El movimiento estudiantil católico en Uruguay y sus redes regionales (1959-1966)

Lorena García Mourelle*

Cuadernos del Sur - Historia 50 (2021), 224-246, E-ISSN 2362-2997

En los tempranos sesenta se intensificaron las conexiones entre sectores del movimiento estudiantil católico uruguayo y otras agrupaciones laicales latinoamericanas identificadas con el catolicismo liberacionista. A través de estas redes regionales se propiciaron intercambios y aprendizajes, tales como la profundización del latinoamericanismo, que no estuvieron exentos de tensiones y conflictos religiosos e ideológicos. En parte como producto de esos procesos, a mediados de 1966 se instaló en Montevideo el Secretariado Latinoamericano, conjunto que nucleaba a estudiantes católicos de dos organizaciones globales: el Movimiento Internacional de Estudiantes Católicos de Pax Romana y la Juventud Estudiantil Católica Internacional. Esta investigación se concentra, sobre todo, en las relaciones entre grupos pertenecientes a la Acción Católica especializada, que se distinguían por la utilización del método teológico-pastoral conocido como Revisión de Vida, impulsado por el sacerdote belga Joseph Cardijn, por lo que se enfocaron en unir la experiencia, en particular la realidad social en la que se movía la persona, y la vida religiosa. En este artículo se busca contribuir al estudio y la comprensión de la gestación y desarrollo de las redes generadas entre el movimiento estudiantil católico uruguayo y otros grupos similares en la región vinculados al catolicismo liberacionista.

Palabras clave

movimiento estudiantil

catolicismo

Uruguay

Fecha de recepción

11 de marzo de 2020

Aceptado para su publicación

22 de febrero de 2021

* Universidad de la República, Uruguay. Correo electrónico: lorenamvd@gmail.com

Resumen

In the early 1960s, connections between sectors of the Uruguayan Catholic student movement and other Latin American lay groups, identified with liberationist Catholicism, intensified. Through these regional networks, exchanges and learning were fostered, such as the deepening of Latin Americanism, which were not exempt from religious and ideological tensions and conflicts. Partly because of these processes, in the mid-1960s the joint Latin American Secretariat was established in Montevideo. This organization brought together Catholic students from two global organizations: the International Movement of Catholic Students of Pax Romana and the International Young Catholic Students. This research focuses, above all, on the relations between groups belonging to the specialized Catholic Action, which were distinguished by the use of the theological-pastoral method known as Revision of Life, promoted by the Belgian priest Joseph Cardijn. They focused on uniting experience, in particular the social reality in which people moved and their religious life. This article seeks to contribute to the study and understanding of the gestation and development of the networks generated among the Uruguayan Catholic student movement and other similar groups in the region linked to liberationist Catholicism.

Keywords

student movement

catholicism

Uruguay

Abstract

224-246

Ar

Introducción

Desde comienzos de la década de 1960 se intensificaron los vínculos entre sectores del movimiento estudiantil católico uruguayo y otros grupos juveniles laicales latinoamericanos. A través de estas conexiones se propiciaron intercambios y aprendizajes significativos, tales como la profundización del latinoamericanismo que caracterizó a estas generaciones. Este trabajo1 se propone identificar y examinar estas redes regionales desde 1959, año en que el Papa Juan XXIII convocó el Concilio Ecuménico Vaticano II, hasta 1966 cuando se instaló en Montevideo el Secretariado Latinoamericano conjunto del Movimiento Internacional de Estudiantes Católicos (MIEC) de Pax Romana y la Juventud Estudiantil Católica Internacional (JECI). Se concentra en los grupos pertenecientes a la Acción Católica especializada, que se distinguían por la utilización del método teológico-pastoral conocido como Revisión de Vida, impulsado por el sacerdote belga Joseph Cardijn, por lo que se centraron en unir la experiencia, en particular la realidad social en la que se movía la persona, y la vida religiosa.

Estos laicos católicos formaban parte de un amplio movimiento socio-religioso surgido a principios de los años sesenta al que Michael Löwy (1999) define como cristianismo de la liberación. Comprende a un conjunto complejo de reflexiones y prácticas socio-religiosas que cuestionaban la injusticia social y se traducían en el compromiso de los cristianos con la lucha de emancipación de los pobres. Aunque la cuestión de la pobreza había sido tradicionalmente una preocupación fundamental para la Iglesia católica, adquirió en esos años un enfoque nuevo, que se vio legitimado por el aggiornamento eclesial vivido, sobre todo, a partir del Concilio Vaticano II (1962-1965). Si bien Löwy (1999) estudia el fenómeno más amplio del cristianismo liberacionista, esta investigación, siguiendo a Luis Donatello (2005), prefiere el uso del término catolicismo liberacionista, que acota el concepto dentro del mundo católico.

Por su parte, Malik Tahar Chaouch (2007) destaca las redes transnacionales de la teología de la liberación —expresión intelectual del catolicismo liberacionista—, en especial, la intensidad y la regularidad de la circulación de ideas y actores entre Europa, América del Norte y América Latina y entre países de la región. Enfatiza además la consolidación de solidaridades internacionales, cristalizadas por intercambios intelectuales, nuevos ámbitos de reflexión social y pastoral, formación y publicación, y la multiplicación de coordinaciones de organizaciones eclesiales y civiles. Entre los espacios importantes que conformaron esas redes de renovación eclesial, este autor menciona al Secretariado Latinoamericano del MIEC-JECI (en adelante SLA). Algunos de los principales referentes de la teología de la liberación fueron asesores eclesiásticos de los movimientos de estudiantes católicos provenientes de Acción Católica, por ejemplo: Hélder Câmara, coordinador nacional de la Acción Católica brasileña; Gustavo Gutiérrez, capellán de la Unión Nacional de Estudiantes Católicos en Perú; y Frei Betto, dominico brasileño, miembro de la coordinación nacional de la Juventud Estudiantil Católica en Brasil, entre otros.

Existen valiosos estudios recientes sobre los modos de participación religiosa de los grupos estudiantiles universitarios provenientes de la Acción Católica especializada en América Latina (Holbrook, 2013, Dominella, 2015a; 2015b; 2017; 2020; Londoño, 2019, entre otros). Sin embargo, aún son muy escasas las investigaciones que abordan el movimiento estudiantil católico en Uruguay (García Mourelle, 2019). La mayoría de los trabajos existentes se abocan a períodos temporales más extensos y realizan referencias generales y breves al activismo estudiantil católico uruguayo (Dabezies, 2009; Geymonat, 2004; Bazzano et al., 1993, entre otros).

