Inmigrantes trentinos en Bahía Blanca entre 1880 y 1918

Ana Cecilia Miravalles*

Cuadernos del Sur - Historia 51 (2022), 123-152, E-ISSN 2362-2997

Procedentes de un territorio marginal del Imperio austríaco, el Sudtirol, pero hablantes de lengua italiana, los inmigrantes trentinos llegados a la zona de Bahía Blanca entre 1880 y 1914 suelen pasar inadvertidos en el fárrago de datos y de estudios referidos a esa primera ola inmigratoria, confundidos entre italianos, alemanes y croatas. Revisar qué significado concreto tuvieron en aquel momento algunos conceptos clave como los de “nación”, “patria” y “comunidad lingüística” nos permite poner en cuestión los mecanismos de producción de identidades y de lazos de solidaridad que muchas veces damos por supuestos. En este trabajo nos proponemos rastrear la presencia de inmigrantes trentinos en la región, y analizar el alcance y los límites de las redes de vínculos entre ellos (laborales, matrimoniales, afectivos), sus variadas estrategias de asimilación (o resistencia) en instituciones locales, el rol del Estado austríaco respecto de sus emigrados, y el del Estado italiano después de la incorporación del Trentino a su territorio.

Palabras clave

historia regional

inmigración italiana

Imperio austrohúngaro

Fecha de recepción

4 de marzo de 2022

Aceptado para su publicación

8 de agosto de 2022

* Universidad Nacional del Sur - Ferrowhite Museo-Taller. Correo electrónico: anaceciliamiravalles@gmail.com.

Resumen

Immigrants from Trentino, —namely, South Tyrol—, a marginal territory of the Austrian Empire, but Italian-speaking, arrived in Bahía Blanca area between 1880 and 1914. They usually go unnoticed in the mass of data and studies concerning the first wave of immigration in Argentina, confused between Italians, Germans and Croats. Reviewing the specific meaning of some key concepts such as “nation”, “homeland” and “linguistic community” at that time, allows us to question the mechanisms of production of identities and bonds of solidarity that we often take for granted. In this paper, we intend to trace the presence of Trentino immigrants in the region, and to analyze the scope and limits of the networks of links between them (labour, marriage, affective). Also, their various strategies of assimilation (or resistance) in local institutions, the role of the Austrian state with respect to its emigrants and that of the Italian state after the incorporation of Trentino to its territory.

Keywords

regional history

italian immigration

Austro-Hungarian Empire

Abstract

123-152

Ar

Introducción1

Entre 1898 y 1908, hubo en Bahía Blanca un vivero-jardín llamado Il Piccolo Tirolo, una fonda Tirolesa y otra denominada Fonda Trentina, entre las tantas que existían en la ciudad con nombres tales como Milano, Torinesa, Marchigiana o Romana, en alusión, tal vez, a las regiones de Italia de las que procedían sus dueños o sus potenciales clientes. Pero, aunque las palabras Piccolo, Tirolo y Trentino estaban en italiano, los inmigrantes procedentes del Trentino2 solían pasar desapercibidos. En las listas de pasajeros de las compañías de navegación entregadas en el puerto de Buenos Aires, figuraban como “tirolese”, “trentino” o, la mayor parte de las veces, “austríaco”. También en los censos se los contabilizaba como “austríacos”, junto con húngaros, croatas, polacos y eslovenos —todos ellos súbditos del Imperio austrohúngaro—. Es verdad que, en un primer momento, no resulta sencillo determinar cuántos de esos “austríacos” eran trentinos, o reconocerlos entre miles de nombres y apellidos italianos. Sin embargo, podemos afirmar (los nombres de las fondas y del vivero así lo sugieren, y con este trabajo esperamos demostrarlo) que varios centenares de hombres y mujeres procedentes del Trentino estuvieron en esta zona y, en particular, en la ciudad de Bahía Blanca, entre 1885 y 1918.

Los inmigrantes trentinos no son fáciles de identificar por varias razones. En primer lugar, a causa de los diferentes sentidos y usos de los términos “imperio”, “nacionalidad” y “comunidad lingüística”. El Imperio austrohúngaro, del que el Trentino formó parte hasta su disolución en 1918, no era un Estado moderno, basado en una “comunidad imaginada” (Anderson, 1993), ni una potencia expandiéndose en colonias de ultramar. La nacionalidad señalada en los documentos y en los censos locales hacía referencia a una entidad política supranacional, el Imperio austrohúngaro, que abarcaba 15 Estados autónomos, con diferentes idiomas, religiones, y rasgos étnicos y culturales propios: austríacos germanófonos, checos, eslovenos, húngaros, croatas, polacos, friulanos y sudtiroleses, denominados también trentinos.

En particular, esta región de lengua italiana gozó, desde 1819, de una completa autonomía económica y social gracias al control de la Iglesia y el clero local. Para la población, mayoritariamente campesina, asentada en pequeñas comunidades en los valles alpinos, el emperador Habsburgo aparecía como una autoridad indiscutida y como garantía de orden, pero les resultaba, a la vez, remoto e invisible, ya que no había instituciones ni funcionarios que lo representaran de manera directa. Por eso, se atribuye a los trentinos de fines del siglo XIX una identidad “anfibia”, caracterizada por la lealtad a la figura del emperador Francisco José pero, al mismo tiempo, por un fuerte orgullo en la defensa de su cultura y la preservación de la propia lengua. Así, entonces, en el contexto singular de esas localidades de montaña, el sentimiento de pertenencia de la población no era hacia una entidad estatal abstracta —el imperio o una nación determinada—, sino hacia la propia comunidad territorial de compaisanos, es decir, en todo caso, hacia la patria del paese3.

En segundo lugar, a diferencia de otros pueblos súbditos del imperio (eslavos, húngaros y checos) que, a lo largo del siglo XX, desarrollaron una tradición historiográfica orientada a la reafirmación de una identidad nacional propia, la historia del Sudtirol italohablante ha quedado absorbida por, e integrada en, la historiografía italiana, según la cual esa región “irredenta”, sometida a un poder “extranjero”, pudo ser “rescatada” y “(re)integrada” al Estado italiano recién después de la Primera Guerra Mundial (Ascolani y Birindelli, 1990: 99 y siguientes). Su influencia en el mundo académico argentino explica por qué, en los estudios migratorios referidos al período 1880-1914, los sudtiroleses (o trentinos) no aparecen mencionados4, salvo en trabajos referidos al establecimiento de colonias en el noreste de nuestro país, y como un fenómeno marginal dentro de la inmigración italiana5.

Por otro lado, los estudios sobre inmigración “austríaca” en América Latina y en Argentina se ocupan, principalmente, de la colectividad germanoparlante (Saenz Araya de Schwald y Fornieles, 2009) o, equiparando etnias, lenguas y estados, se centran más bien en el rastreo del germen de las diferentes identidades nacionales (polacos, croatas, húngaros, checos) que se institucionalizaron durante el siglo XX6.

Es cierto que la corriente migratoria trentina que, entre 1870 y 1890, tuvo como destino el sur de Brasil (una migración organizada, compuesta por familias de colonos que dieron origen a ciudades como Nova Trento o Santa Caterina) ha sido ampliamente estudiada, tanto en Italia como en Brasil (Grosselli, 1986; 1987; 1989 y 1991). También ha recibido cierta atención la historia de los colonos trentinos que se asentaron, gracias a los beneficios que otorgaba la ley Avellaneda de 1876, en el noreste de la Argentina, concretamente, en Misiones, en las localidades de Corzuela, Pampa del Infierno y Quitilipi; en Chaco, en Puerto Tirol; en la provincia de Santa Fe, en las localidades de Reconquista y Presidente Avellaneda; y en la provincia de Córdoba, en Sampacho (50 familias de colonos trentinos en 1879) y en Colonia Tirolesa (17 familias procedentes de Brasil, en 1889)7.

