La protesta estudiantil. Características y proyecciones de las movilizaciones en la UBA en la segunda mitad de los años noventa
Yann Cristal*
Cuadernos del Sur - Historia 50 (2021), 247-276, E-ISSN 2362-2997
En este artículo investigamos el ciclo de protesta estudiantil desarrollado en la segunda mitad de la década de 1990 en la Universidad de Buenos Aires frente a las políticas impulsadas por el gobierno de Carlos Menem, analizando sus características y proyecciones. Buscamos demostrar que el movimiento estudiantil tuvo un impacto decisivo sobre las políticas universitarias del período y, como resultado, sobre la fisonomía actual de la universidad pública en la Argentina, particularmente en relación al sostenimiento de la gratuidad y el ingreso irrestricto, que la distinguen de otros casos latinoamericanos. Asimismo, intentamos destacar el lugar de los reclamos estudiantiles en la dinámica más general del conflicto social frente a las llamadas políticas neoliberales en la Argentina. A través de un heterogéneo abanico de fuentes, que incluye notas periodísticas, materiales producidos por el movimiento estudiantil, encuestas, entrevistas, censos y documentos institucionales, buscamos reconstruir las acciones y los alcances de un actor que ha sido escasamente indagado aun en el campo de la historia reciente.
Palabras clave
movimiento estudiantil
Universidad de Buenos Aires
neoliberalismo
Fecha de recepción
29 de diciembre de 2020
Aceptado para su publicación
25 de junio de 2021
* UBA / IDAES-UNSAM / CONICET. Correo electrónico: ycristal@yahoo.com.
Resumen
In this article we investigate the cycle of student protest developed in the second half of the 1990s at the University of Buenos Aires against the policies promoted by Carlos Menem’s government, analysing its characteristics and projections. We seek to demonstrate that the student movement had a decisive impact on the university policies of the period and, as a result, on the current physiognomy of the public university in Argentina, particularly in relation to the maintenance of gratuity and unrestricted admission, which distinguish it from other Latin American cases. Likewise, we try to show the place of student claims in the dynamics of social conflict against the so-called neoliberal policies in Argentina, problematizing their striking absence in the existing literature on those years. Through a heterogeneous range of sources, which include press news, materials produced by the student movement, surveys, interviews, censuses and institutional documents, we seek to reconstruct the actions and scope of an actor that has been scarcely investigated yet by the field of recent history.
Keywords
student movement
University of Buenos Aires
neoliberalism
Abstract
277-298
Ar
Introducción
El 31 de mayo de 1995, una masiva movilización de decenas de miles de estudiantes bloqueó el Congreso Nacional y logró postergar el tratamiento del proyecto de Ley de Educación Superior (LES) impulsado por el gobierno de Carlos Menem. Visiblemente molesto por la situación, el entonces presidente no dudó en calificar a la protesta como “sediciosa” y “antidemocrática”. “Pretenden la violencia para crear algún tipo de mártir”, afirmó Menem en relación a los y las estudiantes que la noche anterior habían tomado 25 universidades nacionales1. Las palabras de Menem tuvieron en cierta forma un carácter premonitorio: las manifestaciones de ese año abrieron un ciclo de protesta estudiantil que atravesó el conjunto de su segunda presidencia, entre 1995 y 1999, alimentando el conflicto social y el crecimiento de la oposición al gobierno.
En el presente trabajo analizamos el desarrollo de este ciclo de protesta estudiantil en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y sus proyecciones sobre la política nacional y la universidad argentina. Buscamos demostrar que el movimiento estudiantil universitario, particularmente el de la UBA, fue un actor significativo en la dinámica del conflicto social contra las llamadas políticas neoliberales en la Argentina y que las manifestaciones de esos años influyeron decisivamente en la fisonomía de la universidad pública en democracia, caracterizada por una serie de rasgos, como la gratuidad y el ingreso irrestricto, que la distinguen de otros casos latinoamericanos. Nos proponemos en particular contribuir a tres campos de estudios: la historia social y política argentina reciente, la historia de la universidad pública en nuestro país y la historia del movimiento estudiantil argentino.
Cabe señalar que estos tres espacios disciplinares han prestado hasta el momento escasa atención al movimiento estudiantil universitario en democracia. La historia reciente, un campo con un importante desarrollo en los últimos tiempos (Franco y Lvovich, 2017), ha comenzado a indagar hace relativamente poco la posdictadura argentina, concentrándose en la década de 1980. Existen trabajos en relación a los años noventa, mayormente desde la sociología, la economía y la ciencia política, en torno de las transformaciones e impactos de las políticas del menemismo y de los procesos de conflicto social, pero en ellos no hay prácticamente referencias al movimiento estudiantil2. Más llamativa aún es su ausencia en los trabajos que indagaron los alcances y límites de las políticas de reforma al sistema universitario durante los noventa. Algunos escritos se interrogaron sobre la realidad universitaria desde el punto de vista del estudiantado, pero, en general, se ha desdibujado el papel del movimiento estudiantil como un actor que tuvo incidencia decisiva en la definición de políticas universitarias3. Finalmente, dentro de la rica historia sobre el movimiento estudiantil argentino, el análisis específico sobre la etapa posterior a 1983 y, en particular, sobre los años noventa, cuenta aún con muy pocas indagaciones. Algunos trabajos examinaron la oposición estudiantil a la LES en universidades específicas y existen referencias en libros más abarcativos, pero no se cuenta todavía con casi ninguna investigación sistemática del período4.