Esta investigación se abordó desde una metodología histórica y cualitativa en la que además de la identificación y análisis de fuentes escritas, se realizaron entrevistas personales de tipo abiertas y semiestructuradas a actores clave. Con aportes de la metodología de historia oral, se complementó y contrastó la información recogida en los repositorios documentales y se la puso en diálogo con las investigaciones actualizadas sobre la temática (Portelli, 1991 y Pozzi, 2016). Principalmente, los repositorios consultados fueron el Archivo de la Curia Arquidiocesana de Montevideo y los fondos documentales conservados por el Espacio Parroquia Universitaria y el Movimiento de Profesionales Católicos localizados en el Observatorio del Sur en Montevideo. Este último concentra el volumen más significativo de fuentes éditas e inéditas de los intercambios que realizaban los grupos estudiantiles católicos uruguayos con el arzobispado de Montevideo y otros movimientos laicales de la región y a nivel mundial.

La Acción Católica especializada y las ramas estudiantiles en Uruguay

Como se señaló antes, los grupos estudiantiles católicos de los que se ocupa este trabajo formaban parte de la Acción Católica, que constituía el principal instrumento del Papado para coordinar el compromiso apostólico de los laicos, en particular, de las nuevas clases medias ciudadanas (Roux, 2014). Sus orígenes se remontan a la segunda mitad del siglo XIX, aunque fue durante el pontificado de Pío XI (1922-1939) que el papel de los laicos en la Iglesia recibió un fuerte impulso. Dejaron de ser concebidos como auxiliares del clero y se convirtieron en el “brazo largo” de la jerarquía para llevar la misión de la Iglesia a aquellos espacios y medios sociales donde el clero y los religiosos no podían actuar como tales (Bidegain, 2009). Bajo la autoridad episcopal y la dirección de la Santa Sede se buscaba organizar a los laicos para lograr la “recristianización” de las costumbres y de la vida pública (Roux, 2014). Además, se advirtió que no se trataba de una tarea particular confiada a pequeños grupos selectos sino de una misión común a todos los bautizados, que no constituía un privilegio sino un deber (Aubert, 1977).

La Iglesia católica procuraba instaurar un orden social cristiano por medio de una tercera vía, ni capitalista ni socialista sino de Doctrina Social de la Iglesia. Es así que impulsó en América Latina el llamado catolicismo social, que tuvo sus décadas de auge, sobre todo, entre 1930 y 1960. Debía adaptarse a cambios profundos de las estructuras políticas y económicas, construyendo una verdadera contra-sociedad a través de un “paralelismo católico” creador de sindicatos, universidades, colegios, escuelas, prensa y movimientos católicos de todo tipo (Roux, 2014).

Es preciso señalar que existían dos modelos de Acción Católica, complementarios pero muy diferentes. Además de la denominada general o parroquial, se desarrolló la Acción Católica especializada por ambientes sociales (Montero, 2005). El primer modelo era territorial y con una estructura de base piramidal. Sus movimientos se encontraban estrechamente sometidos a la vigilancia de los asesores y de las autoridades eclesiásticas (Di Stefano y Zanatta, 2009). En Uruguay, la Acción Católica, inspirada en la italiana, se fundó a partir de una Carta Pastoral Colectiva fechada el 28 de octubre de 1934 durante el arzobispado de monseñor Juan Aragone (1919-1940). De base parroquial, con una estructura jerárquica y vertical, estaba organizada sobre una rígida subdivisión por sexo y edad en cuatro categorías (hombres, mujeres y jóvenes de ambos sexos). En el caso de los jóvenes laicos, se concebía su participación en la Federación Uruguaya de Jóvenes Católicos, con el anexo Federación Universitaria de Estudiantes Católicos (para hombres solteros menores de 30 años) y Federación Uruguaya de Señoritas Católicas, con el anexo Federación Universitaria de Estudiantes Católicas (para mujeres solteras menores de 30 años)2.

Por otra parte, el modelo de la Acción Católica especializada se basaba en los equipos pioneros principalmente de Bélgica y Francia, que intentaban dar respuestas a problemas derivados de las sociedades industrializadas desenvolviéndose con mayor autonomía respecto de las autoridades eclesiásticas. Los grupos que seguían este modelo dejaron de concentrar sus acciones y prácticas pastorales en las parroquias para llevarlas a los ambientes que buscaban influenciar (fábricas, sindicatos, universidad, gremios, etc.). Se distinguían por la utilización del método teológico-pastoral conocido como Revisión de Vida (Ver-Juzgar-Actuar), impulsado por el sacerdote belga Joseph Cardijn. Surgió primero la Juventud Obrera Católica en el medio obrero, reconocida oficialmente por el Papado en 1925 y luego extendida al resto de Europa y demás continentes. Más tarde, siguiendo el modelo jocista, se crearon la Juventud Agraria Católica a nivel rural, la Juventud Católica de los Medios Independientes en el sector terciario, así como la Juventud Estudiantil Católica (JEC) y la Juventud Universitaria Católica (JUC) en el ámbito estudiantil secundario y universitario, respectivamente.

En estos grupos juveniles católicos se reflexionaba a partir de hechos de la realidad social, procurando vincular las experiencias con la fe y la vida religiosa de sus miembros. A través de la profundización en el método de la Revisión de Vida y su adaptación al contexto latinoamericano, estas agrupaciones laicales fueron extendiendo su espacio de incidencia y participación más allá de la esfera espiritual y se involucraron en los campos social, gremial y político. Fue en estos espacios donde muchos jóvenes descubrieron las exigencias del compromiso social y político e incluso, para algunos de ellos, revolucionario. Afinaron el análisis con el desarrollo de las ciencias sociales y humanas, lo que los llevó a ser más abiertos social y políticamente que otros grupos católicos contemporáneos (Bidegain, 2009).

Los primeros movimientos de la Acción Católica especializada en Uruguay se remontan a finales de la década de 1930 (probablemente a 1938), cuando se crearon los primeros grupos de la rama masculina de la Juventud Obrera Católica, mientras que la sección femenina surgió hacia 1944 (García Mourelle, 2010). No obstante, la consolidación y auge de este modelo pastoral renovador se registró recién a fines de los años cincuenta y comienzos de los sesenta cuando se crearon las ramas especializadas en el medio estudiantil, en el ámbito rural y en el sector terciario.