En los estudios dedicados a la inmigración en el sur de la provincia de Buenos Aires en este período, se ha puesto el foco en la información estadística referida a las nacionalidades de procedencia y a las varias categorías ocupacionales desempeñadas por los inmigrantes. El problema es que, en dichos estudios, a los trentinos se los contabiliza como austríacos cuando se analizan censos o estadísticas, pero se los cuenta entre los inmigrantes italianos cuando se toman en consideración las actividades laborales (Iglesias, 1968; López de Pagani et al., 1971; Caviglia, 1984; Weinberg y Buffa, 1991; Cernadas, 1994; Tolcachier, 1998). Finalmente, algunos trabajos monográficos basados en entrevistas a personas llegadas después de la Primera Guerra Mundial hacen referencia a la inmigración croata en la zona del puerto de Ingeniero White (Chalier, 1996; Suarez, 2007), pero no parece haber ningún estudio sobre los inmigrantes del Imperio austrohúngaro en conjunto.

Finalmente, un tercer obstáculo para identificar a los inmigrantes trentinos es la cantidad y la naturaleza de las fuentes disponibles. A diferencia de lo que sucede con las colonias en Brasil y el noreste de la Argentina, en el contexto local las fuentes resultan escasas y las referencias concretas, si bien aparecen, están dispersas en los recovecos de documentos que siempre parecen estar hablando de otra cosa. En las fuentes nominativas los datos están basados generalmente en la autodefinición del interesado, por lo que muchas veces resultan inexactos o incongruentes. En las fuentes donde no está especificada la nacionalidad (guías comerciales o artículos periodísticos, por ejemplo) los trentinos pueden pasar por “italianos”, mientras que parecen ser alemanes aquellos que, a pesar de ser de lengua italiana, llevan apellidos como Mochen, Pompermayer o Hueller. Por último, las entrevistas realizadas por la autora entre 1998 y 2020 a descendientes de inmigrantes llegados en el período estudiado contienen información genérica sobre los pueblos trentinos de origen y sobre algunas vicisitudes personales o familiares puntuales. Sin embargo, hemos podido observar que, en los testimonios orales, las memorias familiares raramente se remontan más allá de dos generaciones.

Aun teniendo en cuenta estas dificultades, el interés por localizar a estos inmigrantes y recuperar al menos parte de su historia nos ha llevado a profundizar la búsqueda y, aguzando el ojo y el oído, a realizar una lectura atenta y minuciosa de las fuentes disponibles. El concepto de “red densa” propuesto por Serna y Pons (2002) nos permitió reflexionar sobre aquellas categorías de análisis —imperio, nacionalidad, patria y comunidad lingüística— para señalar qué particularidades tuvo la inmigración trentina en esta zona, tomando como foco principal de estudio la ciudad de Bahía Blanca y su puerto, Ingeniero White, y, de manera parcial, la zona genéricamente denominada “sudoeste de la provincia de Buenos Aires”.

Por eso, en este estudio nos proponemos, en primer lugar, calcular, aunque sea de modo aproximado, cuántos fueron los inmigrantes trentinos en el sur de la provincia de Buenos Aires entre 1880 y 1914. Con ese objetivo, hemos considerado no solo las cifras de los censos, sino que también hemos rastreado nombres y apellidos de hombres, mujeres y niños trentinos. Las fuentes nominativas disponibles —los libretos del Censo Nacional de 1895 y los libros parroquiales de la Catedral de Bahía Blanca (1884-1920)8, así como los libros de matrícula de socios de la Societá Italiana di Mutuo Soccorso XX Settembre de Bahía Blanca (1882-1920), los libros de registro de personal de las empresas ferroviarias Ferrocarril Sud y Buenos Aires al Pacífico (1890-1920), y los documentos personales y de familias— nos permiten hacernos una idea de la distribución de los inmigrantes trentinos en esta zona.

En segundo lugar, analizaremos qué actitud tomó el Imperio austrohúngaro con respecto a sus emigrados en el sur de la provincia de Buenos Aires, y qué rol tuvo su representante, el vicecónsul honorario en Bahía Blanca. Con ese fin, hemos consultado, por un lado, los documentos correspondientes al Vice consulado austrohúngaro en Bahía Blanca, conservados en el Archivo de Estado de Viena9, y, por el otro, fuentes indirectas, como diarios locales y guías sociales de la ciudad y la región.

Por último, señalaremos algunos rasgos específicos de la inmigración trentina en nuestra zona. Para rastrear esa singularidad, hemos consultado los registros nominativos y hemos realizado las entrevistas orales ya mencionadas. Este conjunto de informaciones nos permitió identificar algunos itinerarios geográficos y observar ciertas características demográficas (composición de los matrimonios, cantidad de hijos, relaciones intrafamiliares), laborales y culturales que se dieron en esta región en particular (Moya, 1996).

Así, entonces, la cantidad y distribución de los inmigrantes, la política específica del Imperio austríaco y los rasgos distintivos de este grupo inmigratorio en esta región, definida en base a un criterio económico cuyo eje va desde el área de producción agrícola en la zona serrana hasta el área portuaria de Ingeniero White, y que explica la radicación de colonos y arrendatarios en Tornquist y algunas localidades cercanas, y en la propia ciudad de Bahía Blanca y su puerto, nos permiten trazar un aspecto hasta ahora no estudiado en la historia regional, y, específicamente, en la historia de la inmigracion en esta zona (Weinberg y Buffa, 1991; Cernadas de Bulnes y Bustos Cara, 1998).

Se trata, entonces, de devolver visibilidad, por sobre las memorias dispersas de cada una de las familias, a un grupo migratorio bien definido —por su territorio de procedencia y por sus rasgos culturales—, pero que, sin embargo, tal vez como consecuencia de la tradicional preponderancia de enfoques basados en el concepto de Estado-Nación, parece haber quedado oculto, tanto en la historia de la inmigración italiana como de la austríaca.

Además, dado que muchos descendientes de inmigrantes de esa época han reclamado la ciudadanía italiana, sin llegar a comprender las razones por las que no pudieron obtenerla, puede resultar relevante conocer las circunstancias específicas de aquella inmigración y los orígenes de esa normativa legal, considerando de qué modo se superponen y reinterpretan, a la luz de esta experiencia histórica, los conceptos de “nacionalidad”, “ciudadanía” y “cultura”.

Trentinos en Bahía Blanca y la zona

Las cifras oficiales correspondientes a la cantidad de austrohúngaros en la capital de la Argentina y en la provincia de Buenos Aires se pueden encontrar en los censos nacionales y provinciales realizados entre 1869 y 1914.

Tabla 1. Cantidad de inmigrantes austrohúngaros registrados en Capital Federal y provincia de Buenos Aires

Capital Federal (Bs.As.)

Provincia de Buenos Aires

Censo 1869

542

115

Censo 1881

284

Censo 1895

3107

2446

Censo 1914

7572

9154

Fuente: elaboración propia en base al Censo Nacional de 1869, Censo Provincial de 1881 y los Censos Nacionales de 1895 y 1914.

Es posible, además, precisar la cantidad correspondiente a cada una de las localidades del sur bonaerense:

Tabla 2. Cantidad de inmigrantes austrohúngaros registrados en las localidades del sur de la provincia de Buenos Aires

Censo 1881

Censo 1895

Censo 1906

Censo 1914

Bahía Blanca

11

116 (incluido Tornquist)

470

589

Adolfo Alsina

9

82

Dorrego

11

14

Guaminí

4

143

Lamadrid

13

65

Olavarría

11

45

119

Patagones

25

Pringles

3

29

Puan

1

70

Saavedra

13

53

Suarez

11

280

Tandil

9

227

531

Tornquist

-----------------

--------------

47

Tres Arroyos

4

20

49

Fuente: elaboración propia en base al Censo Provincial de 1881 y los Censos Nacionales de 1895 y 1914; y Resumen general de la población de la ciudad y del partido de Bahía Blanca, censo del 3 de junio de 1906, en Guía comercial de Bahía Blanca y zona tributaria Colosimo (1908).

