Una dilatada bienvenida

a la “normalidad”.

Prácticas online en Cuba

Xenia Reloba de la Cruz*

Cuadernos del Sur - Letras 50 (2020), 32-57, E-ISSN 2362-2970

El acceso de los cubanos a internet ha sido tema de la producción académica y del activismo desde finales de los noventa. Hasta 2013, ese derecho solo había sido ejercido por cerca del 25% de los cubanos, de acuerdo con estadísticas oficiales. Pero desde ese año, ETECSA, empresa cubana de telecomunicaciones, ha ido incrementando gradualmente las opciones de acceso wi-fi, ADSL y por datos móviles. Informaciones recientes indican que cerca del 75% de la población cubana accede a internet por alguna/s de esas vías. Además, los cubanos conservan prácticas alternativas e irregulares para el acceso a contenidos informativos. En este texto, tomando como punto de partida una investigación realizada en el verano de 2018, discuto las relaciones entre imaginarios sobre “modernidad”, “normalidad”, “aislamiento” y “excepcionalidad”, en el contexto de las experiencias de los cubanos con las tecnologías de la información y las comunicaciones. Mi argumento principal es que al adoptar y ajustar prácticas típicamente online a un entorno mixto (online/offline), los cubanos están rearticulando imaginarios sociales sobre la modernidad y el sentido de pertenencia al mundo históricamente asociados con su identidad, lo que evidencia una búsqueda de una “imaginada” normalidad que subvierta la sensación de aislamiento derivada del atraso tecnológico.

Palabras clave

Cuba

prácticas online

imaginarios sociales

Fecha de recepción

8 de julio de 2020

Aceptado para su publicación

15 de octubre de 2020

* University of Calgary. Correo electrónico: xenia.relobadelacruz@ucalgary.ca.

Resumen

Cubans’ access to the Internet has been the subject of academic production and activism since the late 1990s. Until 2013, that right had only been exercised by about 25% of Cubans, according to official statistics. But since that year, ETECSA, a Cuban telecommunications company, has gradually increased the options for Wi-Fi, ADSL and mobile data access. Recent information indicates that about 75% of the Cuban population accesses the Internet through some of these channels. In addition, Cubans maintain alternative and irregular practices for accessing informational content. In this text, taking as a starting point an investigation carried out in the summer of 2018, I discuss the relationships between imaginaries about “modernity,” “normality,” “isolation” and “exceptionality,” in the context of the experiences of Cubans with information and communication technologies. My main argument is that by adopting and adjusting typically online practices to a mixed environment (online / offline), Cubans are rearticulating social imaginaries about modernity and the sense of belonging to the world historically associated with their identity, which shows a search for an “imagined” normality that subverts the feeling of isolation derived from technological backwardness.

Keywords

Cuba

online practices

social imaginaries

Abstract

Do

32-57

El 6 de diciembre de 2018, tras varios meses de prueba, usuarios de telefonía celular en Cuba recibieron instrucciones para conectarse a internet mediante datos móviles (tecnología 3G). La dilatada llegada de ese servicio a la isla no estaba exenta de constricciones tecnológicas y económicas. El acceso sería provisto por la banda de 900 MHz, lo cual excluía automáticamente a aquellas personas que no dispusieran de un dispositivo inteligente que operara la 3G en esa banda. El dato no es menor, si consideramos que, durante el verano —cuando empezó a probarse la tecnología— alrededor del 35% de los usuarios de telefonía móvil no cumplía los requerimientos técnicos1. Los interesados podían optar inicialmente por cuatro paquetes de datos (600 MB, 1 GB, 2.5 GB o 4 GB), por cuya compra debían abonar entre 7.00 CUC y 30.00 CUC2. Durante el primer mes, la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba (ETECSA), que opera sin competencia en ese sector en el país, percibió alrededor de 12 millones de CUC solo por el acceso 3G3.

A pesar de que los datos 3G llegaban cuando buena parte del resto del mundo empezaba a ver la 5G como algo más que una ilusión futurista, el entusiasmo de los usuarios se hizo evidente en el rápido incremento del consumo y en la creciente percepción de esa opción como una prioridad en la vida cotidiana. Apenas unos meses antes, durante mi trabajo de campo para una investigación sobre las estrategias de acceso a la información en un país “desconectado”, los entrevistados todavía se referían a los datos móviles como un rumor, un imposible, mientras naturalizaban la opción en uso: la conexión wi-fi desde espacios públicos (parques)4.