En el pasaje de la Acción Católica general a las ramas especializadas en el medio estudiantil en Uruguay tuvieron influencia, sobre todo, los vínculos con la Acción Católica francesa y los movimientos especializados de la Acción Católica brasileñas3. Como se constata en las fuentes consultadas, a mediados de la década de 1950 creció la correspondencia intercambiada entre los distintos equipos laicales, así como se realizaron numerosos viajes a la región y se recibieron visitas de distintas delegaciones. En la Sesión Mundial de la JECI celebrada en Brasil en 1956 participaron delegados de Uruguay. En dicho evento se decidió establecer el Secretariado Sudamericano de la JECI en Río de Janeiro a partir de 1958. Estaba integrado por Brasil, Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay4. Se buscaba expandir este tipo de organización laical en otros países latinoamericanos.

Entre los viajes realizados en estos años por los estudiantes católicos uruguayos a Brasil sobresale la visita de dos delegadas de la Federación Uruguaya de Señoritas Católicas: Daisy Solari y Beatriz Cardellino en julio de 1959. Participaron del Consejo y la Semana Nacional de la Juventud Estudiantil Católica Femenina (en adelante JECF) brasileña donde trabajaron en temas comunes a las distintas delegaciones regionales. Entre otros laicos católicos conocieron a Luis Alberto Gómez de Souza, un destacado dirigente estudiantil brasileño. La delegación uruguaya procuró mostrar las condiciones de trabajo en su país, subrayando especialmente las diferencias existentes en relación al medio estudiantil. Las delegadas sostenían que había problemas morales, aunque advertían que parte de la juventud deseaba descubrir nuevos valores porque se encontraba insatisfecha con los predominantes en la sociedad de la época. También señalaban que los principales problemas que enfrentaban eran la organización y la legislación de la enseñanza pública que era de “orientación laicizante” y prohibía cualquier orientación ideológica (sobre todo de inspiración religiosa) de parte de los profesores y la dirección de la escuela5.

En el caso de la educación superior, la Universidad de la República (pública y laica) era la única universidad en el país, por lo que los grupos juveniles católicos volcaron gran parte de sus recursos y esfuerzos para intentar influir e incidir en estos espacios. Vale resaltar que Uruguay ha sido históricamente uno de los países más laicos en América Latina. Su territorio fue tardíamente ocupado y la debilidad institucional que caracterizó a la implantación colonial también afectó al catolicismo, por lo que la Iglesia tiene allí escasa influencia y poco poder económico.

Daisy Solari destacaba que la había asombrado durante su visita al país norteño la capacidad de organización de los movimientos juveniles católicos. A diferencia de lo que ocurría en Uruguay, los brasileños se organizaban con un sentido diferente, “que no era formarse uno sino formarse pero trabajar en el medio con los demás compañeros o sea para afuera de cada equipo”6. Se refería al método de la Revisión de Vida, que caracterizaba a las ramas especializadas de la Acción Católica. De acuerdo a Solari, en 1959: “los brasileros con los argentinos pero los brasileros fundamentalmente estaban desparramando el movimiento, su metodología, sus principios, el sentido que tenían, todo”7. Precisamente, a partir de la intensificación de los contactos entre el movimiento estudiantil católico uruguayo y otros grupos brasileños y de la región, se fundaron en los tempranos sesenta las ramas estudiantiles de la Acción Católica especializada en Uruguay.

El catolicismo brasileño y en particular algunas de sus organizaciones laicales ejercieron un fuerte impacto en la región. Según el politólogo Scott Mainwaring (1986), la Iglesia brasileña influyó en otras iglesias nacionales de América Latina sirviendo de modelo para el cambio eclesiástico progresista. Para este autor, entre los factores que ayudan a explicar este desarrollo se encuentran sus vínculos con el Papado. A diferencia de otros casos, entre 1952 y 1964 el nuncio papal en Brasil fue un sacerdote reformista que promovió la innovación eclesial. No obstante, eran tiempos de Guerra Fría, signados por la polarización política e ideológica que teñía todos los sucesos, repercutiendo a su vez en las instituciones eclesiásticas y los movimientos laicales. Mientras, por un lado, se desarrollaba la juventud de la Acción Católica especializada con el apoyo de un grupo de obispos, sacerdotes y religiosos, por otra parte, se organizó en sentido opuesto un sector de resistencia a las nuevas propuestas de renovación católica (Gómez de Souza, ٢٠٠٤). Tal era el caso, por ejemplo, de la publicación titulada “Reforma agraria: Questão de consciência” escrita por Plinio Corrêa de Oliveira, líder fundador de la Sociedad Brasileña de Defensa de Tradición, Familia y Propiedad, y dos obispos brasileños, Antonio de Castro Mayer y Geraldo de Proença Sigaud8. Como explica Gómez de Souza (2004), es posible encontrar católicos en ambos lados del espectro político-ideológico.

Cuando los jóvenes uruguayos se vincularon con las ramas especializadas de la Acción Católica en Brasil, las mismas se encontraban atravesando fuertes procesos de cambio. Estas organizaciones habían tenido en sus orígenes un perfil conservador y clerical cuyo objetivo era cristianizar a las futuras élites brasileñas. Su interés fundamental era la formación de sus miembros en la profundización de la fe (Dias, 2008). Formaban parte de las estrategias pastorales llevadas adelante por la Iglesia católica para cristianizar el ámbito estudiantil e impedir el avance del “comunismo”.

En un boletín de la JECF brasileña de mayo de 1959 se manifestaba la preocupación del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) por la “influencia comunista” sobre las delegaciones brasileñas en los congresos estudiantiles estaduales y nacionales, así como la participación de dichas delegaciones en congresos internacionales e interamericanos. Ante esta situación, el CELAM se cuestionaba si la acción política era un campo que debía ser atendido por el movimiento estudiantil católico o si ya lo estaba siendo, así como también se solicitaba a los lectores que relataran sus experiencias al respecto. Mencionaban que habían recibido a través del Secretariado Nacional da Defesa da Fe un pedido del CELAM. Dicho consejo había lanzado en toda América Latina una “pesquisa sobre comunismo” donde se pedía la colaboración de las direcciones diocesanas y regionales de la JECF brasileña. Solicitaban que trataran este asunto en las reuniones de los equipos. Se buscaba conocer, entre otros aspectos, la extensión de la influencia comunista en el medio secundario en cada una de las diócesis, en qué otros espacios se hacía sentir la acción comunista y qué experiencias o acciones concretas habían realizado para enfrentar “o perigo comunista”.