Ahora bien, para distinguir cuántos de esos austríacos eran trentinos y lograr al menos una cierta aproximación, hubo que rastrearlos como si hubiéramos salido alla caccia dei trentini dispersi en la inmensidad del pasado de esta región de la pampa. Fue necesario revisar las fuentes nominativas disponibles y elaborar una base de datos con los nombres y apellidos, y con la información obtenida de las fuentes, corroborando el lugar de nacimiento de cada uno en la base de datos Nati in Trentino y en la sección “Ruoli matricolari” [fojas de servicio militar] del Archivio di Stato di Trento. Así —y teniendo en cuenta que puede haber un considerable margen de error — fue posible calcular, de un modo aproximado, la cantidad de trentinos en el partido de Bahía Blanca. Al respecto, el censo de 1895 aporta los siguientes datos:

Tabla 3. Cantidad de inmigrantes trentinos identificados en el Censo de 1895

Austríacos

Trentinos

Bahía Blanca (incl. Tornquist)

116

49

Adolfo Alsina

9

-

Dorrego

11

5

Lamadrid

13

4

Pringles

3

1

Puan

1

1

Saavedra

13

1

Suarez

11

-

Tandil

227

100

Tres Arroyos

20

10

Fuente: elaboración propia en base a los libretos del Censo Nacional de 1895.

Luego, en los libros de bautismos, matrimonios y defunciones de la iglesia Nuestra Sra. de la Merced, única parroquia de Bahía Blanca en este período, encontramos los nombres de 30 hombres y mujeres nacidos en el Trentino. En los libros de matrícula de la Sociedad Italiana (1882-1920), aparecen inscriptos otros 31 varones adultos nacidos en Trento o en alguna localidad del Trentino: el primero de ellos en 1887, con domicilio en el centro de Bahía Blanca; 12 colonos domiciliados en Tornquist inscriptos entre 1888 y 1892; y los 19 restantes, en Bahía Blanca entre 1890 y 1906. Por otro lado, en los registros de personal de las empresas ferroviarias figuran 32 hombres nacidos en el Trentino. Finalmente, a lo largo de varios años hemos contactado a descendientes de unos cincuenta inmigrantes del período estudiado.

Se puede observar entonces que, frente a la cantidad de italianos llegados en esos mismos años, la de los inmigrantes trentinos resulta más bien exigua, y su presencia parece haber pasado inadvertida, además, frente a la relevancia, no numérica pero sí económica y política, de inmigrantes procedentes de otras áreas del Imperio austríaco, en particular, de Trieste y la costa dálmata.

Austria en Bahía Blanca

Aunque el Imperio austrohúngaro había entablado relaciones diplomáticas con Argentina a partir de 1864, y desde 1872 funcionaba un Consulado General en Buenos Aires, en Bahía Blanca no tuvo representación consular hasta 1906. Sin embargo, ya en 1881 encontramos “austríacos” en esta zona, cuando esto no era más que un villorrio perdido en los confines de la pampa. El primero del que tenemos noticia fue el doctor Jorge Mandinich, uno de los primeros médicos de la localidad, reconocido por su informe sobre la situación sanitaria de Bahía Blanca, publicado en el Anuario estadístico de la provincia de Buenos Aires de 1884, y por su actuación durante la epidemia de cólera de 1886. Pero fueron los hermanos Nicolás y Miguel Mihanovich (nacidos en Dolj, en la costa dálmata) quienes, apenas terminada la campaña de Roca en 1879, con sus naves Toro y Watergeus, se ocuparon no solamente del tráfico de pasajeros entre Buenos Aires y Bahía Blanca, sino también, a partir de 1881, del transporte de los materiales para la construcción de las vías y del muelle provisorio de la empresa británica Ferrocarril Sud en el puerto de Ingeniero White10. En particular, el hermano menor, Miguel, residió en Bahía Blanca entre 1881 y 1890, tuvo su propia compañía marítima y de comisiones en sociedad con Felipe Caronti Casati, se desempeñó como capitán en sus propias naves y participó activamente en la vida social y económica de la ciudad11.

Tal vez, entonces, la presencia de gran cantidad de inmigrantes dálmatas e istrianos en la localidad portuaria de Ingeniero White se debe al decisivo rol de los hermanos Mihanovich y al de sus antiguos socios y compatriotas, los hermanos Cosulich (dueños de la poderosa compañía Austro-Americana de navegación, empresa naviera estrella del puerto de Trieste, con agencia en Bahía Blanca desde 1906). Entre los trabajadores del Ferrocarril Sud, especialmente marineros, y entre los peones y jornaleros en las salinas, aparecen apellidos tales como Marsanich, Salnich, Ragusín, Busanich, Suttora, Vidulich, Stuparich, Martinolich, Nicolinich, Radetich, Sablich, Filinich, Sisul, Oggersnigg, etc., procedentes muchos de ellos de Lussin Minor (Mali Losinj), de la que eran oriundos los hermanos Cosulich.

La monarquía austrohúngara tuvo, con respecto a sus emigrados, una política diferente de las otras naciones europeas12. En rigor, no existía ni una ciudadanía ni un pasaporte austrohúngaro, sino que la autorización para partir quedaba en manos de las autoridades locales. En el Trentino, algunos pasaportes eran otorgados por las Capitanías de Distrito, pero la mayoría de los emigrantes partían sin tenerlo13, ya que su uso no era obligatorio (Prutsch et al., 2017), y recién en los puertos europeos los representantes consulares recogían los datos de quienes se embarcaban14. Según una “patente imperial” del 24 de marzo de 1832, los emigrantes del imperio, para no quedar en condición de desertores, perdían la ciudadanía al momento de la partida (apátridas) y por eso, en el extranjero, no podían transmitirla de manera directa a sus hijos15. Después de esa, salvo una norma de 1867, no se sancionó ninguna ley que previera protección y tutela de los derechos de sus ciudadanos en el extranjero hasta 1913, cuando se dictó una normativa cuyo principal objetivo fue impedir la partida de jóvenes en edad de prestar servicio militar. El Imperio austrohúngaro aparecía como un Estado unificado solo en lo referido a las relaciones exteriores, encarnado concretamente en la figura de sus representantes en el extranjero: sus ministros (o embajadores) y sus cónsules.

De todos modos, el Gobierno austríaco no enviaba cónsules, sino que designaba a aquel connacional emigrado que se postulara para desempeñar esa función, interesado en incrementar su prestigio social y sus oportunidades de negocios. Pero la mayor parte de los emigrantes carecía del nivel educativo y económico indispensables. Entonces, si ningún austríaco reunía las condiciones necesarias para el puesto, algún ciudadano extranjero podía solicitar ser designado cónsul. Así, en Estados Unidos, el Imperio austrohúngaro tuvo varios cónsules alemanes (Agstner, 2012b; Deusch, 2017). En Bahía Blanca, fue un inglés nacido en Trieste, Joseph Oliver Croft, quien se desempeñó como vicecónsul honorario a partir del 30 noviembre de 190616.