Los problemas del acceso a la información y a internet han sido el foco de numerosas aproximaciones, tanto desde la academia como desde los medios de comunicación dentro y fuera de la isla. Los enfoques tienden a destacar en mayor o menor medida, dependiendo de las agendas de cada autor, los obstáculos tecnológicos, económicos y políticos que condujeron al significativo retraso de este servicio en Cuba5. Paralelamente a este tipo de análisis, una importante corriente de investigaciones académicas se ha dedicado a revelar y diseccionar las alternativas relacionadas con el acceso indirecto a recursos informativos y comunicativos que, en otras latitudes, se encuentran disponibles en internet6. La mayor parte de los análisis se centra en “el cómo” de esos procesos, caracterizados por una creatividad a prueba de embargos de toda índole, y subraya una noción de excepcionalidad que ha marcado los imaginarios sociales sobre “ser cubanos”, aunque también ha habido un creciente interés en explicar las connotaciones sociológicas de estos procesos7.

Esa creatividad para obtener “por la izquierda” lo que en otras regiones es un componente operativo de la globalización (como el acceso a internet y a los recursos que provee) es, sin dudas, una de las más destacables características del ecosistema comunicativo cubano8. Por otra parte, “el por qué” de esa “obsesión con internet” suele encapsularse bajo el entendido relativamente generalizado de que los cubanos lo necesitan solo para comunicarse con sus familiares en el exterior. Y es innegable que, con una población migrante que ronda los dos millones de personas, la existencia de la familia transnacional cubana encuentra un significativo alivio en las posibilidades de comunicación abiertas y abaratadas por este tipo de tecnologías9.

Todos los ojos miran al norte

Un análisis del ecosistema comunicativo cubano no estaría completo si ignorara la siguiente pregunta: ¿Cómo se las ingenia una población cuyo ingreso promedio mensual equivale a poco más de 30 CUC para mantener la conexión a internet y otras estrategias de acceso a la información y la comunicación como una prioridad en su presupuesto cotidiano10? A pesar de que el sentido común pudiera apuntar casi exclusivamente a la contribución de la familia transnacional mediante recargas periódicas a los móviles desde el exterior, no pude acceder a una estadística oficial que dé cuenta de la relevancia de ese aporte11. Por otra parte, durante mi investigación, los entrevistados fueron notablemente elusivos con respecto a este tema, aunque la observación participante en áreas públicas evidenció la alta frecuencia de conversaciones en las que los involucrados discutían aspectos de este tipo de transacciones12.

Si bien la existencia de una amplia población migrante bastaría para explicar que, aun antes de que se comercializara internet en la isla, las personas buscaran constantemente alternativas para acceder a vías de comunicación con el exterior, este argumento no satisface plenamente otras preguntas. Durante las conversaciones que sostuve en La Habana en el verano de 2018, la mayoría de mis entrevistados aludió, junto con el interés en comunicarse, a la necesidad de saber más sobre lo que ocurría en el mundo. Mostraron conocimiento y preferencias por plataformas como YouTube y Facebook, entendidas como espacios alternativos de información, y situaron esas opciones como prioridades, aun cuando el consumo era costoso y debía realizarse en espacios de escasa o nula privacidad.

La socióloga cubana Ana Niria Albo se ha referido a la importancia de “la valija cultural”13, un tipo de transacción que se aplica no solo al contexto cubano, sino a todos aquellos países que se caracterizan por una amplia circulación de migrantes. Esta noción implica el “tráfico” de saberes y sentidos comunes entre los nuevos contextos de residencia de los migrantes y sus lugares de origen. Esto se concreta en un desplazamiento en doble vía de tradiciones y costumbres de un país a otro y, por consiguiente, es una forma de globalización de esos valores. Aunque desde finales de los ochenta grupos de cubanos han viajado sistemáticamente a la isla, superando hasta cierto punto el estigma que suponía dejar el país desde 1959 hasta esa década, es después de las modificaciones a la ley migratoria cubana implementadas en 2013 que el estatus de las personas que deciden residir fuera de Cuba ha vuelto a una relativa normalidad14. La naturalización de una forma de migración circular en el entorno cubano hace más expedito el viaje de ida y vuelta de la valija cultural.