A partir de estas cuestiones, en el presente artículo planteamos tres apartados para aproximarnos a nuestro objeto de estudio. En el primero de ellos, recorremos los principales hitos del ciclo de protesta estudiantil iniciado en 1995. En el segundo, analizamos las características y proyecciones de las movilizaciones estudiantiles y buscamos problematizar la llamativa ausencia del movimiento estudiantil dentro de la literatura sobre la protesta social en la Argentina de los noventa. Finalmente, en el tercer apartado, nos aproximamos a las perspectivas políticas de las movilizaciones universitarias a partir del análisis de dos agrupaciones: Franja Morada, brazo estudiantil de la UCR, y La Corriente – Corriente Estudiantil Popular Antiimperialista (CEPA), agrupación de izquierda que llegó a convertirse en segunda fuerza dentro de la UBA. Para desarrollar nuestra investigación apelamos a un variado abanico de fuentes, que incluye notas periodísticas, materiales producidos por el movimiento estudiantil como volantes y plataformas, encuestas, entrevistas, censos y documentos institucionales.
Las movilizaciones estudiantiles en la segunda mitad de los noventa
Durante la segunda presidencia de Carlos Menem, entre 1995 y 1999, el movimiento estudiantil universitario fue protagonista de recurrentes manifestaciones contra las políticas universitarias impulsadas por aquel gobierno. El punto de partida fueron las masivas movilizaciones contra la aprobación de la LES en 1995. A partir de ese año, el movimiento estudiantil irrumpió en la escena pública y nutrió el ascenso de la conflictividad social frente al menemismo, logrando a la vez limitar el avance de las llamadas políticas neoliberales hacia la universidad. En este apartado recorremos los principales hitos de este ciclo de protesta estudiantil, poniendo el foco en la Universidad de Buenos Aires5.
Entre abril y junio de 1995, se desató el conflicto estudiantil universitario más importante desde el regreso de la democracia en Argentina. Miles de estudiantes de todo el país protagonizaron tomas de universidades y masivas movilizaciones contra la promulgación de la LES, que ocuparon la tapa de los medios de prensa e instalaron los reclamos en la escena nacional. La LES se inscribía dentro de una “agenda internacional de modernización de los sistemas educativos superiores” (Mollis, 2008: 509) impulsada por organismos como el Banco Mundial, que otorgó un préstamo millonario para financiar la reforma. Los estudiantes cuestionaban que la ley abría la posibilidad para el arancelamiento, la imposición de mayores restricciones al ingreso y que varios de sus artículos violaban la autonomía y el cogobierno. De este modo, el programa estudiantil se apoyó en los principios de la Reforma Universitaria y los vinculó a un diagnóstico sobre la situación de la Argentina, denunciando la injerencia de los organismos internacionales de crédito. Como analizaremos en el próximo apartado, el conflicto también exhibió una serie de repertorios de movilización novedosos para el movimiento estudiantil en democracia, como las tomas efectivas de facultades o los cortes de calles simultáneos que implicaron niveles de confrontación mayores en relación a los años precedentes. Otro de los rasgos salientes fue que las protestas ocurrieron inmediatamente antes y después de la reelección de Menem. De este modo, la protesta estudiantil contribuyó a la continuidad del ciclo de protesta social abierto hacia fines de 1993, anticipando el paulatino desgaste del menemismo durante su segundo mandato.
El punto más álgido del conflicto llegó justamente tras los comicios presidenciales de mayo de 1995, cuando Menem decidió avanzar con la LES a toda costa. Frente al tratamiento en la Cámara de Diputados, 25 de las 33 universidades nacionales fueron tomadas por los estudiantes y una masiva movilización bloqueó el Congreso, forzando que la sesión quedara sin quórum6. El hecho fue vivido por los y las estudiantes como un verdadero triunfo. Una semana más tarde, el gobierno “blindó” el Congreso y finalmente logró la aprobación, pero pagando un costo político alto para conseguir su objetivo. De hecho, si bien la ley terminó siendo promulgada, muchos de sus puntos más cuestionados no pudieron implementarse7.
Tras el conflicto de 1995, las movilizaciones estudiantiles se reforzaron, con importante cantidad de acciones en 1997 y 1999. El primer eje de las protestas estudiantiles post-1995 tuvo que ver con impedir o limitar los alcances de las reformas que propiciaba la LES dentro de la universidad. De este modo, por ejemplo, se llegó al fallo del juez Ernesto Marinelli, que hizo lugar al pedido de inconstitucionalidad de varios artículos de la LES planteado por la UBA y la eximió de adecuar sus estatutos a la nueva Ley, marcando una diferencia con el resto de las universidades nacionales8. Al mismo tiempo, los estudiantes plantearon su oposición a medidas que percibían como vinculadas a la LES dentro de la UBA. En particular, el rectorado impulsó una reforma curricular para modificar los planes de estudio de sus carreras que generó una fuerte resistencia estudiantil. El proyecto, bautizado por algunas agrupaciones como “Reforma Shuberoff”, por el apellido del entonces rector, tenía como eje la división de las carreras de grado en dos ciclos, contemplando un tercer ciclo correspondiente a los estudios de posgrado9. Finalmente, solo dos facultades, Ciencias Económicas y Agronomía, terminaron avanzando hacia la reforma curricular, dato indicativo de la oposición que generó el proyecto dentro de la universidad porteña.