La función del cónsul consistía en facilitar a los emigrados el envío de dinero en forma de remesas a la tierra de origen, recopilar y brindar información sobre oportunidades de trabajo, pero, por sobre todo, proveer asistencia y, eventualmente, auxilio a las naves de la propia bandera que habrían de llegar cada vez con mayor frecuencia al puerto de Bahía Blanca17. Croft ya se había postulado en 1896 y 1902, pero su designación había sido pospuesta por falta de información precisa y actualizada sobre la cantidad de austríacos en la zona, y porque el objetivo era encontrar algún candidato de nacionalidad austríaca en condiciones de ocupar ese cargo18.

Sin embargo, el previsible aumento de la cantidad de naves austríacas en el puerto, la presencia de colonos en Tornquist y la afluencia de trabajadores desde el norte de la provincia de Buenos Aires, atraídos por las posibilidades de trabajo en los puertos y en el ferrocarril, fueron circunstancias que hicieron perentoria la presencia de un cónsul. La distancia de casi 700 kilómetros entre Bahía Blanca y Buenos Aires dificultaba la resolución de muchos trámites19, por lo que no pocas veces los inmigrantes procedentes del imperio habían tenido que recurrir a los cónsules de otros países en Bahía Blanca para recibir asistencia. Incluso, de manera informal, el propio Croft había servido de enlace entre el consulado en Buenos Aires y los navíos austríacos en el puerto20, en particular, cuando el vapor Principessa Cristina, de Lussinpiccolo, la ciudad de los hermanos Cosulich, sufrió averías causadas por un fuerte temporal en el puerto de Ingeniero White21.

Por eso, después de una visita a Bahía Blanca por parte del barón Von Rhemen, ministro-embajador de Austria-Hungría, y frente a la evidencia de que ningún austriaco radicado en esta zona reunía las mínimas calificaciones requeridas, en 1906 fue finalmente aceptada la candidatura de Croft. Había nacido y se había educado en Trieste, por lo que conocía por propia experiencia la situación del imperio, residía en Bahía Blanca desde 1887, y era socio comercial de una de las firmas importadoras y exportadoras más importantes de la ciudad y la región, Diego Meyer y Cía., cuyos propietarios —el propio Meyer y Juan Denker— eran, a la sazón, los cónsules de Alemania y Holanda. Además, Croft hablaba perfectamente alemán, italiano, croata e inglés, tal como exigía el Ministerio de Comercio del Imperio22. Una vez delimitada su área administrativa al sur del paralelo 37, y después de haberse informado de su creación a las autoridades marítimas de Fiume y Trieste23, el Viceconsulado honorario en Bahía Blanca inició sus actividades el 17 de agosto de 1907, con sede en la residencia particular de Croft, ubicada en Rondeau 51, en la llamada años más tarde “casa catalana”24. No solamente no recibía ningún pago por sus funciones, sino que se hacía cargo de todos los gastos (salvo los de los envíos oficiales), y se comprometía a enviar puntualmente informes periódicos25.

Podemos advertir, entonces, que también aquí el viceconsulado fue creado con el objetivo de promover el comercio austríaco y asegurar asistencia a las naves, a los comerciantes y a los marinos en el puerto. La documentación referida al consulado consultada hasta el momento no incluye otras referencias al desempeño de Croft como vicecónsul, ni a la situación de los inmigrantes, ni a su relación con ellos. Solo conocemos los nombres de sus referentes “austríacos” en la ciudad (Cosulich, Bertelich, Schnitzer, Schattner, Czaplinsky, Rossi y Oser). De su vínculo con inmigrantes trentinos tenemos solo algunos indicios: por un lado, su esposa, Adolfina Vlieghe, había sido, poco antes de su boda, una de las “queridas discípulas” del pianista Isidoro Ghezzi26; por el otro, su postulación como vicecónsul fue avalada por German Fuhrmann, Ernesto Tornquist y Guillermo Altgelt, poderosos terratenientes con intereses y propiedades principalmente en la zona de Sierra de la Ventana, donde, precisamente, se instalaron varias colonias agrícolas, entre ellas la de Tornquist, en la que se radicaron varias familias trentinas27.

Teniendo en cuenta la posición marginal del Trentino en el imperio, frente a la relevancia alcanzada por los puertos de Trieste y Pola, y por la industria naviera en la costa dálmata, no solamente no fueron muchos, sino que además los trentinos sudtiroleses no parecen haber tenido un peso político y económico notable en Bahía Blanca o su zona de influencia. Sin embargo, con los indicios disponibles, se puede rastrear su presencia y sus actividades en la ciudad y analizar su particular situación durante esos primeros años del siglo XX.

Caídos del mapa: inmigrantes trentinos en el sur de la provincia de Buenos Aires

Una vez concluidas las campañas militares de ocupación efectiva del territorio —la llamada “campaña del desierto”— y como consecuencia del inicio de la expansión agrícola y la construcción del puerto y de las vías férreas, desde mediados de la década de 1880, se produjo la llegada de gran cantidad de inmigrantes, muchos de ellos trentinos, al sur de la provincia de Buenos Aires, tanto a la zona rural como a Bahía Blanca y su puerto. Muchos de esos trabajadores llegaron después de haber residido antes durante algún tiempo en Uruguay o Brasil, o en otras localidades ubicadas más al norte: de Tres Arroyos vino el profesor de piano Isidoro Ghezzi con su esposa uruguaya y su niña argentina; desde Tandil llegaron la viuda de Giuseppe Ferrari, María Pasi, con su segundo esposo, Cirilo Campestrin, y los hijos de su primer matrimonio; de San Fernando, donde se habían casado pocos años antes, vinieron Giocondo Menestrina y su esposa María Segata; y desde la misma ciudad de Buenos Aires, donde había trabajado durante un par de años, llegó Francesco Nardelli. Y lo hicieron precisamente en el momento en que esta remota (a los ojos de Buenos Aires), y en muchos sentidos aún precaria, localidad comenzaba a convertirse en una promisoria ciudad portuaria y a beneficiarse de la aceleración del desarrollo agrícola.

Al mismo tiempo, entre 1884 y 1890, varias familias trentinas se instalaron en la zona rural del partido de Bahía Blanca, puntualmente en la colonia de Tornquist, a 70 kilómetros, en las inmediaciones de las Sierras de la Ventana, junto a un consistente grupo de familias alemanas, suizas e italianas: Alberto Mochen, su esposa Domenica Gramola y sus hijos; Pietro Rosa, Luigi Montibeller y María Toller con cuatro hijos; Domingo Pompermayer con su esposa María Hueller y sus cinco hijos; José Zen y su esposa Catalina Toller; Stefano Toller con su esposa Anna y su hermano Giuseppe; Pietro Bazzanella con su esposa Giovanna Oberosler, su hermano Francesco y su compaisano Giovanni Dalceggio; Secondo Corn y, unos años más tarde, Felice, Ferdinando y Leopoldo Iseppi, y Domenico Hueller y su esposa Anna Rozza. Estos colonos pudieron adquirir chacras de entre 70 y 240 hectáreas a pagarlas en cuotas a seis años. Instalados así, pudieron funcionar, en cierto modo, como eslabones que facilitaron la llegada de otros familiares y compaisanos (jóvenes varones solos) que se sumaron como peones y braceros para el trabajo de campo.