La búsqueda del por qué, más allá del sentido común, de alternativas informativas que comenzaron a diseminarse especialmente desde la segunda década de los 2000, pero que tienen sus antecedentes incluso antes del inicio de los servicios de conectividad en Cuba entre mediados y finales de los noventa, se convirtió en el más importante leitmotiv de mis conversaciones con usuarios y expertos en La Habana. En los diálogos, argumentos relacionados con imaginarios sobre “ser moderno”, pertenecer al mundo, vencer el aislamiento geopolítico y contar con alternativas que “normalizaran” su situación con respecto a la información, “como pasa en todas partes”, afloraron de manera espontánea y sistemática. En el afán de entender por qué los cubanos han buscado variantes de acceso y circulación de materiales audiovisuales offline cuando no pudieron hacerlo online, las respuestas de mis entrevistados evidencian la yuxtaposición de varios argumentos entre los cuales la recurrencia a una imaginada “modernidad” que pasa por las tecnologías, resultó relevante.

¿Cómo mantenerse informado en un país “desconectado”?

Hacia finales del siglo XX los expertos cubanos Valdés y Rivera (1999) se referían a prácticas alternativas y contingentes de acceso a los servicios online en la isla. Entre esas variantes, los investigadores mencionaban la compra irregular de cuentas, la socialización de una cuenta legítima entre varios usuarios tras acuerdos previos sobre horarios y consumo, el uso de espacios de acceso regular (centros laborales donde existía la opción) por personas no autorizadas a recibir el servicio y, en un sentido más básico, el uso de intermediarios que comunicaban —previo pago o de forma gratuita— a personas vía correo electrónico, o descargaban datos o información requerida por los clientes o usuarios15. Estas opciones se combinaban con alternativas que ya circulaban en los ochenta, como la copia y comercialización de materiales audiovisuales fuera de los entornos de distribución legales, limitados por razones de copyright, regulaciones comprendidas en el embargo de los Estados Unidos a Cuba o carencias económicas que afectaban la adquisición de copias para la circulación.

La gradual y regulada apertura de internet en el país, desde finales de los noventa, combinada con otras formas de acceso a la información, como la extensión del uso no autorizado de antenas parabólicas, que llegaron a ser muy populares en Cuba a inicios de los 2000, incentivó la creatividad. Hacia el 2013, cuando este tema atrajo mi atención, ya hacía algunos años circulaba una variante que sería bautizada como “el paquete semanal”, y, de manera más sugerente, como “la internet de los pobres” o “el YouTube de Cuba”16.

El “paquete semanal” es una compilación que reúne desde películas y series de moda hasta material informático (actualizaciones de software y antivirus que no pueden comercializarse legalmente en Cuba por regulaciones del embargo), así como informaciones de medios independientes cubanos y extranjeros, y literatura, entre otros recursos. La selección comprende un terabyte de esos contenidos, y se socializa en los barrios a un precio relativamente inferior al acceso a internet17. Con la emergencia de varias opciones de conectividad, la actividad del paquete semanal no decayó. Además, se ha ido complementando con los espacios de copia y venta de películas y series, un tipo de servicio que fue regularizado como parte de la apertura en Cuba de las opciones de autoempleo, conocidas como “trabajo por cuenta propia” o “cuentapropismo” (pequeñas empresas privadas)18.

Otras alternativas más recientes, como la llamada Red o Snet (en La Habana), a partir de la combinación de opciones de conectividad inalámbrica y cableada para generar redes vecinales y propiciar, entre otras prácticas, los juegos en grupo como variante a la alternativa online, dieron prueba en su momento de la adaptabilidad cubana19. Algunos análisis sobre estas opciones destacan la originalidad y la resiliencia de los cubanos, mientras otros, especialmente desde la academia, también prestan atención a su carácter anómalo destacando, entre otros factores que debían encontrar una alternativa regularizadora, el problema de los derechos de autor (Rodríguez Fernández y Machado, 2016). A pesar de la relevancia de estas aprensiones, la lectura más extendida de estos fenómenos pasa por la comprensión, y en algunos casos exaltación, de una creatividad que responde a límites rigurosos impuestos desde dentro y fuera de Cuba, y que expresa una actitud deliberada o inconscientemente contestataria.