El segundo eje de conflicto se vinculó a la cuestión presupuestaria, en un contexto de marcado ajuste fiscal. En 1997, se desataron nuevas tomas de facultades en Ciencias Exactas y Naturales y Filosofía y Letras, por mayor presupuesto y contra el Fondo para el Mejoramiento de la Calidad Educativa (FOMEC)10. El FOMEC, creado como parte del Programa de Reformas para la Educación Superior impulsado por el menemismo, promovía la asignación de partidas presupuestarias dirigidas según el proyecto o la institución y era considerado por los estudiantes como una forma de “chantaje presupuestario”11. En 1999, por su parte, las universidades atravesaron un intenso estado deliberativo a partir del anuncio de un recorte educativo de 280 millones de pesos, por parte del entonces ministro de economía, Roque Fernández. Semejante poda recibió la oposición hasta de la ministra de educación, Susana Decibe, quien renunció a los pocos días12. La semana siguiente a la noticia, Oscar Shuberoff, rector de la UBA, anunció que, si se mantenía la medida, la universidad porteña directamente cerraría sus puertas13. El recorte se transformó entonces en un eje nacional de protesta con cortes, tomas de facultades y una masiva movilización de 30.000 personas a la Plaza de Mayo14. Finalmente, el gobierno dio marcha atrás, lo que representó una fuerte derrota política en su último año en el poder.
En síntesis, las protestas estudiantiles fueron una constante durante el segundo gobierno de Menem y un dolor de cabeza recurrente para el entonces presidente. Con momentos de auge en 1995, 1997 y 1999, las movilizaciones universitarias ocuparon en varios momentos el centro de la escena política nacional. Finalmente, por su dimensión y ubicación en la capital del país, las manifestaciones dentro de la UBA tuvieron un impacto particularmente destacado.
Características y proyecciones de la protesta estudiantil
Al calor de las movilizaciones antes descriptas, el movimiento estudiantil universitario fue adquiriendo una serie de características novedosas, que definieron nuevos horizontes de sentido en relación a los años precedentes. A la vez, las proyecciones de la protesta estudiantil desbordaron los marcos de la universidad, incidiendo de modos diversos sobre la realidad nacional. Este hecho contrasta, como intentaremos problematizar, con su llamativa ausencia dentro del campo de estudios sobre la protesta social en la Argentina de los noventa.
El primer rasgo saliente de las protestas estudiantiles tuvo que ver con su masividad, su alcance nacional y el grado de confrontación que supusieron las medidas de lucha adoptadas. En los momentos de auge de los distintos conflictos descriptos, decenas de miles de estudiantes se volcaron a las calles en todo el país, particularmente en Buenos Aires, y casi la totalidad de las universidades nacionales fueron tomadas. La Federación Universitaria Argentina (FUA), tuvo un papel importante en la coordinación nacional del conflicto. A la vez, los repertorios de movilización resultaron novedosos, en particular, el recurso de la toma efectiva de los establecimientos universitarios. Si bien habían ocurrido tomas simbólicas en distintos momentos desde 1983, ahora se llevaban a cabo tomas en las que, por ejemplo, en el caso de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA en 1995, “cientos de estudiantes, disciplinadamente, se habían hecho cargo de la entrada y la seguridad del pabellón II”, bloqueando el acceso de autoridades y profesores15. No todas las tomas posteriores fueron efectivas (algunas adoptaron la modalidad de “toma-vigilia”), pero ese formato se transformó desde entonces en un recurso disponible. Los cortes de calle con interrupción total del tránsito vehicular también supusieron un salto en los niveles de enfrentamiento, así como el bloqueo al Congreso que ocurrió en 1995. En definitiva, se expresaba una voluntad de confrontación superior a la registrada hasta el momento en democracia.
Esta actitud confrontativa tenía como base percepciones profundas sobre la realidad nacional y universitaria. De un lado, en 1995, la intención de voto de Menem entre los estudiantes de la UBA era solo del 19%, cuando en Capital Federal, Menem obtendría el 41,5% (Toer, 1998: 104). La oposición al gobierno era amplia mayoría dentro del alumnado. A la vez, una encuesta llevada a cabo algunos meses antes del conflicto de 1995 reflejaba que la universidad estatal era ponderada por los y las estudiantes de la UBA al tope de una lista de instituciones nacionales en función de su “importancia”, al nivel de los tres poderes del estado (Toer, 1998: 117). La universidad lideraba por lejos el ranking en relación a la “confianza” que se otorgaba a las instituciones (6,7 puntos en un índice de 1 a 10, frente a 3,3 del Poder Judicial, 3,7 del Legislativo y 3,6 del Ejecutivo). En un contexto de privatizaciones y avance aparentemente imparable del menemismo, que caminaba a su reelección, la universidad pública era percibida por buena parte del estudiantado como lo único que quedaba en pie. Su defensa debía sostenerse a cualquier costo.
En el mismo sentido, el programa estudiantil en estos años combinó reivindicaciones universitarias como la defensa de la autonomía, el cogobierno, la gratuidad y el ingreso irrestricto, con una oposición frontal y más general al gobierno de Menem, que la dotó de rasgos novedosos. Por ejemplo, el movimiento estudiantil universitario confluyó en reiteradas ocasiones con sectores sindicales opositores y el emergente movimiento piquetero. La FUA fue integrante, junto a la CTA (Central de Trabajadores Argentinos), el MTA (Movimiento de Trabajadores Argentinos) y la CCC (Corriente Clasista y Combativa), de la Mesa de Enlace, que convocó a diversas acciones de protesta, como la Segunda Marcha Federal, en julio de 1997. Esta movilización reunió a 70.000 personas de todas las provincias del país en la Plaza de Mayo (Laufer y Spiguel, 1999). Otro hecho de confluencia ocurrió en relación a la Carpa Blanca instalada por docentes de la CTERA frente al Congreso entre 1997 y 1999, que “se convirtió en un símbolo de la defensa de la educación pública en el país frente a las políticas de reforma y la crisis de financiamiento” (Pereyra, 2008: 71).