Sin embargo, entre esta colonia de Tornquist (y las otras colonias en esa zona) y las establecidas en las provincias del noreste de la Argentina algunos años antes, pueden precisarse algunas diferencias. En primer lugar, muchas de las colonias del noreste resultaron de la iniciativa estatal, y se formaron según los términos de la ley Avellaneda de colonización agrícola de 1876. En cambio, en el interior de la provincia de Buenos Aires, cuando en 1878, en su reemplazo, se sancionó la ley de ventas para poder solucionar los déficits del erario público, inmensas extensiones de tierras públicas fueron adquiridas por grandes propietarios, latifundistas ganaderos, y la política colonizadora quedó completamente en manos privadas. Por eso, las primeras colonias en esta zona (Sauce Corto, Arroyo Corto, Pigüé y Tornquist) fueron fundadas por empresarios capitalistas (Casey y la empresa Curamalán, Stroëder y Tornquist), quienes propiciaron el desarrollo agrícola (siembra de trigo, maíz y forrajeras) en función de la valorización de las tierras, cuyo destino era, en definitiva, la ganadería (Martinelli y Acosta, 2016; para esta zona, Rey, 1974). Por otro lado, las colonias agrícolas fueron el punto de partida del explosivo incremento de la producción cerealera y de la consecuente exportación a través del puerto de Bahía Blanca. Sin embargo, el rápido fenómeno de compra y venta de chacras que terminaron anexadas a grandes estancias (Quinteros, 2002), la necesidad de acceder a unidades productivas más extensas para sostener la rentabilidad de la explotación en el tiempo, y el predominio del sistema de arrendamiento a partir de 1900 fueron las causas por las cuales, en pocos años, esos colonos se dispersaron en la zona.

Un caso fue el de la familia de Alberto Mochen y su esposa. Mientras que ellos dos, ya mayores, se instalaron en Bahía Blanca, dos de sus hijos y uno de sus yernos se establecieron en las vecinas localidades de Bajo Hondo y Calderón, en campos de 450 y 500 hectáreas. Otro de sus hijos, Silvio, fue uno de los socios fundadores de la Cooperativa Agrícola de Bajo Hondo. También Pietro Bazzanella, uno de los colonos de Tornquist, se mudó como chacarero a Bajo Hondo en 1900, a una propiedad de 450 hectáreas, pasó luego a Cabildo, entre 1908 y 1918; y finalmente llegó a ser propietario de 200 hectáreas en Chasicó. Por su parte, Domenico Pompermayer, desde Tornquist, se trasladó con su familia, primero a un campo en Dufaur, y más tarde a Guaminí. Las otras familias de colonos trentinos, Montibeller, Toller, Zen, Hueller, Iseppi, se desplazaron hacia campos de la zona entre Cabildo, Saldungaray, Tornquist y Pringles.

Otra diferencia con las colonias del noreste argentino fue que, al no existir la posibilidad de probar suerte en otras colonias cercanas (porque eran pocas y había una considerable distancia entre unas y otras), casi todos los varones “solos” (hermanos, sobrinos, compaisanos, como Abramo Eccher, Giuseppe Groff y Pietro Rosa), al cabo de poco tiempo se fueron desplazando hacia Bahía Blanca, donde la oferta laboral era más amplia. Así, varios de ellos, de peones de campo en Tornquist en 1895 pasaron a ser obreros ferroviarios en Ingeniero White hacia 1900. La construcción de los puertos de Ingeniero White y Galván, y de las líneas ferroviarias por parte de las empresas Ferrocarril Sud y Ferrocarril Bahía Blanca Noroeste-BAP, además de las inmensas obras del Puerto Militar y Arroyo Pareja, generaron múltiples posibilidades de trabajo, tanto en el ámbito del ferrocarril y del puerto como en los de la construcción, el comercio y la incipiente industria vinculada con la actividad agrícola.

En la ciudad y en el puerto, ya desde 1885, había varios obreros y trabajadores de oficio, pero su número aumentó después de 1900: albañiles (Francesco Modesto, Ignazio Carli), carpinteros (Augusto Bonomi), herreros (Enrico Herzog y Luigi Bugnoni) y al menos un pintor (Pietro Parisin). Jornaleros y trabajadores ferroviarios llegaron desde otros puntos de la provincia de Buenos Aires y se radicaron en Bahía Blanca, como Cirilo Campestrin, trabajador del Ferrocarril Sud, que se instaló en Ingeniero White con su familia. En cambio, Giorgio Pola, capataz de cuadrilla volante en Vía y Obras del Ferrocarril Rosario Puerto Belgrano, y su esposa, Domenica Bailoni, vivieron durante varios años en los vagones vivienda que les cedía la empresa en cada una de las estaciones donde le tocaba trabajar, y sus hijos asistían a las escuelas en las diferentes localidades de ese ramal ferroviario (Coronel Suárez, Huanguelén, el Divisorio). También en las cuadrillas de Vía y Obras, encontramos varios apellidos trentinos: Luterotti, Agostini, Beltrami, Zamboni, Taberotti, Bassetti, Flessati, Battajiola28. Algunos regresaron a su tierra de origen (como Francesco Berti, socio de la famosa cochería Londres en calle Estomba, en 1913) y algunos se mudaron a otras localidades de la provincia de Buenos Aires (Ludovico Molpen, Placido Rizzadri y su esposa Virginia Forno).

A causa de esa dispersión, tampoco en la ciudad de Bahía Blanca los trentinos constituyeron un grupo compacto. Si bien era habitual que un recién llegado recalara al menos por un tiempo en la casa o fonda de alguno de sus compaisanos, en general, el lugar de residencia estaba determinado por el tipo de trabajo que conseguía. Los ferroviarios calificados —maquinistas, como Egidio Ferrari, o empleados administrativos de estación, como Reinaldo Bertotti en la Estación Garro de Ingeniero White o Mario Bertolini en la estación BBNO—, así como los peones o señaleros (Segata y Campestrin), ocupaban “colonias”, es decir, viviendas o casillas provistas por la empresa ferroviaria. En el centro de la ciudad se instalaron —como propietarios o inquilinos a largo plazo— casas comerciales, como la cochería Londres de Francesco Berti en la calle Estomba, el vivero Il Piccolo Tirolo frente al Hospital Municipal, de Antonio Bertamini, la carnicería de Franceso Nardelli en calle Castelli, y las fondas cercanas a las estaciones ferroviarias: la fonda Trentina, en Gral. Paz y Lamadrid, la Fonda Tirolesa y las de Menestrina y Nascimbeni, en el área de la estación Bahía Blanca Noroeste.

Así, entonces, tal vez por su reducida cantidad y por la dispersión geográfica, los vínculos se mantuvieron solo entre las familias procedentes del mismo valle del Trentino, y por una o dos generaciones: los colonos de Tornquist provenían en su mayor parte de Marter de Roncegno, salvo la familia Mochen; los Agostini, Menestrina, Segata y Nardelli, de Sopramonte; Bugnoni, Santuliana y Herzog, del área de Arco-Rovereto; y Carli, Ferrari, Pasi y Campestrin, de la Val Giudicaria. Únicamente en la colonia de Tornquist, las relaciones intrafamiliares fueron más estrechas: algunos casamientos entre sus hijos, o con jóvenes sud tiroleses que llegaron pocos años después (Luigi Montibeller y María Toller, los jóvenes Iseppi y Dalceggio, o Domenico Hueller casado con Ana Rozza), y padrinazgos de bautismo entre miembros de las familias Montibeller, Zen, Toller y Corn. Fueron mucho más frecuentes los matrimonios con mujeres italianas de la misma colonia (Giocondo Corn y Magdalena Barbieri) o con personas argentinas (Elvira Mochen con Juan López Roldan, su hermana Desolina, con Manuel Martínez). También los padrinos de los niños eran argentinos, españoles o italianos, y, a la vez, varios trentinos apadrinaban niños hijos de españoles y argentinos.

