si bien estos resultados electorales se dieron en un contexto de proscripción del radicalismo, también es cierto que para entonces el PS tenía una presencia innegable, ya que contaba con casi 400 agrupaciones y casi 20.000 afiliados, y editaba alrededor de 70 periódicos a lo largo del país.
9 Un síntoma de dicha expansión ha sido la constitución de la Red de Estudios sobre el Socialismo Argentino, coordinada por Carlos Herrera y Ricardo Martínez Mazzola.
Ahora bien, cabe señalar que la mayoría de los trabajos sobre el socialismo en el “interior” constituyen estudios en escala provincial o local que, si bien iluminan dichas realidades que complementan la imagen general sobre el PS, no pusieron en cuestión las visiones instaladas sobre el socialismo a escala nacional. De hecho, autoras como Ferreyra y Martina analizaron cómo se viene estudiando el “socia- lismo en el interior” y destacaron que las preguntas comparativas con respecto a la capital, antes que reforzar la tendencia de carácter general, buscan identificar el contraste, que suele ser interpretado en clave de mayor radicalidad o moderación del “interior” con respecto a su par “nacional”. Las autoras, en cambio, prefieren recuperar los planteos de la microhistoria y de la historia regional que rescatan la posibilidad de pensar problemáticas generales desde los espacios locales, y en tal sentido remarcaron que los contrastes se enriquecen porque los juegos de escalas no son solo confrontaciones entre diferentes contextos, sino articulaciones concretas entre actores ubicados en escenarios diversos (cfr. 2017: 37-38).
Al respecto, cabe destacar algunas excepciones, particularmente entre las inves- tigaciones preocupadas por analizar las formas concretas de hacer política10. Un trabajo pionero en tal sentido fue el de María Liliana Da Orden, quien investigó el socialismo marplatense preocupándose por matizar la hipótesis que contrastaba el accionar del PS con el de los denominados partidos “tradicionales”. La autora, en cambio, se preguntó si la utilización de vínculos personales —que sería una de las características de la “política criolla” denostada por los socialistas— no está en la base del hacer político, más allá de que se trate de sociedades tradicionales o modernas (cfr. 1994: 241).
El estudio de las prácticas políticas del socialismo argentino creció fuertemente tras el cambio de siglo, a través de investigaciones como las de Barandiarán (2004), Bisso (2007), Pérez Branda (2011) y Ferreyra (2012), entre otros. La cues- tión de la escala ocupó un lugar no menor entre las reflexiones de algunos de estos autores; de hecho, Ferreyra (2010) recuperó la propuesta de realizar un análisis localizado de los partidos políticos (Sawicki, 1988) para estudiar la rup- tura del PS de 1958 desde la provincia de Buenos Aires y sus espacios locales, y Pérez Branda (2011) se valió de la escala microanalítica para dar cuenta de las
10 El crecimiento de estos estudios se dio en un contexto de desarrollo de la Nueva Historia en el último cuarto del siglo XX, la cual se interesó por el estudio de toda la gama de actividades humanas a través de una multiplicidad de fuentes, desde una perspectiva procesual, relativista y constructivista que contribuyó a la interdisciplinariedad (Burke, 1996: 13-16). La renovación de objetos, fuentes y perspectivas encontró su traducción entre los investigadores interesados por lo político en el libro Pour une histoire politique (Rémond, 1988). Dicha obra colectiva fue considerada como uno de los textos fundantes de la Nueva Historia Política, la cual fue caracterizada por su mayor interés por lo político antes que por la política, partiendo de un concepto pluridisciplinario de poder, que conserva su especificidad pero se vincula a factores económicos, sociales, culturales y simbólicos (Le Goff, 1997: 36).
prácticas políticas implementadas por los referentes barriales de los centros de la ciudad de Buenos Aires durante el conflicto que dio lugar al Partido Socialista Independiente en 1927.