A la vez, el movimiento estudiantil hilvanó una reapropiación de la militancia de los años sesenta y setenta, en un contexto de transformaciones de los sentidos dominantes en la sociedad sobre la última dictadura militar (Lvovich y Bisquert, 2008). En 1996, a veinte años del último golpe de Estado, hizo su aparición pública la agrupación Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio (H.I.J.O.S.), conformada centralmente por hijos e hijas de detenidos-desaparecidos. Muchas y muchos de ellos eran estudiantes universitarios (Bonaldi, 2006: 149) y combinaban militancia estudiantil con militancia por los derechos humanos, verificándose una “fuerte presencia de H.I.J.O.S. en las luchas que la comunidad educativa universitaria encaró para enfrentar las políticas educativas del menemismo” (Cueto Rúa, 2016: 11). Como veremos en el próximo apartado, todo este marco influyó decisivamente sobre las agrupaciones estudiantiles, tanto en relación a su fisonomía interna como a su incidencia relativa dentro de los centros de estudiantes.
Al mismo tiempo, cabe destacar elementos de la dinámica política universitaria y nacional que influyeron sobre las protestas estudiantiles. Por un lado, la postura opositora de los rectores llevó a una confluencia de hecho, en varias oportunidades, entre movimiento estudiantil y autoridades universitarias, que no estuvo exenta de tensiones. La coincidencia fue más nítida en relación a las cuestiones presupuestarias, como en 1999, mientras en otros momentos se acentuaron los conflictos intrauniversitarios, como en el caso de la reforma curricular promovida por el rectorado de la UBA. Asimismo, cabe resaltar la cobertura que otorgaron algunos medios de comunicación a las movilizaciones estudiantiles de estos años. Clarín, por ejemplo, dedicó al conflicto universitario de 1999 cinco portadas en doce días16. Este hecho fue una expresión de disputas más generales que se dieron entre distintos sectores dominantes a partir de 1996 y que se reflejaron en las pujas entre Carlos Menem, Eduardo Duhalde y Domingo Cavallo, y en la postura opositora que fue adoptando el Grupo Clarín (Novaro, 2009). En un contexto de fuertes manifestaciones sociales, la protesta estudiantil aprovechó todas estas contradicciones para plasmar sus reclamos y limitar los intentos del gobierno por reformar la universidad pública.
Como ya anticipamos, la asiduidad y masividad de las protestas estudiantiles, su presencia mediática y sus grados de articulación con otros sectores, contrastan con la llamativa ausencia del movimiento estudiantil en la literatura existente sobre el período que investigamos, en particular en los estudios sobre la conflictividad social bajo el menemismo17. Si bien es indudable que sectores como los de trabajadores desocupados, que concentraron el foco de esos escritos, ocuparon un lugar central en la dinámica de la protesta social en los noventa, los estudiantes universitarios tuvieron un lugar destacado, que no fue considerado. Por ejemplo, el año 1995 representó una suerte de impasse para el movimiento social y los masivos reclamos estudiantiles de ese año sostuvieron la conflictividad en las calles. Trabajos como el de Federico Schuster y otros investigadores (Schuster et al., 2006) demuestran con datos empíricos que en 1995 las acciones de protesta estudiantiles lideraron las del conjunto de “organizaciones civiles” por encima de las de “vecinos/pobladores/habitantes” (categoría que incluye a los “piqueteros”). En 1997, incluso, el número de acciones de ambos sectores vuelve a igualarse. A la vez, al ocurrir en la Capital Federal, las protestas de estudiantes de la UBA contribuyeron a otorgar visibilidad al ciclo de protesta social más general en el que se inscribían.
Por otra parte, las movilizaciones estudiantiles podrían colaborar en la comprensión de la creciente oposición al menemismo de un amplio espectro de sectores medios a fines de los noventa18. Adamovsky (2009: 433), por ejemplo, remarca que el acceso a la educación pública como valor histórico de la “clase media” argentina, concebido como medio de ascenso social y realización personal, fue puesto en crisis por el menemismo. En este sentido, la resistencia estudiantil al arancelamiento universitario interactuó, sin dudas, con las expectativas de vastos sectores medios en relación al sostenimiento de la educación como un lugar central para el desarrollo social e individual.
No pretendemos ofrecer conclusiones taxativas respecto a los motivos de las omisiones del movimiento estudiantil en la literatura sobre el período. Una explicación posbile sería que la emergencia de los llamados “nuevos movimientos sociales”, como las organizaciones piqueteras, pueda haber generado un descuido entre los investigadores hacia “viejos movimientos sociales” como el movimiento estudiantil universitario. Desde este punto de vista, cabe preguntarse sobre los alcances y límites de la propia noción de “nuevos movimientos sociales” como categoría analítica para analizar la compleja realidad social de esos años19.