La rápida asimilación al contexto cultural local se vio favorecida, además, por otros dos factores. Por un lado, unos cuantos matrimonios trentinos se instalaron en Bahía Blanca (Agostini y Vindemian, Nicoletti y Laner, Bugnoni y Santuliana, por ejemplo), varios de los cuales fueron formalizados en la Argentina (María Pasi y Cirillo Campestrin en Tandil, Giocondo Menestrina y María Segata en San Fernando); pero otros varones solteros contrajeron matrimonio con mujeres italianas (Enrique Herzog con Rosa Pozzo Ardizzi) o con argentinas (Egidio Ferrari con Francisca Pérez, Celestino Menegol con Valeriana Echevarría, y Francisco Nardelli con Concepción del Valle). Por otro lado, los hijos de todos ellos, nacidos o criados en la ciudad o en el campo, asistieron —al ser obligatoria la escolaridad desde los 6 años— a alguna de las tantas escuelas primarias públicas que había en la ciudad y en las localidades de la zona. Es más, algunos hijos e hijas de trentinos fueron docentes: una de las hijas de Alberto Mochen fue maestra en una escuela pública, el hijo de Giocondo Menestrina, profesor de Latín y Literatura en el Colegio Nacional de Bahía Blanca, y sus hermanas, todas religiosas, fueron maestras en el colegio María Auxiliadora.

Finalmente, de la lectura de la correspondencia y de las entrevistas a los descendientes resulta que, en Bahía Blanca, estas personas y familias fueron construyendo vínculos de apoyo y solidaridad sobre todo con personas de otras procedencias. Si débil fue la cohesión entre ellos, casi inexistente fue cualquier sentido de pertenencia nacional con respecto al Imperio austríaco. Esa escasa identificación con la monarquía austrohúngara como patria de origen se debe, tal vez, a varias razones.

En primer lugar, la colonia de Tornquist estuvo conformada por familias de variados orígenes (españoles, italianos, alemanes procedentes de la Rusia zarista, suizos, dinamarqueses, suecos), y, por tanto, no se la identificó con una nacionalidad en particular, a diferencia de lo que ocurrió en otros casos, como el de Pigüé y los colonos franceses de l’Aveyron.

Otra razón fue que, pese a toda su parafernalia diplomática y burocrática, salvo una Sociedad Austro-Húngara de Socorros Mutuos promovida por Nicolás Mihanovich en Buenos Aires en 1899, la monarquía austríaca no previó instituciones de asistencia a sus emigrados29. Por eso, para tener algún tipo de protección médica y un seguro con el que cubrir económicamente los jornales perdidos durante alguna enfermedad o accidente, los inmigrantes trentinos fueron aceptados en la Societá Italiana di Mutuo Soccorso XX Settembre30, tanto los colonos de Tornquist —cuando en 1889 la Sociedad Italiana creó un subcomité y nombró un cobrador en la colonia— como los que estaban en Bahía Blanca. Varios de ellos fueron visitados por el doctor Leónidas Lucero y recibieron subsidios por enfermedad31.

Y, por último, debe tenerse en cuenta la cuestión de la lengua y la comunidad lingüística de referencia. Aunque el alemán era el idioma de las clases dominantes y las elites intelectuales y económicas del imperio, la mayor parte de la población campesina del Trentino sabía solo unas pocas palabras de alemán, ya que no se lo enseñaba en las escuelas primarias del Trentino (Antonelli, 2015). De hecho, el italiano era la lengua de uso en el Sudtirol desde la Edad Media, su enseñanza estuvo garantizada por la legislación austriaca desde la época de la emperatriz María Teresa (1775), y era utilizado para resolver todas las cuestiones comerciales, administrativas y judiciales. Por eso, los nombres y apellidos de buena parte de los trentinos eran italianos; su lengua madre era el dialecto de matriz latina, aprendían italiano en las escuelas y escribían sus cartas en “italiano”, a pesar de que en realidad se trataba de una interlingua en la que se cruzaban el modelo literario toscano, aprendido durante cuatro o cinco años en la scuola popolare del paese, con el propio dialecto transcripto, de oído, lo mejor posible. Para ellos, probablemente, el cónsul austrohúngaro era un extranjero más.

Por otro lado, cabría preguntarse si ellos se identificaban con la colectividad italiana en Bahía Blanca. En estas tierras se encontraron frente a una enorme cantidad de inmigrantes italianos procedentes de todos los rincones de la península, de todos los niveles sociales, y con una activa participación en varias instituciones, con sus escuelas y espacios recreativos —la Sociedad Italiana de Mutuo Soccorso, la Societá Italiana di Mutuo Soccorso XX Settembre, la Societá Italia Meridionale, la Societá Unione Operai, varias logias masónicas, e incluso, en algunos momentos, publicaciones como L’Italiano o La Frusta. También el Estado italiano, a través de su cónsul, tuvo una fuerte presencia, con su profusión de actos, desfiles y discursos en ocasión de fechas patrias tanto argentinas como italianas, con el apoyo de la próspera burguesía local, que tenía varios italianos entre sus figuras más conspicuas (Martinez Flener y Prutsch, 2018).

Aunque aquí no tuvo naturalmente el ingrediente específico del irredentismo, la eficacia de aquellos discursos se puso de manifiesto en el hecho de que, apenas iniciada la guerra, el titular de La Nueva Provincia del 7 de agosto de 1914 decía: “Italia declara la Guerra a Alemania. El pueblo italiano pide la reconquista de Trento y Trieste”32. Sin embargo, es probable que para estos inmigrantes llegados entre 1885 y 1912, esa retórica nacionalista en ciernes y el irredentismo, a pesar de su difusión entre las clases burguesas en el Trentino, haya resultado algo tan remoto y lejano como lo era ya aquel imperial Estado y su emperador Francisco José. Ellos no vivieron en carne propia las situaciones límite por las que pasaron sus familiares y compaisanos en el Trentino desde el inicio de la guerra en 1914: el reclutamiento y movilización de todos los hombres entre 17 y 45 años hacia el frente oriental contra los rusos en Galizia, Polonia, como parte del ejército austríaco, las largas marchas hacia el frente de combate, la muerte de compañeros y familiares, la prisión en Rusia y, a partir de 1915, la apertura del frente sur contra el ejército italiano y la evacuación de la población civil de los pueblos situados en la línea del fuego hacia otras regiones del imperio. A los trentinos allá en los Alpes, todas esas circunstancias los obligaron a plantearse de un modo radical la cuestión de la patria en términos de nacionalidad. En cambio, los trentinos presentes en el sur de la provincia de Buenos Aires hubieran podido tener noticias de todas estas terribles experiencias solamente a través de la correspondencia con sus familiares (si eso hubiera sido posible), ya que la prensa local, durante todo el conflicto, informó minuciosamente cada uno de los pasos y la suerte del ejército italiano. Así puede verse en la publicación de la revista Arte y Trabajo de septiembre de 1918, en la que, bajo dos fotografías de Trento y Trieste, se lee: “Las nobles aspiraciones italianas”33.

A estas, se suma la cuestión legal de la ciudadanía. Concluida la guerra, se firmó en 1919 el Tratado de Saint Germain, referido a las relaciones entre Italia y los territorios que habían pertenecido al Imperio austríaco. En los artículos 70 y 78 se estableció que la anexión del Trentino implicaba ipso facto la extensión de la ciudadanía italiana a los residentes en ese territorio o a aquellos emigrados que en el curso de un año, a partir de 1919, hubieran regresado al Trentino, condición que fue, en la práctica, irrealizable para la mayor parte de quienes estaban en América. Para regular esa disposición fue emanado, el 12 de noviembre de 1921, el Regio Decreto n° 1594, que establecía las normas para un censo general de la población en los territorios anexados después de la guerra a cargo del podestá de cada comune, y que ofrecía a los emigrados la posibilidad, por un año, de presentarse ante el consulado italiano correspondiente y manifestar la voluntad de adquirir la ciudadanía italiana. Pero en América fueron muy pocos los que recibieron esa información, y menos aún los que realizaron el trámite correspondiente en el curso del año 1922. Recién en 1992 se admitió el principio de “doble ciudadanía”, de modo tal que los trentinos emigrados antes de 1920 obtuvieron una forma de reconocimiento de parte del Estado italiano: la ciudadanía italiana podía ser otorgada a los descendientes solo hasta la segunda generación, siempre y cuando se hubiesen mudado a Italia (Olivetti, 2009). Solo en el año 2000, con la ley 379 se reconoció el derecho a la ciudadanía italiana a los emigrados antes de la anexión del Trentino al reino de Italia y a sus descendientes. Esta ley reconoció el derecho “por elección” con efecto ex nunc, en referencia a la fecha de la declaración de voluntad del interesado, en lugar de un derecho por la sangre iure sanguinis. Sin embargo, esa ley estuvo en vigencia apenas durante diez años, hasta el 2010.