A ação da JECF está certamente construindo alguma coisa de positivo que impede a penetração das ideias comunistas, por isso, mesmo que os resultados da pesquisa sejam alarmantes, cremos que o nosso papel é ter fé no que realizamos e não nos absorvermos numa ação direta anti-comunista, que não é nossa função. Saibamos que estamos fornecendo dados para quem deve exercer um trabalho nesse sentido. Esperamos, juntamente com o Secretariado de Defesa da Fé uma resposta rápida9.

En la misma publicación se señalaba que era posible constatar un marcado interés de la JECF por los problemas de política estudiantil. Se incentivaba a los equipos a mostrar a sus miembros la importancia que tenía la actuación en la actividad gremial. Afirmaban: “O importante é preparar-se con antecedencia! É planejar é estar presente!”10. Aunque no aparecen referencias similares en la documentación de las organizaciones uruguayas analizadas, estas estaban insertas en el mismo proyecto eclesial.

Como plantea Marcelo Ridenti (2002), en estas agrupaciones laicales convivieron distintas corrientes ideológicas, lo que impide pensarlas como monolíticas. Hacia fines de la década de 1950 e inicios de los sesenta se fueron gestando en su interior inquietudes religiosas y políticas que se manifestaron más tarde como los cuestionamientos a las ideas dominantes en la Iglesia católica y a la pasividad frente al orden establecido. Al participar del movimiento estudiantil y de la política universitaria, las ramas especializadas de la Acción Católica fueron progresivamente ampliando sus preocupaciones estrictamente religiosas y doctrinarias, y se comprometieron en las luchas por la reforma universitaria y las transformaciones estructurales del país (Dias, 2008).

A nivel global, el período estuvo signado por el pontificado del Papa Juan XXIII a partir de 1958, así como por los impactos de la Revolución Cubana en 1959 y de las luchas de independencia anticolonial en África y Asia. A nivel nacional, los jóvenes católicos brasileños se vieron confrontados por las profundas desigualdades sociales de su país y al aumento de las movilizaciones de trabajadores urbanos y rurales. En el ámbito gremial estudiantil convivieron con otras corrientes de pensamiento —sobre todo, socialistas y comunistas— a las que tuvieron que enfrentarse (Ridenti, 2002). Se nutrieron de las discusiones teóricas al interior de la propia Iglesia, en particular, de los autores franceses tales como Jacques Maritain, Emmanuel Mounier y Teilhard de Chardin.

A raíz de estos cambios, la Juventud Universitaria Católica brasileña se planteó ampliar sus objetivos políticos y, en 1960, durante el congreso de su décimo aniversario, optó por un “socialismo democrático” y por la denominada “revolução brasileira” (Ridenti, 2002)11. Además de las fuentes cristianas, se integraron algunos aportes del existencialismo y del marxismo. La JUC brasileña consiguió ganar la dirección gremial en la Unión Nacional de Estudiantes, iniciando así su hegemonía en el ámbito estudiantil; aunque, al mismo tiempo, la participación en este espacio provocó conflictos con la jerarquía eclesiástica brasileña, que condujeron en 1962 a que el ala más a la izquierda del movimiento creara junto con otras fuerzas la Ação Popular, una organización política e ideológica aconfesional. De esa manera, se dio la doble militancia de aquellos militantes jucistas que se incorporaron al nuevo movimiento (Dias, 2008).

Otro espacio de actuación para estos militantes católicos fue el Movimiento de Educação de Base creado por Paulo Freire, que procuraba concientizar y politizar especialmente a la población rural durante el proceso de aprendizaje educativo. Estas experiencias generadas en la Ação Popular fueron precursoras, como señalaba Ridenti (2002), de la teología de la liberación y de otros movimientos católicos que surgieron más adelante, como las Comunidades Eclesiales de Base.

Con la instalación de la dictadura militar en Brasil en 1964, muchos dirigentes de la Ação Popular fueron perseguidos y presos, otros pasaron a la clandestinidad o tuvieron que exiliarse, así como muchos dejaron la militancia. Asimismo, se produjo la ilegalización de los movimientos estudiantiles católicos especializados brasileños. Debido a estos motivos, fue necesario trasladar la sede del Secretariado Latinoamericano de la JECI desde Río de Janeiro a Buenos Aires. El organismo quedó conformado por Nely Saavedra, Miguel Angel Sejem y, como asesor, el presbítero Jorge Pascale por Argentina. Dicho secretariado también iba a estar encargado de la promoción de un “Plan Misionero”, que posteriormente quedó postergado debido a la reestructuración de los Secretariados de Pax Romana y JECI en América Latina12. Como se señaló antes, en 1966 ambos secretariados decidieron instalar una sede conjunta en Montevideo.

Intensificación de las redes regionales del activismo estudiantil católico uruguayo

Así como la JECI instaló el Secretariado Sudamericano en Río de Janeiro en 1958, apenas unos años más tarde, a comienzos de la década de 1960, el MIEC de Pax Romana desarrolló su proceso de regionalización en América Latina. Según Saúl Irureta, estos cambios se decidieron durante el Seminario Latinoamericano de Pax Romana MIEC sobre “Asuntos Económicos y Sociales” que se realizó en La Capilla, en la ciudad de Bogotá, Colombia, del 22 de julio al 6 de agosto de 196113. Irureta participó de este evento junto a Patricio Rodé; ambos pertenecían a la rama juvenil universitaria de la Acción Católica uruguaya, que estaba afiliada a Pax Romana. En el encuentro conocieron algunos actores católicos muy destacados e influyentes como Gustavo Gutiérrez y el sacerdote Camilo Torres Restrepo, que expuso sobre los efectos sociales del subdesarrollo.

A partir de estos intercambios, se resolvió crear un Secretariado Regional para América Latina del MIEC, que se instaló en Medellín y se oficializó al año siguiente, en 196214. Hasta esa fecha, solo contaban con un secretario latinoamericano, cargo que ocupaba el uruguayo Carlos del Castillo. La dirección del nuevo secretariado fue asumida por el colombiano Rodrigo Guerrero, encargado de coordinar las actividades de las federaciones y llevar a la práctica el programa de acción de Pax Romana en América Latina15. Además, había dos secretarios adjuntos que colaboraban con la dirección: Cristián Caro (Chile) y Saúl Irureta (Uruguay). Como parte de sus funciones en el nuevo cargo, Irureta volvió a visitar Colombia en 1962 para colaborar en la planificación del Congreso Mundial de Pax Romana, que se celebró en el Parque Hotel en Montevideo en julio de ese año16.