Un aspecto a tener en cuenta es que la protesta social en los noventa brotó en gran medida desde “los márgenes” (geográficos, sociales) de la Argentina. En este sentido, quizá no se haya considerado prioritario ponderar, en simultáneo, el papel de un actor ubicado en “el centro”, como el movimiento estudiantil, en particular el de la Universidad de Buenos Aires. No obstante, fue justamente su ubicación geográfica en la Capital, centro del poder político de la Argentina, y en un espacio de prestigio como la UBA, el que otorgó al estudiantado porteño un lugar específico en la dinámica general de la protesta social. Los reclamos estudiantiles lograron un impacto, una visibilidad, una legitimidad y una capacidad de articulación con otros sectores que fueron mucho más allá de la universidad misma y que, en el cuadro general de la lucha de clases en la Argentina de los noventa, contribuyeron a la creciente unidad contra las llamadas políticas neoliberales en el país.
Protesta universitaria y política estudiantil
A lo largo de este ciclo de protesta, un amplio abanico de agrupaciones estudiantiles intervinieron de modo diverso, expresando, y a la vez influyendo sobre el movimiento a partir de distintos horizontes políticos. En un contexto de unidad de acción frente al menemismo, también se dieron fuertes disputas en los centros de estudiantes, que impactaron sobre el desarrollo de los reclamos. En este sentido, las perspectivas políticas de la protesta estudiantil pueden evaluarse a partir de la interacción entre dos elementos. De un lado, el sostenimiento de la hegemonía de Franja Morada en los centros de estudiantes y, del otro, el avance de fuerzas de izquierda e independientes que comenzaron a disputar la dirección a los radicales, entre las que se destacó La Corriente – CEPA.
En relación a Franja Morada, un punto de partida para el análisis está dado por la siguiente paradoja: en 1995, Franja logró uno de sus mejores desempeños electorales en la UBA desde 1983 el mismo año que la UCR realizó su peor elección presidencial hasta entonces (Novaro, 2009). Franja tenía una valoración crítica de la situación interna de la UCR, a la que veía en aguda crisis desde el Pacto de Olivos. La agrupación universitaria proponía “una renovación de la identidad partidaria” basada en dos acciones: “recuperar el perfil opositor del radicalismo” y “llevar nuevamente al radicalismo a la calle junto al pueblo”20.
En este marco, y en el contexto de fuerte conflictividad estudiantil contra la LES, se produjeron cambios y reconfiguraciones en Franja Morada en relación a los años precedentes21. Uno de ellos estaba ligado a una mayor voluntad de confrontación. En su oposición a la LES, Franja hizo propia la defensa de los principios de la Reforma, pero reivindicó un elemento nuevo: la combatividad de los reformistas de 1918. El contexto de enfrentamiento estudiantil al menemismo es inescindible de estas mutaciones. Como señala Martín Scotto, secretario general de Franja Morada de la UBA en 1995, “eran como dos polos y esos polos se potenciaban. Yo creo que no hubiera habido Franja fuerte de los noventa si no hubiese habido menemismo”22. Otro elemento que distinguió a Franja en los noventa fue su mirada sobre el pasado reciente, a partir de ciertas reconsideraciones sobre los años sesenta y setenta, muy criticados por la agrupación en los ochenta. Según Martín Scotto,
La Franja hizo un gran esfuerzo por recuperar el terreno que había perdido el radicalismo con la Obediencia Debida y el Punto Final. Hubo un acercamiento muy importante con los organismos de derechos humanos, en todas las facultades donde estaba la Franja poníamos placas con los nombres de los estudiantes desaparecidos, y las descubría [Estela de] Carlotto, Nora Cortiñas. (…) Y nosotros siempre queríamos participar de la organización de las Marchas de la Resistencia (...) los grupos de izquierda no te querían ahí y nosotros hacíamos el esfuerzo, íbamos con nuestras banderas a pesar de que nos putearan23.
A la vez, todos estos elementos se combinaban con la búsqueda de articular una salida electoral que pudiera situar al radicalismo como una alternativa competitiva de gobierno. En este sentido, la Franja Morada de la UBA fue tejiendo lazos con Fernando De la Rúa, que encabezó la fórmula presidencial de la Alianza en 1999. Según Daniel Nieto, exdirigente de Franja Morada y expresidente de la FUA, una vez constituida la Alianza en 1997, “el conflicto estudiantil ya no está más como eje central. Y todo es a resolver cuando se vaya Menem, y pasa por el lado de hacer cosas para apoyar a la Alianza. Se pierde el eje de lo social y de lo económico”24. En Ciencias Económicas, por ejemplo, la plataforma de las elecciones de centro de estudiantes de 1997, con el logo nacional de la Alianza en grandes caracteres, titulaba “Chau Menem”, y planteaba: “El triunfo de la ALIANZA en Económicas significa tu primer apoyo a un cambio mucho más grande: el triunfo de la ALIANZA U.C.R. – Frepaso, el principio del fin del menemismo”25. En sus inicios, la Alianza cosechó amplias simpatías en la UBA, como expresan los resultados electorales de esos años (ver Figura 1). Una porción sustantiva de estudiantes de la UBA mantuvo expectativas en el recambio que podía significar tras diez años de menemismo. No obstante, cuando el gobierno de De la Rúa entró en crisis en el año 2001, Franja Morada terminó pagando caro su identificación con la Alianza: perdió la mayoría de los centros y la FUBA a manos de grupos de izquierda e independientes.