De manera similar, con la llegada de internet a los parques de Cuba, la extensión de una variante como los Connectify20, aunque insegura desde el punto de vista tecnológico, respondió a la necesidad de abaratar los costos de un servicio que continúa estando más allá de las posibilidades racionales del cubano promedio y a la creatividad isleña que tiende a buscar “por la izquierda” opciones de servicios y productos que por las vías legales resultan a menudo inalcanzables. Si la búsqueda de intermediarios para pasar y recibir correos de los familiares en el exterior, el tráfico de cuentas o el acceso a internet en los parques wi-fi, entre otras variantes, parecen responder mayormente a la necesidad de mantener una comunicación sistemática con la familia transnacional cubana, opciones como el paquete semanal, la Snet (o Red), la prioridad del acceso a YouTube en las preferencias de usuarios mayormente jóvenes, y la extensión de prácticas de blogueo y vlogueo21, así como de activismo en redes sociales, están indicando otras motivaciones.

Que Cuba se abra al mundo, que el mundo se abra a Cuba

En su histórica visita a Cuba, en 1998, el papa Juan Pablo II hizo el llamado que abre esta sección. Más allá de devenir un eslogan oportunamente convocado por autoridades y disidencias, la noción de apertura que literalmente contrasta con la realidad de aislamiento experimentada por los cubanos durante más de seis décadas emergió una y otra vez en los relatos que colecté durante mis entrevistas.

Reclinada en una mesa, removiendo perezosamente el hielo de una limonada que trataba de sobrevivir a las temperaturas del verano de 2018 en Cuba, Lisandra dudó antes de comenzar a responder mis preguntas22. La joven, de 25 años al momento de la entrevista, fue una de las más de 30 personas que aceptaron compartir conmigo su experiencia de acceso a internet. Finalmente, sopesando las palabras, respondió con una andanada:

Nosotros somos libres, ¿sabes? Podemos hacer lo que queramos. Pero también necesitamos saber lo que ocurre en otras partes. Necesitamos acceder directamente a esa información, como todo el mundo en todas partes23. No tiene nada que ver con el capitalismo, porque nosotros vivimos en un país socialista. Pero tenemos que estar al mismo nivel24.

Y continuó:

Yo no quiero seguir viviendo a la antigua. Yo quiero tener cosas modernas. Quiero tener mejores oportunidades, en mi casa, en mi vida cotidiana, en mi trabajo… Y por eso pienso que la tecnología puede ser muy importante… Ser moderno no es una cosa positiva ni negativa. Es lo normal25.

La manera en que varios entrevistados asociaban la idea de “ser moderno” con la “normalidad” fue uno de los resultados más provocadores de mis pesquisas26. A partir de esos comentarios, me propuse repensar los modos en que imaginarios sobre la “modernidad” y la “normalidad” se entrelazan en las representaciones tradicionales sobre “lo cubano”. Me interesaba explorar cómo esos imaginarios contrarrestan otros que enfatizan sentimientos de aislamiento de los cubanos. La pregunta, sobrevolando mi análisis contextual de las entrevistas, se enfocaba en la capacidad de internet para subvertir las circunstancias asociadas con la isla27.

A propósito de los imaginarios sobre la modernidad

Charles Taylor (2004) define los “imaginarios sociales” como los modos en que las personas imaginan su vida social, las formas en que se relacionan con los otros, las expectativas que se cumplen y las nociones normativas que subyacen en esas expectativas. Taylor subraya que el foco de los imaginarios está en la manera en que las personas “ordinarias” representan la realidad que las rodea, un proceso que a menudo no se expresa en términos teóricos, sino en historias y sentidos comunes compartidos. A su juicio, lo que hace interesante este concepto es precisamente el hecho de que los imaginarios son compartidos por grandes grupos de personas, posibilitando no solo la extensión de determinadas prácticas aceptadas por el sentido común, sino su legitimidad.