Así como otros movimientos estudiantiles católicos, la Juventud Universitaria Católica uruguaya estaba afiliada a dos organizaciones internacionales: la JECI y Pax Romana, que comprendía tanto a los miembros universitarios de la Acción Católica como también a las Parroquias Universitarias17. Si bien ambas organizaciones se encargaban de articular y coordinar a los diferentes grupos de estudiantes católicos, diferían en cuanto a sus orígenes y fines. Pax Romana surgió en 1921 como una “Confederación católica de los estudiantes de todo el mundo” (Pelegrí, 1972: 4). Más tarde, se extendió también a los intelectuales católicos y se constituyeron en 1947 dos ramas: la de estudiantes y la de intelectuales, bajo el nombre común de Pax Romana18. Por otra parte, la JECI fue creada en 1946 y recién se constituyó como movimiento orgánico en 1954 con la celebración del Primer Consejo Mundial en Bruselas, Bélgica, donde se aprobaron los Estatutos y el Documento de las Bases comunes. A diferencia de Pax Romana, la JECI:

no nacía con el fin de poner en relación o coordinar asociaciones de estudiantes católicos pre-existentes (...) sino como una nueva experiencia pastoral en el medio estudiantil, secundario y/o universitario, con objetivos claros que obedecían a una cierta visión teológica y eclesiológica (Pelegrí, 1972: 13).

Esta doble pertenencia institucional de los movimientos estudiantiles católicos a nivel global era considerada por algunos dirigentes y militantes católicos latinoamericanos como una duplicación de esfuerzos, por lo que se dispusieron a buscar soluciones. El camino de la negociación implicó tensiones entre ambos equipos internacionales y regionales hasta que se resolvió la instalación de un Secretariado Latinoamericano conjunto de MIEC-Pax Romana y JECI en Montevideo el 10 de junio de 196619. Este fue el resultado de una serie de gestiones entre distintos actores e instituciones católicas de la región que se habían intensificado al menos desde un año antes. En julio de 1965 se había realizado en el Colegio Pío, ubicado en el barrio montevideano de Colón, un encuentro de la JECI donde se reunió el Secretariado Latinoamericano de la JECI y “se analizaron las relaciones entre JEC y PAX ROMANA”20. Probablemente en estos intercambios estuvo presente la posibilidad de instalar un secretariado conjunto de ambos equipos en Montevideo, que se consolidó apenas un año más tarde.

A su vez, a principios de 1966 llegó una delegación de la Juventud Estudiantil Católica de Paraguay integrada por Luis Meyer, María Teresa Meyer, Américo Luparello y Carlos Alborno. Esta visita se enmarcó en el plan de trabajo del Secretariado Latinoamericano de Pax Romana. Según la JUC, los miembros de la conducción de los Secretariados de Pax Romana y JECI para América Latina, “incentivados por el CELAM”, decidieron funcionar en Montevideo en una sede compartida y con un equipo común de asesores integrado por los sacerdotes Jorge Pascale de Argentina y Bosco Salvia de Uruguay21. Para los militantes jucistas uruguayos, se trató de un primer intento de intercambio. Estos jóvenes señalaban con entusiasmo que les iba a brindar la oportunidad de recibir a muchos militantes y dirigentes extranjeros. Manifestaban sus expectativas acerca de los efectos positivos que tendría el secretariado conjunto en Montevideo, buscando provocar empatía y entusiasmo entre los militantes que aún no se encontraban demasiado convencidos con la nueva etapa:

La experiencia ha demostrado que en la medida que los movimientos se abren a la realidad latinoamericana, realidad no solo socio-política sino también eclesial, es que se va dando ese proceso de maduración que caracteriza a muchos movimientos latinoamericanos. Es una experiencia a la que no estamos acostumbrados: de nada sirve decir que ‘nosotros no necesitamos de la experiencia de otros países’ (no seamos presumidos) pero no se trata de eso, sino fundamentalmente, de confrontar experiencias vividas, de crecer conjuntamente en la crítica común. Estamos acostumbrados a recibir, debemos acostumbrarnos a dar. (...) Los que vengan, asesores, laicos de otros movimientos, vendrán a conversar sobre nuestras mutuas experiencias. Ello exige disponibilidad de parte de todos, y de cada uno en especial. No esperemos que nos llamen, pongamos en una actitud de entrega, de servicio. (...) Todos, quien más quien menos, estamos sobrecargados de trabajo, pero que siempre algún rato disponemos, ofrezcámoslo, para que del intercambio con otro militante latinoamericano, podemos construir la latinoamérica que tanto deseamos a través de una universidad respondiendo al momento histórico que vivimos22.

Los jucistas planteaban que era importante revisar la actitud expresada por los militantes de la Juventud Universitaria Católica uruguaya reviendo el futuro. En especial, se referían a los descuidos y desatenciones que se habían producido hacia los militantes paraguayos, aunque destacaban la actuación de los equipos del Instituto de Profesores “Artigas” (donde se formaban docentes de educación secundaria), Magisterio y los participantes del “Cursillo”23. Según el boletín de la JUC de mayo de 1966, “los problemas de la coordinación pastoral latinoamericana a nivel universitaria tuvieron, como las novelas rosa, un ‘happy end’”24.

Los militantes explicaban que las dificultades entre la JECI y Pax Romana se arrastraban desde hacía unos veinte años, con los orígenes de la JECI a mediados de los años cuarenta.

La mayor toma de conciencia de la misión del cristiano y de los movimientos de Acción Católica Universitaria en la realidad latinoamericana, hizo que ambos movimientos tendiesen en los hechos a adoptar una línea común y complementaria. Tanto es así que en los últimos tiempos (...). La situación era pastoralmente insostenible, y, gracias a Dios, la única salida posible fue la ensayada25.