Figura 1. Conducciones de centros de estudiantes 1996-1999
Centro de est. |
1996 |
1997 |
1998 |
1999 |
Agronomía |
LAI |
FANA |
LAI |
LAI |
Arquitectura |
FM |
Alianza (FM – Frepaso) |
Alianza |
Alianza |
Cs. Económicas |
FM |
Alianza |
Alianza |
Alianza |
Cs. Exactas |
Lista Unidad (CEPA) |
Lista Unidad |
Lista Unidad |
Lista Unidad |
Derecho |
FM |
FM |
Alianza |
Alianza |
Farmacia |
FM |
FM |
Alianza |
Alianza |
Filosofía y Letras |
Fr Unidad (Fr Grande y ot.) |
La Marea (La Corriente y ot.) |
La Marea |
FAE (MST y otros) |
Ingeniería |
La Corriente CEPA + F. Gr. |
La Corriente |
La Corriente |
La Corriente |
Medicina |
FM |
FM |
Alianza |
Alianza |
Odontología |
FM |
FM |
Alianza |
Alianza |
Psicología |
FM |
FM |
Alianza |
Alianza |
Cs. Sociales |
Frente Unidad |
FM |
Alianza |
Alianza |
Veterinarias |
FM |
FM |
Alianza |
Alianza |
Justamente, otra de las novedades del movimiento estudiantil de la segunda mitad de los noventa fue la aparición de agrupaciones de izquierda e independientes con peso en los centros de estudiantes26. Entre ellas, la agrupación que logró un mayor avance fue La Corriente – CEPA, ligada al maoísta Partido Comunista Revolucionario (PCR), que en 1995 ganó los centros de estudiantes de Ciencias Exactas y Naturales e Ingeniería de la UBA. Su crecimiento en la universidad tuvo puntos de contacto con el desarrollo a nivel nacional de la CCC, también impulsada por el PCR, cuyo referente era el carismático Carlos “Perro” Santillán. A diferencia de otras fuerzas de izquierda, La Corriente – CEPA impulsaba una política de “frente único antimenemista”, que incluía una táctica de unidad y disputa con Franja Morada.
El caso quizá más llamativo fue el de Ingeniería, donde La Corriente sostuvo su conducción doce años consecutivos, entre 1995 y 2007. Esa facultad de la UBA atravesó en ese lapso una crisis profunda. La matrícula había caído de 10.298 alumnos en 1988 a 6.542 en 1996, la menor cifra registrada desde 195827. La falta de perspectivas laborales, en un contexto de desindustrialización del país, restringía el atractivo de cursar carreras de Ingeniería. Como indica Adamovsky (2009: 426), en los noventa “la imagen del ingeniero manejando un taxi se repitió en las conversaciones como signo de la común indignación”. En este sentido, cabe señalar a La Corriente como una fuerza de izquierda que tomaba la cuestión nacional a partir de una perspectiva antiimperialista influida por las ideas del maoísmo. Desde allí, la agrupación planteaba la defensa de la industria nacional y de carreras “con formación completa en todas las ramas, de cara a una industria nacional independiente e integrada”28.
En este contexto, un sector de estudiantes de Ingeniería fue adoptando posiciones más radicalizadas. En 1998, una toma de la facultad contra la modificación del régimen de cursada impidió el acceso de autoridades y docentes y el dictado de clases29. En la movilización al Consejo Directivo previa a la toma,
le repartimos serpentinas y matracas de cotillón a los pibes para hacer un poco de ruido. Y en un momento veo que agarran las bolsas, no abren las serpentinas y se las sacuden [a los consejeros] en la cabeza. Me acuerdo una que le dio al vicedecano, rebotó y dio en la mesa del Consejo. No lo podía creer, ¡yo había visto un Consejo donde los consejeros de UPAU [agrupación de derecha de los ochenta] iban en traje y corbata30!
Según Guillermo Caporaletti, ex dirigente de la CEPA y ex presidente del CEI,
fue una “batahola”, fueron cuatro días en que la asamblea votaba seguir con la toma, con asambleas cada día más grandes. Porque además al comienzo venían los que querían seguir con la toma y en las últimas ya se empezaba a expresar el que quería seguir y el que no. Al final ya estaban todos. Esa última, un viernes, debe haber sido quizás la asamblea más grande de la historia del CEI, con 600 personas en el gimnasio31.
De este modo, La Corriente – CEPA devino la expresión de una situación de descontento y rebeldía de una parte del estudiantado que, en un contexto de crisis política y económica, manifestaba un descreimiento, no solo en el menemismo, sino en las autoridades universitarias afines al radicalismo.
Efectivamente, la interacción entre una dirección radical que empujaba el enfrentamiento con el menemismo desde una perspectiva de recambio electoral, y grupos de izquierda e independientes que confluían y a la vez intentaban desbordar a Franja Morada, resulta clave para comprender la dinámica política del movimiento estudiantil de la UBA en estos años. Esta interacción entre distintas fuerzas, en un contexto de fuerte conflictividad estudiantil, dio como resultado el predominio de una fuerte oposición al menemismo y una agenda volcada hacia la izquierda. A la vez, la búsqueda de una salida electoral que pudiera poner fin a diez años de menemismo constituía, a fines de los noventa, la perspectiva política predominante entre los y las estudiantes que protestaban. No obstante, esta perspectiva convivía con otras, que incluso antes de la llegada de la Alianza al gobierno, comenzaban a desconfiar, no solo del menemismo, sino del sistema político en su conjunto.