Así, las investigaciones sobre las prácticas políticas permitieron comprender bajo otro lente y desde otro lugar la historia “nacional” del PS, problematizando ideas instaladas en la historiografía sobre el tema. Por ejemplo, se destacó la existencia de prácticas mezquinas, faccionalistas y aprogramáticas alejadas de la disciplina que caracterizaría a los socialistas11, a partir del análisis de las prácticas implementadas por los referentes barriales porteños en la disputa por el control de los centros en el conflicto que dio origen al Partido Socialista Independiente en 1927 (Pérez Branda, 2011). También se señaló el fortalecimiento de la inserción territorial socialista gracias al intercambio de bienes y servicios con asociaciones intermedias mediante militantes que participaban en su dirección —prácticas que a otras fuerzas políticas le habían valido el calificativo de clientelares— (Ferreyra, 2012).
Nuestra investigación sigue la línea trazada por dichos estudios. El análisis de las prácticas de los afiliados del Centro Socialista de Bahía Blanca y el estudio de las dinámicas institucionales del partido nos permitieron detectar diversas tensiones entre el accionar concreto de los adherentes, las prescripciones estatutarias y el “deber ser” de la moral socialista. Estas tensiones pueden observarse en torno a los altos índices de morosidad, al ausentismo asambleario, al escaso compromiso de algunos adherentes con las actividades partidarias (como fiscalización de mesas electorales y distribución de propaganda escrita) y a numerosos conflictos de índole meramente personal, lo que nos permitió relativizar la férrea disciplina de la que se jactaban los socialistas (Cabezas, 2017b, 2014). También advertimos que el centralismo partidario —enfatizado por autores como Adelman (2010: 284)— encontraba obstáculos materiales y resistencias por parte de los afiliados, ya que si bien los estatutos conferían al Comité Ejecutivo y a las federaciones provinciales la dirección de la propaganda y de las finanzas partidarias, los Centros Socialistas locales conservaban importantes márgenes de autonomía, tanto en la organización de las campañas electorales como en la decisión de cómo y cuándo abonar sus cotizaciones (Cabezas, 2018, 2017a). Además, la expansión de los Centros y la realización de las giras de propaganda se encarnaban en personas concretas, por lo que cobraban relevancia las lógicas vinculadas con las relaciones personales y con las cualidades individuales de los dirigentes partidarios de cada región.
11 Por ejemplo, Spalding definió al PS como un “partido jerarquizado y disciplinado” (1970: 59 y 76); Walter señaló la adherencia de los socialistas a una exigente norma de conducta pública y privada (1977: 27); Berensztein señaló que los socialistas fueron “celosos defen- sores” de los estatutos, los cuales “fueron firmemente respetados” (1991: 14-18); y Viguera destacó “que todas las fuentes coinciden siempre en señalar el ‘orden’ y la ‘cultura’ de las marchas socialistas” del 1 de mayo en la primera mitad del siglo XX (cfr. 1991: 64)
En suma, el juego de escalas nos permitió repensar al socialismo en dos senti- dos. Por un lado, en torno a tópicos generales como la disciplina militante y el centralismo partidario, tópicos que si bien se abordaron de manera tangencial en diversos estudios sobre el PS, no fueron analizados en profundidad como temática específica, por lo que reprodujeron visiones que solían formar parte del discurso oficial del partido. Nuestra investigación nos permitió matizar estas cuestiones a través del análisis del funcionamiento partidario cotidiano en los diferentes niveles (nacional, provincial y local) de la organización. Por otro lado, la escala local y regional nos facultó a pensar en una historia situada del socialismo en Bahía Blanca y su zona de influencia. Esto implica reflexionar en torno a una serie de cuestiones como la demografía y las formas de desplazamiento por la región, las redes de militantes, la importancia de los vínculos personales, los contactos epistolares, los modos de financiamiento de la actividad partidaria, entre otras.