Los jóvenes jucistas decían que ambos secretariados tendrían un presupuesto y un plan de trabajo integrado. Si bien proyectaban que existiera “un único secretariado de coordinación de la Pastoral Universitaria”, en una primera etapa continuaron funcionando los dos secretariados26. El Secretariado de Pax Romana estaba conformado por Luis Meyer (Paraguay), Serafina Ferreira (Paraguay) y Ricardo Bernardi (Uruguay), mientras que la integración del Secretariado de la JECI era más “problemática”: sus miembros eran Miguel Ángel Sejem (Argentina), Jorge Pascale y “alguien aún sin definir”27. Aunque los miembros de ambos secretariados en América Latina llegaron a conformar un secretariado conjunto en esos años, a nivel mundial siguieron funcionando como dos estructuras separadas. Dorys Zeballos resaltaba también el papel que desempeñaron los dirigentes católicos Luciano Dourado Matos y Carlos Horacio Urán, así como Silvia, una colombiana encargada de las tareas administrativas y de gestión, que colaboró en la instalación del SLA en Montevideo28. Desde entonces, la capital uruguaya se convirtió en centro del activismo estudiantil católico latinoamericano, que buscó profundizar en la conciencia latinoamericanista, uno de los rasgos más prominentes en estos sectores del catolicismo.

Entre los posibles motivos por los que el MIEC y la JECI eligieron Montevideo como centro de coordinación para ambos secretariados latinoamericanos, se puede destacar la estabilidad sociopolítica del país, caracterizado por una democracia republicana. A su vez, como señala el historiador Aldo Marchesi (2014), Uruguay contaba con una larga tradición de otorgar asilo, sumado al respeto por las libertades individuales que permanecieron vigentes hasta 1968 y convirtió al país en refugio de exiliados argentinos, brasileños y paraguayos. En el marco de la ola de autoritarismo que afectó a la región, en especial, con la instalación de la dictadura militar brasileña en abril de 1964, muchos intelectuales y dirigentes de este país fueron perseguidos y se refugiaron en Uruguay. Tal fue el caso del antropólogo Darcy Ribeiro, que trabajó como docente en la Facultad de Humanidades y Ciencias, realizando aportes sustantivos en torno a los problemas y proyectos de la Universidad de la República. Otras figuras que se exiliaron a Uruguay fueron João Goulart, presidente derrocado de Brasil; Leonel Brizola, influyente político socialista y Paulo Schilling, economista y político; por mencionar solo algunos casos. El ambiente intelectual uruguayo se vio favorecido por los intercambios políticos y las reflexiones sobre los procesos regionales. Este clima dinámico se reflejó en las diversas librerías y publicaciones, como el semanario Marcha y el diario Época, que se encontraban prohibidas en otras ciudades latinoamericanas. Sobresalían también las editoriales tales como Ediciones de la Banda Oriental, Alfa, Arca y la Editorial Pueblos Unidos del Partido Comunista Uruguayo (PCU).

Según el historiador Gerardo Leibner (2007), esta última era “la principal distribuidora de literatura comunista en todo el continente”. El PCU contaba con una posición privilegiada respecto de otros países latinoamericanos debido a su legalidad y a la libertad intelectual con la que actuaba. Ana María Bidegain subrayaba la diversidad de conexiones que existían entre los miembros del activismo estudiantil católico y estos proyectos culturales29. Por ejemplo, el vínculo con la revista Marcha era a través del intelectual católico Héctor Borrat, que además era editor en Víspera, una publicación del Centro de Documentación del MIEC.

Como enfatiza Raquel Rodríguez, existían en Montevideo numerosos eventos y espacios que los nutrían “intelectualmente más allá que los libros”30. Se organizaban distintas charlas y mesas redondas a cargo de intelectuales católicos y sacerdotes tanto uruguayos como extranjeros, entre los que se destacaban: Borrat, Alberto Methol Ferré, César Aguiar, Bosco Salvia, Arnaldo Spadaccino, Carlos Horacio Urán, Luis Alberto Gómez de Souza, Luis Meyer, Buenaventura Pelegrí, Arturo Paoli, Hugo Assman, entre muchos otros. Discutían temas de actualidad a partir de los aportes de las ciencias sociales, las humanidades y las nuevas corrientes teológicas. Entre otros asuntos, se debatía sobre la violencia o los vínculos entre marxismo y cristianismo. De acuerdo a Rodríguez, estos encuentros solían convocar a mucha gente, llegando a reunir unas ochenta o cien personas, tanto católicas como no católicas. Subrayaba que tenían “una conciencia latinoamericana muy importante como cosa de Iglesia. (...) fue una generación muy latinoamericanista”31.

Asimismo, los años sesenta estuvieron signados por un clima intelectual de insatisfacción y crítica que se reflejaba, entre otros medios, en la ensayística. Se cruzaron “el revisionismo histórico, el pensamiento crítico y el comienzo de las ciencias sociales” (Rilla, 2013: 49). Autores de distintos orígenes intelectuales y aspiraciones literarias como Mario Benedetti (en El país de la cola de paja, de 1960), Carlos Real de Azúa (en El impulso y su freno, de 1964) y Alberto Methol Ferré (en El Uruguay como problema, de 1967) realizaban diagnósticos adversos al sistema político y el arreglo social vigentes (Markarian, 2012). Para la historiadora Vania Markarian (2012), los jóvenes encontraron en esas fuentes, además de argumentos para sus posiciones políticas y polémicas doctrinarias, un lenguaje de rechazo a las supuestas complacencias y cegueras de su entorno social, que pronto derivó en épica militante.

Por otra parte, entre los distintos factores que pueden haber favorecido la instalación del SLA en Montevideo, están aquellos relacionados a las características de las agrupaciones laicales nacionales. Según Zeballos, los brasileños eran los más radicalizados mientras que los universitarios católicos uruguayos eran más moderados, lo cual generaba confianza a las organizaciones internacionales, facilitando que se consolidara esta propuesta32. A su vez, en 1966 en Uruguay aún no se habían alcanzado los niveles de represión política que ocurrieron sobre todo con la asunción de Jorge Pacheco Areco en el gobierno nacional a fines de 1967. Además, la capital montevideana presentaba más ventajas a nivel geográfico si la comparamos, por ejemplo, con Chile u otros países latinoamericanos.

A modo de cierre

Como se intentó mostrar en este trabajo, a comienzos de la década de 1960 algunos segmentos del activismo estudiantil católico uruguayo establecieron intensos contactos con agrupaciones laicales latinoamericanas vinculadas al catolicismo liberacionista. Como señala Dominella (2015a), estas instancias desempeñaron un papel central en la formación de los estudiantes católicos y de los sacerdotes que los acompañaban en la mirada crítica de la realidad y en la fundamentación teológica de esta forma de vivir la fe estrechamente ligada al compromiso histórico. Estas redes fueron fundamentales en la profundización del latinoamericanismo que caracterizó a estas generaciones.