Conclusiones
El ciclo de protesta estudiantil iniciado en 1995 tuvo múltiples proyecciones, dentro y fuera de la universidad. Quisiéramos sintetizar los elementos que consideramos aporta su investigación a los tres campos de estudios que este trabajo busca enriquecer. En primer lugar, en relación a la historia de la universidad pública argentina, creemos que es imposible entender varias de sus características actuales, como el sostenimiento de su gratuidad, sin ponderar las movilizaciones estudiantiles de esos años. A comienzos de 1995, varios cronistas daban por sentado el pronto arancelamiento de las universidades, como manifestaba un suplemento de Clarín que afirmaba que “a pesar de los históricos reclamos de los estudiantes, el arancelamiento es casi una realidad”32. Es indudable que las movilizaciones estudiantiles contribuyeron a que esa realidad no se concretara y al hecho de que hoy la universidad argentina tenga rasgos que la distinguen de otros casos latinoamericanos. En particular, las reformas impulsadas por el menemismo tuvieron un alcance limitado en la UBA, que en esos años se consolidó, no solo como la universidad más masiva del país, sino como una de las dos mayores de la región en relación a su matrícula. Al mismo tiempo, la falta de un presupuesto acorde a esa expansión, que se acentuó en los noventa, también signó a la universidad porteña en las últimas décadas.
En segundo lugar, en relación a la historia social y política argentina reciente, las manifestaciones estudiantiles se nutrieron y a la vez potenciaron el ciclo de protesta social frente al menemismo. Hasta el momento, las investigaciones al respecto se concentraron en las organizaciones piqueteras que protagonizaron conflictos en distintas provincias y actuaron como detonante de las movilizaciones populares contra Menem. No obstante, las manifestaciones de los y las estudiantes de la UBA en Buenos Aires, sede del poder político nacional, muestran una interacción entre las provincias y la Capital, y entre estudiantes, trabajadores y otros movimientos —como los de derechos humanos— que amplía los alcances globales de la protesta social y señala la variedad y vastedad de sectores que sufrieron las consecuencias de las llamadas políticas neoliberales en la Argentina y, a la vez, la unidad que se fue forjando entre ellas para enfrentarlo. En este marco, el movimiento estudiantil de la UBA, por su posición política, social y geográfica, y por la legitimidad que lograron sus reclamos, contribuyó a la articulación entre diversos sectores que resistieron las políticas del menemismo.
Finalmente, el ciclo de protesta de la segunda mitad de los noventa se ubica junto a los hitos destacados de la historia del movimiento estudiantil argentino en el siglo XX. Las movilizaciones estudiantiles retomaron las banderas de la Reforma Universitaria para enfrentar las políticas oficiales y se reapropiaron de elementos de la militancia juvenil de los años sesenta y setenta para llevar a cabo acciones masivas y con mayores niveles de confrontación. Al mismo tiempo, se trata de un período original desde el punto de vista de las agrupaciones que condujeron e incidieron sobre el movimiento estudiantil. Franja Morada sostuvo su hegemonía estudiantil en la UBA desde una posición de oposición al menemismo, pero avanzaron también agrupaciones independientes y de izquierda que disputaron la dirección de los centros de estudiantes. El análisis de la interacción entre esos dos conjuntos nos acercó a las proyecciones políticas de los reclamos estudiantiles. En un contexto de movilización, la construcción de la Alianza como salida electoral al menemismo fue vivida por una parte mayoritaria de los estudiantes como una continuación lógica de la confrontación en las calles con el gobierno. A la vez, en un contexto de creciente crisis política y económica, se incubaron una serie de ideas signadas por un descreimiento más general en el sistema político instaurado en 1983 y un desafío al poder en sus distintos niveles. En buena medida, las agrupaciones de izquierda e independientes consolidaron su crecimiento sobre la base de estos imaginarios, que luego se desplegaron con intensidad en torno al año 2001.
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1 “El presidente se enojó con los estudiantes” (2 de junio de 1995), Clarín.
2 Sobre los años de Menem, cfr. Pucciarelli (2011); Novaro (2009); Aboy Carlés (2001); Yannuzzi (1995); Azpiazu (2002); Sidicaro (2010). Sobre la protesta social en los noventa: Auyero (2002); Lobato y Suriano (2003); Pereyra (2008); Svampa (2005); Laufer y Spiguel (1999); Farinetti (2017).
3 Sobre políticas universitarias en los noventa, cfr. Chiroleu (2005); Mollis (2008); Buchbinder y Marquina (2008); Krotsch (2009); Suasnábar (2011); Echenique (2017); Erreguerena (2017). Sobre experiencias de sociabilidad estudiantil o su perfil económico-cultural en esos años: Carli (2012); Toer (1998).
4 Sobre la oposición estudiantil a la LES, cfr. Cristal (2018); Bonifacio (2012); Grasso y Monforte (2009); Talamonti Calzetta (2008); Chabrando (2016). Otras referencias son: Romero (1998); Beltrán (2013); Muiño (2018).
5 Para el análisis del conflicto estudiantil nos valemos de algunas nociones de las teorías de la acción colectiva (Mc Adam et al., 2005; Tarrow, 1997), como las de “ciclo de protesta” o “repertorios de acción colectiva”, que pueden ser útiles para analizar las formas de la protesta estudiantil, atendiendo a la vez a las limitaciones que podrían tener estas teorías (Millán, 2011).