La pertenencia al Imperio austriaco implicó, legalmente, para sus habitantes y emigrados una nacionalidad, pero no necesariamente un sentimiento de pertenencia nacional fuerte. En el caso particular de los trentinos, el hecho de ser italoparlantes, es decir, formar parte de una comunidad lingüística minoritaria y haber encontrado en la tierra de emigración una presencia muy escasa del Estado austríaco, fueron factores que llevaron a una inmediata asimilación con los italianos y con sus instituciones. La desaparición del Imperio austríaco al final de la guerra, la incorporación del Trentino al Estado italiano y el advenimiento del fascismo parecieron condenar al silencio, también acá en estas tierras, entre sus descendientes, la memoria de aquellas comunidades de procedencia que, en aquellos años, se definían en base a conceptos homónimos, pero con profundas diferencias de significado.

Conclusión

La presencia de un consulado austrohúngaro en la ciudad habría hecho pensar en una importante cantidad de inmigrantes del imperio. Es verdad que los empresarios navieros y marineros croatas tuvieron una enorme gravitación en el origen y funcionamiento del puerto local, pero los trentinos, en cambio, en términos cuantitativos fueron una cantidad ínfima en comparación con las cifras en otras regiones de América Latina o con respecto al número de italianos en esta zona. Tampoco hubo entre ellos personalidades destacadas por su actividad política o por haber alcanzado en aquellos primeros años un nivel socioeconómico elevado. Se trató, como hemos visto, de varios centenares de agricultores, comerciantes, artesanos de oficio y trabajadores.

Sin embargo, el concepto de “red densa”, aplicado a la lectura de esas fuentes y sobre esa cantidad reducida de personas, permitió observar una serie de cuestiones referidas a la historia de los movimientos migratorios de principios de siglo XX y a la historia del sur de la provincia de Buenos Aires: que la llegada de estos inmigrantes se produjo a cuentagotas y no de un modo masivo, y casi siempre después de haber estado en Brasil, Uruguay, Buenos Aires o en otras localidades más al norte de la provincia de Buenos Aires; que la rápida inserción capilar en la ciudad y la región se debió no a la presencia de una estructura receptiva oficial o una comunidad trentina preexistente, sino a razones laborales, a las diferentes posibilidades de acceso a la propiedad de la tierra y a la eficacia del sistema educativo local. Este análisis permitió, además, aclarar en qué sentido funcionaron los conceptos de “nación” y “comunidad de pertenencia”, y nos permitió comprender entonces por qué, dado que aquí no se formó una colonia ni una colectividad, perduró solo entre algunos de sus descendientes un cierto sentido de identificación regional.

Allá en el Trentino, la disolución del Imperio austríaco y la condición de vencidos con la que regresaron los varios miles de hombres que habían combatido en el frente ruso o en el italiano, la anexión del Trentino al Reino de Italia y la “italianización” forzada de tantos aspectos de la vida cotidiana (desde la traducción de topónimos y apellidos hasta el silencio con respecto a los caídos trentinos en el ejército imperial), favoreció, a la vez, la preservación de la conciencia de una definida identidad propia. En cambio, acá en la provincia de Buenos Aires, estos “austriacos” de habla italiana se asimilaron e integraron a la sociedad local, y se convirtieron en los eslabones que, después de la Primera Guerra Mundial, articularon a partir de 1924 la llegada de la segunda oleada de inmigrantes trentinos —ya con pasaporte italiano— a nuestra zona.

Bibliografía

Fuentes

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1 Mi agradecimiento a la Dra. Patricia Orbe y al Dr. José Marcilese, del Departamento de Humanidades de la Universidad Nacional del Sur, por sus sugerencias, comentarios y el enriquecedor espacio de reflexión ofrecido en su seminario; al Dott. Giuseppe Ferrandi, director de la Fondazione Museo Storico del Trentino, por la posibilidad de consultar los documentos referidos a Bahía Blanca conservados en el Archivo de Estado de Viena; a la Dra. Milagros Martìnez-Flener, de la Universidad de Munich, por su estímulo y consejos; a la Profesora Nélida Iglesias de Fabrizzi de la Universidad del Sur, por su ayuda con los documentos en alemán escritos a mano con caligrafía Kurrent; y al Círculo Trentino de Bahía Blanca.

2 La denominación Trentino cobró difusión durante los últimos años del siglo XIX. Tradicionalmente, en el área de lengua alemana del imperio se utilizaba el término Welschtirol, Tirol Italiano o Sudtirol. Cfr. Tonezzer (2009).

3 La necesidad de una autodefinición en términos de nacionalidad se plantea recién a principios del siglo XX con la difusión del “irredentismo” y el reclutamiento militar al inicio de la Primera Guerra Mundial. Cfr. Mazzini (2010).

4 Sobre la composición regional de la inmigración italiana en Argentina en este período, cfr. Devoto (2008).

5 En este sentido, Devoto escribe: “Sampacho, una colonia poblada sobre todo por friulanos y trentinos, estos últimos de ciudadanía austríaca y muy probablemente con esa identidad, crean la Sociedad Austro Argentina” (2008: 124).

6 Stefanetti-Kojrowicz y Prutsch (2005) estudian las colonias de inmigrantes polacos de Galizia en Misiones. Se pueden consultar también los estudios de Martinez-Flener (2017), Martinez Flener y Prutsch (2018) y Radovich (2020).

7 Sobre las colonias en el noreste argentino, son indispensables el informe de Peyret (1889), Cracogna (1988) y Stefanetti-Kojrowicz y Prutsch (2005).

8 Se pueden consultar en el sitio https://www.familysearch.org/es/.

9 Consularwessen Bahía Blanca [Servicios consulares en Bahía Blanca], Fondo Ministerium des Aussern, Administrative Registratur, [legajo] nº 8-72-1, Archivo de Estado de Viena (en lo sucesivo citado como Fach 8-72-1, HHStA).

10 “Austria-Hungría. La colonia austrohúngara en la Argentina” (9 de julio de 1916), La Nación, suplemento especial, pp. 611-620. Sobre los hermanos Mihanovich y el desarrollo de la navegación de cabotaje argentina a fines del siglo XIX, cfr. Caillet-Bois (1929); y sobre sus vinculaciones con el poder en Viena, Blaschiz (1992); sobre el rol de Nicolás como empresario, cfr. Caruso (2014); y sobre sus peripecias como vicecónsul en Buenos Aires por no hablar alemán, cfr. Deusch (2017).

11 En septiembre de 1887 fue nombrado “socio protector” de la Sociedad Italiana XX Settembre; el 15 de abril 1893, padrino de bautismo de un niño, y al menos hasta 1897, propietario de un solar en el puerto de Ingeniero White. En 1889 se instaló nuevamente en Buenos Aires donde fundó la Compañía Sudatlántica, y con las naves Austria y Vaca, estableció un servicio de cabotaje con viajes semanales para transporte de cargas y pasajeros entre Buenos Aires, Bahía Blanca y Patagones. Cfr. Caillet-Bois (1929).