Como producto de esos intercambios, en 1966 se decidió instalar en Montevideo un Secretariado Latinoamericano conjunto del MIEC-JECI. La capital uruguaya aunaba diversas condiciones que favorecían el desarrollo de las relaciones eclesiales del activismo juvenil católico. Entre otras, presentaba rasgos de tolerancia cultural y libertad política favorables para la circulación de corrientes renovadoras del catolicismo. Sin embargo, ese clima se encontraba en progresiva caída debido al aumento de las tensiones sociales y el deterioro incesante de la institucionalidad democrática, producto del recrudecimiento de la Guerra Fría en Latinoamérica. Con el correr de los años sesenta, la violencia política fue adquiriendo cada vez más peso, lo que motivó finalmente el traslado de la sede del SLA desde Montevideo a Lima en 1972.

Bibliografía

Fuentes

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Entrevistas realizadas por la autora:

Entrevista a Ana María Bidegain, Montevideo, 11 de diciembre de 2015.

Entrevista a Daisy Solari y Saúl Irureta, Montevideo, 16 de diciembre de 2014.

Entrevista a Dorys Zeballos, Santiago de Chile, 26 de mayo de 2016.

Entrevista a Raquel Rodríguez Sanguinetti, Montevideo, 7 de febrero de 2017.

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1 Este trabajo se enmarca en una investigación más amplia vinculada a mi tesis de maestría en Ciencias Humanas, opción Estudios Latinoamericanos, en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República (Montevideo, Uruguay), defendida y aprobada en 2018, y a mi actual proyecto de doctorado en Historia en la misma casa de estudios sobre juventudes católicas en Uruguay en las décadas de 1950 y 1960 (García Mourelle, 2019). Ambos estudios han sido financiados por la Comisión Académica de Posgrado de la Universidad de la República. Agradezco los valiosos comentarios realizados por la Dra. Virginia Dominella durante el desarrollo del “Grupo de Trabajo 5: Configuraciones y prácticas religiosas en espacios locales y regionales”, que coordinó junto a Inés Barelli en el marco de las X Jornadas Ciencias Sociales y Religión llevadas a cabo en Buenos Aires del 20 al 22 de noviembre de 2019.

2 Acción Católica del Uruguay (1943), Estatutos de la Acción Católica del Uruguay, Montevideo, s/e.

3 En esos años las ramas especializadas en el medio estudiantil de la Acción Católica en Brasil eran la Juventude Universitária Católica (movimiento mixto, afiliado a Pax Romana) y la Juventude Estudantil Católica (ramas femenina y masculina).

4 Secretariado Sudamericano JECI (1959), “Nosotros, estudiantes del mundo”, Río de Janeiro, Brasil, Fondo documental conservado por el Espacio Parroquia Universitaria y el MPC. La sede del Secretariado Sudamericano de la JECI estaba ubicada en la avenida Miguel Lemos 97 en el barrio Copacabana de Río de Janeiro. Secretariado Sudamericano JECI (1960), “Secretariado Sudamericano JECI”, Río de Janeiro, Brasil, Fondo documental conservado por el Espacio Parroquia Universitaria y el MPC.

5 Equipo Nacional de la JECF (1959), “Do Nacional da JECF para você”, Brasil, Fondo documental conservado por el Espacio Parroquia Universitaria y el MPC.

6 Entrevista realizada a Daisy Solari y Saúl Irureta por Lorena García Mourelle en Montevideo el 16 de diciembre de 2014. Daisy Solari fue fundadora de la Juventud Estudiantil Católica Femenina uruguaya en 1960. Fue dirigente de la Juventud Universitaria Católica uruguaya desde 1963 hasta 1965, que contrajo matrimonio con Saúl Irureta, impulsor de la Juventud Universitaria Católica uruguaya a principios de los años sesenta. Solari y otros miembros de la Acción Católica uruguaya participaron también en la II Sesión Sudamericana de Estudios de la JECI en la ciudad de Rosario (Santa Fe, Argentina) en septiembre de 1959. Secretariado Sudamericano JECI (1959), “Nosotros, estudiantes del mundo”, Río de Janeiro, Brasil, Fondo documental conservado por el Espacio Parroquia Universitaria y el MPC.

7 Entrevista realizada a Daisy Solari y Saúl Irureta por Lorena García Mourelle en Montevideo el 16 de diciembre de 2014.

8 Por más información, cfr. Zanotto (2010).

9 JECF (mayo de 1959), “JECF do Nacional para voce”, Brasil, Fondo documental conservado por el Espacio Parroquia Universitaria y el MPC. Según un boletín de la JECF de Brasil publicado un mes después de este artículo, en junio de 1959, la organización no había recibido aún respuesta sobre la solicitud. JECF (junio de 1959), “JECF do Nacional para voces”, Brasil, Fondo documental conservado por el Espacio Parroquia Universitaria y el MPC.

10 JECF (mayo de 1959), “JECF do Nacional para voce”, Brasil, Fondo documental conservado por el Espacio Parroquia Universitaria y el MPC.

11 Según Ridenti (2002), la Juventud Universitaria Católica brasileña existía antes de 1950 pero sus miembros tomaban dicho año como fecha de surgimiento porque desde entonces se había organizado a nivel nacional al interior de la Acción Católica.

12 JUC (noviembre de 1965), “Boletín”, Uruguay, Fondo documental conservado por el Espacio Parroquia Universitaria y el MPC. Estas resoluciones fueron convenidas durante la Reunión del Comité Latinoamericano de la JECI en Buenos Aires sobre Pastoral Universitaria de Conjunto para América Latina y Plan Misionero a principios de 1965. Como delegados uruguayos asistieron Enrique Mendive y Beatriz (aunque no especifica el apellido, probablemente era Beatriz Cardellino). JUC (julio de 1965), “Boletín”, Uruguay, Fondo documental conservado por el Espacio Parroquia Universitaria y el MPC.