El concepto de modernidad es polisémico, y ha sido usado tanto en el registro académico como en la vida cotidiana hasta la casi saturación. En este texto, aparece como una metáfora que traduce —entre otras aspiraciones— la posibilidad de beneficiarse de los flujos tecnológicos globales. Este tratamiento sigue parcialmente la aserción de Arjun Appadurai, quien ha subrayado el impacto de las narrativas de los medios que han contribuido a reescribir la modernidad, “more as vernacular globalization and less as a concession to large-scale national and international policies” (1996: 10)28. Cuando me refiero a modernidad, lo hago entre comillas y en referencia a los imaginarios sociales relacionados con la idea de “ser modernos”, pues ambas nociones aparecieron indistintamente y con sentidos intercambiables en las entrevistas.

En su libro On Becoming Cuban: Identity, Nationality, and Culture, el académico cubano Louis A. Pérez Jr. discute elementos de la formación de la nación cubana en su relación con los Estados Unidos. De acuerdo con Pérez Jr., la innovación tecnológica alcanzó a Cuba de manera expedita, con frecuencia antes de que estuviera disponible en los Estados Unidos: “Innovation and renovation became the imperatives driving production, the means, too, by which Cuba was integrated into advanced industrial modes of the North” (1999: 18)29. A partir del siglo XX, los cubanos adoptaron los estándares estadounidenses de modernidad y progreso, que portaban además un valor simbólico asociado con el éxito.

De manera similar, la periodista y académica cubana Rosa Miriam Elizalde afirma que “Cuba ha sido un país absolutamente abierto a la modernidad”30. En su opinión, aunque esa apertura precede a la intervención de los Estados Unidos después de la guerra de independencia de 1898, está profundamente marcada por esa dependencia de la isla con respecto a su vecino del norte. Según Elizalde,

Cuba se convirtió en un polígono de prueba para todos los desarrollos tecnológicos provenientes, en general, de los Estados Unidos. Por tanto, en el ADN de los cubanos, en sus raíces nacionales, existe esta relación, muy abierta, de dos vías, con los últimos desarrollos tecnológicos31.

A pesar de la dramática ruptura que representó el triunfo de la revolución liderada por Fidel Castro en 1959, las narrativas sobre progreso y desarrollo tecnológico continuaron siendo un elemento recurrente tanto en el discurso como en las políticas dirigidas a desarrollar capacidades intelectuales y profesionales para subvertir un orden según el cual la isla parecía condenada por su excepcionalidad. Mientras se desconectaba de su tradicional relación de dependencia de los Estados Unidos, el país se abocaba a otro tipo de relaciones con naciones de Europa (fundamentalmente del Este y la antigua Unión Soviética), América Latina, África y Asia. De modo que, aunque “apartada” del mundo occidental liderado por los Estados Unidos, Cuba no estaba absolutamente aislada, ni desde una perspectiva estrictamente geopolítica, ni —aun más importante, en mi opinión— en el campo cultural. No obstante, el encontronazo con sucesivos gobiernos de los Estados Unidos suponía, a partir del embargo financiero, la regulación de formas expeditas de acceso a recursos y tecnología por parte de Cuba32. Una dimensión épica se agregó a los imaginarios que contrastaban las ideas sobre aislamiento, excepcionalidad y retraso con un sentido de pertenencia al mundo, nociones de “lo normal” y “lo moderno”, cuya persistencia se hizo evidente durante las entrevistas en La Habana.

Como una ilustración de la subsistencia de esos imaginarios o paradigmas culturales mayormente importados desde los Estados Unidos, el investigador cubano Fidel Alejandro Rodríguez Fernández subraya que, a pesar de las regulaciones que impedían la normal circulación de productos culturales entre ese país y la isla, iniciativas independientes mantuvieron vivos esos procesos33. Habría que añadir que durante décadas los medios audiovisuales cubanos han mantenido un flujo constante de productos provenientes de la industria cultural estadounidense, lo que ha acentuado esa “excepcionalidad cubana”, pues a diferencia de otras naciones del otrora “campo socialista”, donde el consumo de esos productos fue rigurosamente censurado o limitado, luego de un período inicial de censura, los cubanos han tenido un acceso constante, muchas veces no regulado, a ese tipo de productos de la cultura de masas estadounidense34.