Creemos que la decisión metodológica de pensar el objeto de estudio desde espacios situados con la intención de abordar problemáticas generales resulta más fructífera que las historias localistas y las que buscan identificar el contraste con lo “nacional”12, porque permite ir más allá de las simples singularidades y diferencias, abriendo así agendas de investigación que establezcan contactos entre distintas investigaciones sobre los partidos políticos en general y sobre el socialismo en particular.
A lo largo del presente trabajo hemos señalado los principales aportes que recupe- ramos del microanálisis, de la historia regional y de la historia local para proble- matizar la cuestión de la escala de análisis y, en particular, para abordar el estudio del socialismo argentino. Nos interesa destacar la importancia de la variación del foco como un medio para mostrar realidades no observadas bajo otras escalas.
Esta variación de la escala, para ser más fructífera, debe ser acompañada por un cambio en la concepción tradicional de lo local, de modo de concebirlo en su especificidad sin subordinarlo a mero reflejo de la escala macro y para evitar
12 Si hubiéramos pensado al CS bahiense en contraste con el PS “nacional”, nuestros hallaz- gos no hubiesen ido más allá de destacar la relevancia de figuras locales como Agustín de Arrieta; mostrar el peso que determinadas fracciones tuvieron en las rupturas partidarias (por ejemplo, en Bahía Blanca no se dio la escisión internacionalista de 1917, pero la tercerista de 1921 provocó la salida de alrededor de un quinto de los afiliados); entre otras cuestiones. Así, el abordaje de lo local por contraste con lo nacional permite establecer matices y observar rupturas y continuidades, pero encuentra dificultades para abrir agendas de investigación que vayan más allá de la mera comparación o la singularidad.
recaer en el énfasis en la singularidad y en lo anecdótico propios del localismo. De esta manera, el carácter general de las preguntas que realicemos a nuestros objetos de investigación toma relevancia, estableciendo el diálogo entre lo local con lo macro pero sin dejar de analizar espacios concretos y relaciones sociales situadas.
En el caso particular del socialismo argentino, consideramos que los trabajos sobre las formas de hacer política permitieron repensar la cuestión de la escala de análisis. En general, las investigaciones sobre el PS se habían centrado en su desarrollo en la Capital Federal, y si bien en las últimas décadas cobró importancia el estudio de las experiencias en el resto del país, muchos trabajos partieron de nociones de escala (provincial, regional o local) que venían a complementar la imagen general sobre el PS, estableciendo contrastes en clave de mayor radicalidad o moderación con respecto a su par “nacional”. En cambio, las investigaciones sobre las prácticas políticas buscaron comprender bajo otro lente y desde otro lugar la historia macro del PS, problematizando ideas instaladas en la historiografía sobre el tema. Así, se puso de relieve la utilización de los vínculos personales como una de las formas de hacer política de los afiliados socialistas, la relevancia jugada por el intercambio de bienes y servicios con asociaciones intermedias para fortalecer la inserción territo- rial socialista, la existencia de prácticas mezquinas, faccionalistas y aprogramáticas entre los afiliados, la presencia de altos índices de morosidad y ausentismo asam- bleario, y la preservación de importantes márgenes de autonomía por parte de los Centros locales frente a los organismos centrales en la organización de las campañas y en el financiamiento partidario. Estos aspectos, si bien constituyen problemáticas puntuales en contextos específicos, remiten a problemáticas generales que atravie- san al socialismo argentino, como su intención de diferenciarse de las prácticas de la “política criolla” (personalismo, faccionalismo, clientelismo) y su pretensión de mostrarse como un partido disciplinado y centralizado.
En suma, el potencial de la variación de escala radica antes que en el aporte de información complementaria, en la complejización del estudio a partir del cambio de foco, lo que permite ver singularidades que posibilitan matizar explicaciones, periodizaciones y conclusiones que en otra escala tienen su propia lógica pero que no necesariamente son extrapolables a las demás.
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