13 Entrevista realizada a Daisy Solari y Saúl Irureta por Lorena García Mourelle en Montevideo el 16 de diciembre de 2014. Saúl Irureta fue uno de los fundadores de la Juventud Universitaria Católica uruguaya en los primeros años de la década de 1960. En 1962 fue designado secretario adjunto del Secretariado Regional para América Latina de Pax Romana, que se instaló en Medellín, Colombia. Militaba en el Centro de Estudiantes de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República. En ١٩٦٥ se casó con Daisy Solari, impulsora de la Juventud Estudiantil Católica Femenina uruguaya. Los documentos elaborados en el Seminario Latinoamericano de Pax Romana MIEC de 1961 se pueden consultar en Pax Romana-MIEC (1961), “Seminario Latinoamericano de Pax Romana MIEC: Asuntos Económicos y Sociales”, Colombia, [disponible en https://archive.org/stream/mensajesdiscurso00semi/mensajesdiscurso00semi_djvu.txt].

14 Entrevista realizada a Daisy Solari y Saúl Irureta por Lorena García Mourelle en Montevideo el 16 de diciembre de 2014.

15 Pax Romana (1962), “Pax Romana”, Friburgo, Suiza, Fondo documental conservado por el Espacio Parroquia Universitaria y el MPC.

16 Entrevista realizada a Daisy Solari y Saúl Irureta por Lorena García Mourelle en Montevideo el 16 de diciembre de 2014.

17 Los movimientos miembros de la JECI en América Latina eran aquellos que estaban oficialmente afiliados a la JECI, aceptaban las bases comunes y formaban el Consejo Mundial. En 1963, pertenecían a este grupo los movimientos especializados de Acción Católica en Argentina, Brasil, Chile, Cuba, Haití y Uruguay. Mientras que los movimientos colaboradores de la JECI (tomaban parte activa en los trabajos y actividades de la JECI en el plano regional y mundial y se beneficiaban de los servicios de la JECI) provenían de Bolivia, Haití y Uruguay. Secretariado Nacional de la JEC (1963), “Fermento no meio. JEC. Caderno 11”, Río de Janeiro, Brasil, Fondo documental conservado por el Espacio Parroquia Universitaria y el MPC.

18 Pax Romana (1962), “Estatutos”, Montevideo, Fondo documental conservado por el Espacio Parroquia Universitaria y el MPC.

19 JUC (1966), “Boletín”, Uruguay, Fondo documental conservado por el Espacio Parroquia Universitaria y el MPC. Del 1 al 5 de julio de 1966 se realizó en Montevideo la reunión del Departamento de Pastoral Universitaria del CELAM con los Secretariados de JEC y Pax Romana.

20 JUC (julio de 1965), “Boletín”, Uruguay, Fondo documental conservado por el Espacio Parroquia Universitaria y el MPC.

21 JUC (mayo de 1966), “Juventud Universitaria Católica. Boletín”, Uruguay, Fondo documental conservado por el Espacio Parroquia Universitaria y el MPC. El ٦ de mayo de ١٩٦٦ el arzobispado de Montevideo había designado al presbítero Bosco Salvia como asesor arquidiocesano de la JUC y al presbítero Javier Artola como vice-asesor de la misma. Salvia cumplió esas funciones hasta que pasó a integrar el SLA a mediados de dicho año. Ponce, Haroldo (6 de mayo de 1966), “Montevideo, 6 de mayo de 1966. V.23/966”, Montevideo, Uruguay, Archivo de la Curia Arquidiocesana de Montevideo. Carpeta Arquidiócesis de Montevideo. H_2_1.2 Archivo.

22 JUC (1966), “Boletín”, Uruguay, Fondo documental conservado por el Espacio Parroquia Universitaria y el MPC.

23 Seguramente se referían al “Cursillo de formación” que se realizó en 1966 en la sede de la JUC. Estuvo dividido en tres partes: Apertura eclesial (15, 22 y 29 de mayo); Apertura social e institucional (5 de agosto) y Apertura comunitaria personal (12 y 19 de agosto). JUC (1966), “Boletín”, Uruguay, Fondo documental conservado por el Espacio Parroquia Universitaria y el MPC.

24 JUC (1966), “Boletín”, Uruguay, Fondo documental conservado por el Espacio Parroquia Universitaria y el MPC.

25 JUC (mayo de 1966), “Juventud Universitaria Católica. Boletín”, Uruguay, Fondo documental conservado por el Espacio Parroquia Universitaria y el MPC.

26 JUC (mayo de 1966), “Juventud Universitaria Católica. Boletín”, Uruguay, Fondo documental conservado por el Espacio Parroquia Universitaria y el MPC.

27 JUC (mayo de 1966), “Juventud Universitaria Católica. Boletín”, Uruguay, Fondo documental conservado por el Espacio Parroquia Universitaria y el MPC.

28 Dorys Zeballos era estudiante de profesorado de literatura y desde 1965 participaba en el Centro de Estudiantes del Instituto de Profesores “Artigas”, donde fue designada como delegada por el orden estudiantil al Consejo Asesor y Consultivo de la dirección de dicho instituto. Fue militante católica de la Juventud Universitaria Católica uruguaya e integró el equipo coordinador de este movimiento a partir de noviembre de 1965 hasta 1967. Entrevista realizada a Dorys Zeballos por Lorena García Mourelle en Santiago de Chile el 26 de mayo de 2016.

29 Entrevista realizada a Ana María Bidegain por Lorena García Mourelle en Montevideo el 11 de diciembre de 2015. Ana María Bidegain es historiadora (Doctorado Université Catholique De Louvain, Bélgica) y ex militante del Movimiento de Cristianos Universitarios desde el año de su creación en 1968. Se casó con Carlos Horacio Urán, militante católico colombiano, que integró el Secretariado Latinoamericano conjunto de MIEC y JECI en Montevideo. Tuvieron cuatro hijas. En 1971 Bidegain y su familia debieron exiliarse en Colombia debido a la agudización del clima represivo en Uruguay.

30 Entrevista realizada a Raquel Rodríguez Sanguinetti por Lorena García Mourelle en Montevideo el 7 de febrero de 2017. Raquel Rodríguez Sanguinetti fue militante del Movimiento de Cristianos Universitarios desde el año de su creación en 1968. En 1974 se convirtió en la primera mujer electa secretaria general de la JECI.

31 Entrevista realizada a Raquel Rodríguez Sanguinetti por Lorena García Mourelle en Montevideo el 7 de febrero de 2017.

32 Entrevista realizada a Dorys Zeballos por Lorena García Mourelle en Santiago de Chile el 26 de mayo de 2016.