12 Para comprender esas diferencias son indispensables los estudios de Matsch (1986), Blaschitz (1992) y Agstner (2012b), y, en particular, con respecto a América Latina y a Bahía Blanca, Agstner (2012a).

13 Ufficio per la mediazione del lavoro della Camera di Commercio e Industria in Rovereto (1908), Gli emigranti del Trentino, Rovereto, Tipografia Grigoletti.

14 Para evitar un viaje tan prolongado por mar, muchos emigrantes se dirigían por vía terrestre a algún otro puerto europeo, francés, alemán o español, tal como se puede verificar en la base de datos del CEMLA, en el ítem “puerto”, y como explica Raffaeli (1990-1991) y analiza mejor aún Kalc (2014).

15 Cf. Prutsch (1998) y Olivetti (2009).

16 Joseph Oliver Croft, hijo de ingleses, nació el 23 de diciembre 1868 en Trieste, donde transcurrió su juventud y recibió su educación. Radicado en Bahía Blanca desde 1887, se casó en 1893 con Adolfina Vlieghe, y desde 1894 fue socio propietario, junto con D. Meyer y Juan Denker, de una de las más importantes casas comerciales, la Barraca Unión, luego D. Meyer y Cía., dedicada a la importación de herramientas, máquinas agrícolas y materiales de construcción y exportación de cereales, lanas, cueros. Integró, además, la comisión directiva de la Sociedad Rural entre 1906 y 1908, el Comité Pro-Bahía Blanca y la sociedad de barraqueros La Langosta. Su esposa, Adolfina Vlieghe, era una destacada figura en la sociedad local, y su hija, Adolfina Croft, se casó con el ingeniero Francisco Salamone, célebre por su obra arquitectónica en la provincia de Buenos Aires durante la década de 1930.

17 Leopold Koziebrodsky, Buenos Aires, 24 de julio de 1902 [Carta del representante del Imperio en Buenos Aires al Ministerio de Relaciones Exteriores], Fach 8-72-1, HHStA.

18 Leopold Koziebrodsky, Buenos Aires 24 de julio de 1902 [Carta del representante del Imperio en Buenos Aires al Ministerio de Relaciones Exteriores]; Pohl, G, 29 de septiembre de 1902 [Carta del cónsul en Buenos Aires dirigida al ministro-embajador Leopold Koziebrodsky recomendando a Joseph Oliver Croft para ocupar el puesto de vicecónsul honorario en Bahía Blanca], Fach 8-72-1, HHStA.

19 Freiherr von Rehmen, Buenos Aires, 9 de febrero de 1906 [Informe sobre la ventaja de instalar el vice consulado], Fach 8-72-1, HHStA: “En la Argentina, la mayor parte de las veces solo las gestiones personales logran tener éxito”.

20 Freiherr von Rehmen, Buenos Aires, 13 de septiembre de 1906 [Carta al Ministerio de Relaciones Exteriores del Imperio recomendando a Joseph Croft como vicecónsul honorario], Fach 8-72-1, HHStA.

21 “La marea de ayer, perjuicios causados” (19 de marzo de 1902), La Nueva Provincia, p. 3; y “Compostura” (23 de marzo de 1902), La Nueva Provincia: “Para efectuar compostura provisoria del vapor austríaco Principessa Cristina, anclado en rada de este Puerto…La oferta aceptada será formalizada en forma de contrato ante el señor vicecónsul alemán de esta ciudad”.

22 Ministerio de Comercio del Imperio Austrohúngaro, Viena, 7 de julio de 1906 [Carta dirigida al Ministerio de Relaciones Exteriores expresando el acuerdo el nombramiento de Croft como Vicecónsul en Bahía Blanca], Fach 8-72-1, HHStA.

23 Ministerio de Relaciones Exteriores del Imperio Austrohúngaro, Viena, 30 de noviembre de 1906 [Notas preparatorias del decreto de nombramiento de Joseph Oliver Croft como Vicecónsul en Bahía Blanca], Fach 8-72-1, HHStA.

24 Durante sus primeros años en Bahía Blanca, Croft residió en calle Soler, entre Alsina y Belgrano, pero en 1901 hizo construir una casa en Rondeau 51 que funcionó, a la vez, como sede del viceconsulado. En 1921 le encargó al arquitecto catalán Pedro Cabré Salvat la construcción de un segundo piso cuyo resultado fue la por muchos considerada bellísima “casa catalana”, que fue su residencia permanente. Croft poseía además una quinta sobre la Avenida Alem 395, dedicada al cultivo de flores. En 1917 se retiró de la firma Meyer y cesó en sus funciones como cónsul el 12 de noviembre de 1918. Después de haberse ausentado por varios años, Croft falleció en Bahía Blanca el 21 de agosto de 1935.

25 Joseph Oliver Croft, Bahía Blanca, 27 de septiembre de 1902 [Declaración de aceptación de las tareas y obligaciones como Vicecónsul honorario], Fach 8-72-1, HHStA.

26 Isidoro Ghezzi nació en Daone el 13 de enero de 1853, según consta en el folio 16 del Libro di matrícula de la Società Italiana Mutuo Soccorso di Bahia Blanca, vol.1, folio 16, 1887. Llegó invitado por el padre Oreiro para tocar en el templo parroquial el tedeum el 25 de mayo. Sin embargo, bien pronto fue convocado para animar con música ligera de moda las tertulias y los bailes que tenían lugar en los salones de la municipalidad, en el Bar de los Ocho Billares, de F. Iguacel, y en el aristocrático Club El Progreso, y participó incluso en la inauguración del templo masónico de la Logia Estrella Polar en marzo de 1890. Además, daba clases de piano y violín, y organizaba periódicamente veladas literarias y musicales, en las que incluso llegó a presentar composiciones propias. En una ocasión, en 1889, estrenó dos mazurcas, “Villa Olga” y “Bahía Blanca”; una, dedicada a Pablo Neumayer, el ingeniero argentino que trabajaba en esos años al servicio de Ernesto Tornquist haciendo la mensura de las tierras de la colonia y trazando los planos del pueblo de Tornquist; la otra la dedicó a sus “queridas discípulas”, hijas de ricos comerciantes locales: Ana Vanoli, Elvira Tellarini y Adolfina Vlieghe.

27 Croft, Joseph Oliver, Bahía Blanca, 30 de mayo de 1902 [Curriculum Vitae], Fach 8-72-1 HHStA.

28 Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico, Vía y Obras - Registro de personal (1900-1924), y Ferrocarril Sud, Vía y Obras, cuadrilla especial de alambradores (1894-1920), Fondo Ferrocarriles Bahía Blanca, Archivo Ferrowhite-Museo Taller

29 En 1908, el Ufficio per la mediazione del lavoro informaba que los emigrados trentinos no recurrían a los consulados austrohúngaros porque pensaban que iban a recibir muy poca asistencia, e incluso conocían casos en los que no recibieron ninguna ayuda. Por eso, solían sercortésmente y por excepción”, auxiliados por las Sociedades Italianas. Cfr. Grandi (1990).

30 Libro de actas 1886-1896 de la Società Italiana Mutuo Soccorso di Bahia Blanca XX Settembre, 12 de junio de 1887, 13 de junio y 26 de julio de 1891.

31 Registro ammalati. Periodo assitenza 26-12-1886 al 7-11-1900 de la Società Italiana Mutuo Soccorso di Bahia Blanca XX Settembre, marzo de 1893; y Libro di cassa, n° 1, dal 10 ottobre 1886 al 31 gennaio 1899.

32 “Italia declara la Guerra a Alemania. El pueblo italiano pide la reconquista de Trento y Trieste” (7 de agosto de 1914), La Nueva Provincia, p. 1.

33 “Las nobles aspiraciones italianas” (septiembre de 1918), Arte y Trabajo, p. 6.