6 Franco, M. (1 de junio de 1995), “Diputados sucumbió ante una calibrada trama universitaria”, La Nación, s.n.p.
7 Para un desarrollo más extenso sobre este conflicto en la UBA, cfr. Cristal (2018; 2020).
8 Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Contencioso Administrativo Federal Nro. 1 (19 de febrero de 1996), Fallo, causa 38.781/95 “UBA c/ Estado Nacional s/ proceso de conocimiento”.
9 Secretaría de Asuntos Académicos, Universidad de Buenos Aires (1999), Estudios para la Reforma Curricular en la Universidad de Buenos Aires, vol. 1, Buenos Aires, EUDEBA.
10 “Ocuparon la Facultad de Ciencias Exactas” (13 de mayo de 1997), Crónica; “Dos facultades tomadas” (14 de mayo de 1997), La Nación.
11 Según un documento oficial, el FOMEC, que operó entre 1995 y 2000, era un “instrumento a través del que se canalizan recursos adicionales a las universidades para el logro de objetivos específicos” (Secretaría de Políticas Universitarias, Ministerio de Cultura y Educación, 1998).
12 “Recortaron 280 millones de los fondos educativos” (30 de abril de 1999), Clarín, p. 1.
13 “Shuberoff: la UBA tendrá que cerrar” (5 de mayo de 1999), La Nación, p. 1; “La UBA anunció que cerrará por el recorte de gastos” (5 de mayo de 1999), Clarín, p .1.
14 “Fue fuerte en todo el país la protesta de los universitarios” (7 de mayo de 1999), Clarín, p .1; “Se fue Decibe y crece la resistencia al recorte” (8 de mayo de 1999), Clarín, p .1; “Se extiende a todos los niveles la protesta educativa” (11 de mayo de 1999), Clarín, p .1.
15 Oficina de Prensa de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales – UBA (10 de abril de 1995), Cable Semanal, n° 152, Archivo personal de Guillermo Rocha.
16 “Recortaron 280 millones de los fondos educativos” (30 de abril de 1999), Clarín, p. 1; “La UBA anunció que cerrará por el recorte de gastos” (5 de mayo de 1999), Clarín, p. 1; “Fue fuerte en todo el país la protesta de los universitarios” (7 de mayo de 1999), Clarín, p. 1; “Se fue Decibe y crece la resistencia al recorte” (8 de mayo de 1999), Clarín, p. 1; “Se extiende a todos los niveles la protesta educativa” (11 de mayo de 1999), Clarín, p. 1.
17 Cfr. Svampa (2005); Pereyra (2008); Lobato y Suriano (2003).
18 En este sentido, llama la atención la omisión al respecto en los capítulos del libro de Ezequiel Adamovsky (2009) sobre la “clase media” a partir de 1983.
19 Al respecto, resulta interesante la reflexión de Mariano Millán (2011), acerca de la paradoja que representa que los estudios sobre “movimientos sociales” en la actualidad demuestren tan poco interés por uno de los que actores que, allá por 1968, fue clave para el surgimiento de esa propia categoría de análisis.
20 Franja Morada (27 de mayo de 1995), “Resoluciones Plenario General de 1995 de Franja Morada Capital Federal”, Biblioteca, Archivo Histórico y Centro de Documentación de la UCR.
21 Sobre Franja Morada en los ochenta, cfr. Cristal (2020).
22 Entrevista a Martín Scotto, CABA, 14 de agosto de 2019.
23 Entrevista a Martín Scotto, CABA, 14 de agosto de 2019.
24 Entrevista a Daniel Nieto, CABA, 20 de agosto de 2019.
25 Alianza (1997), “Plataforma de las elecciones del centro de estudiantes de Ciencias Económicas”, Biblioteca, Archivo Histórico y Centro de Documentación de la UCR. Las mayúsculas pertenecen al original.
26 Entre las independientes, se hallaban agrupaciones como El Mate de Ciencias Sociales o La Mariátegui en Filosofía y Letras, con un enfoque latinoamericanista, autonomista y de izquierda. Otras, como TNT (Tontos pero No Tanto) de Ciencias Económicas o NBI (Necesidades Básicas Insatisfechas) de Derecho, mostraban un perfil político menos definido y un repudio hacia las formas tradicionales de la política que se plasmaba en el estilo ácido, humorístico y coloquial de sus materiales. A la vez, avanzaron fuerzas políticas vinculadas a distintos partidos de izquierda. Algunas de ellas, ligadas a distintas expresiones del trotskismo, fueron las agrupaciones del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST), el Partido Obrero (PO) y el Partido Socialista de los Trabajadores (PTS). También creció la agrupación Venceremos ligada al partido Patria Libre. En general, estas fuerzas eran no solo antimenemistas, sino muy reacias a cualquier forma de confluencia con Franja Morada y los rectores. Cfr. Cristal (2020).
27 Series Estadísticas n° 5, publicadas por el Rectorado de la Universidad de Buenos Aires, [disponibles en http://www.uba.ar/institucional/censos/series/default.htm].
28 La Corriente (1999), “Plataforma de las elecciones del CEI”, Archivo personal de Guillermo Rocha.
29 CEI (24 de noviembre de 1998), “Ingeniería tomada por tiempo indeterminado” [comunicado], Archivo personal de Guillermo Rocha.
30 Entrevista a Guillermo Rocha, CABA, 5 de septiembre de 2019.
31 Entrevista a Guillermo Caporaletti, CABA, 1 de octubre de 2019.
32 Tenewicki, I. (12 de marzo de 1995), “Polémica en el claustro. ¿Seguirá siendo gratuita la universidad pública?”, Clarín, Suplemento especial, p. 4.