En un panel publicado en la revista cubana de comunicación Alcance, la investigadora Anna Christina Pertierra ha señalado que el consumo de los medios en Cuba se caracteriza por la simultaneidad de procesos contradictorios de ruptura y conexión. En su opinión,

hay una percepción de la desconexión cultural de los centros mediáticos al norte entre los Estados Unidos y Cuba. Esta es una percepción basada en desconexiones económicas y políticas que existen en realidad, pero que no resultan en la desconexión total. Al mismo tiempo, los cubanos experimentan un acceso cada día más inmediato a los múltiples flujos globales de medios y productos culturales (Rodríguez Fernández y Machado, 2016: 149).

Maneras de eludir la claustrofobia

Como apunta Antonio Benítez Rojo en su seminal La isla que se repite (1992), la insularidad antillana no conlleva al aislamiento total; por el contrario, conduce al viaje y a la exploración. Para Dianelis, una joven profesional cubana,

el primer elemento que hace nuestra relación con casi todo tan especial es el hecho de que vivimos en una isla. Una isla que ha estado largamente desconectada. Poniendo eso aparte, puedes ver que casi todo lo que viene de afuera resulta una curiosidad. Tenemos una curiosidad innata por aprender cómo funcionan las cosas afuera35.

Nancy es una trabajadora por cuenta propia que asegura no necesitar el acceso a internet. No obstante, decidió pagar el servicio de Nauta Hogar, una oferta todavía poco extendida en el país, y que lleva la conectividad ADSL a las zonas donde existen las condiciones tecnológicas. Los precios de este servicio son bastante elevados36. Cuando le pregunté por qué pagaba el acceso si no lo consideraba estrictamente necesario, Nancy respondió: “Nadie puede vivir al margen de la civilización. Si necesitas cualquier información puedes buscarla en internet. Es una ventana abierta al mundo37.

En su análisis del impacto de los Estados Unidos en la formación de la identidad cubana, Pérez Jr. relaciona la adopción de patrones modernos en la isla con “la apariencia de normalidad” que los cubanos necesitaban a inicios del siglo XX. Implícita o explícitamente, muchos de los participantes en mis entrevistas expresaron su preocupación a propósito de vivir por debajo de los estándares del progreso tecnológico en la actualidad, y en diversos grados se afiliaron a un discurso que contrapone la posibilidad de ser moderno y estar en relación con el mundo, al aislamiento geopolítico y el atraso tecnológico.

Juan Mario, un jubilado de 73 años que llegó a tener lo que califica como un “acceso normal” a internet cuando trabajaba, apuntó que este recurso calma la ansiedad provocada por el aislamiento, no geográfico, sino sistémico. “Lo sistémico no se relaciona necesariamente con lo geográfico. Pertenece al dominio ideológico. Internet abre una ventana. Te hace creer que puedes dejar de vivir en el aislamiento”, apuntó38. Por su parte, Lester, un activista millennial, no se considera parte de esta generación pues en su momento no tuvo acceso a estas tecnologías, lo cual, en su opinión, lo colocó en una especie de “agujero” generacional. Según Lester, el aislamiento geográfico e informativo de Cuba provoca un impacto psicológico. “Sientes una especie de claustrofobia. Hay un estilo típicamente cubano de claustrofobia. Y puedes ver cómo ese sentido de claustrofobia se siente atenuado después de internet. Entonces, internet tiene un valor simbólico y un impacto psicológico”, subraya39.

Durante mi trabajo de campo, junto con las preguntas más abiertas, incluí asociaciones de ideas. Dentro de las frases más ilustrativas invocadas frecuentemente por los usuarios cuando les mencionaba a internet fueron recurrentes expresiones como “conocer el mundo” y “una ventana abierta al mundo”. Otros entrevistados asociaron la experiencia con la felicidad, la esperanza, el éxito y el futuro. Más allá de este ejercicio específico, los entrevistados establecieron una conexión directa entre el acceso a internet y sus nociones sobre la normalidad, atravesadas por imaginarios sobre “lo moderno”. “Comunicación” e “información” también fueron términos recurrentes. Sin embargo, la idea de “familia” no apareció con frecuencia (solo fue mencionada por dos personas), a pesar de que el “por qué” de las prácticas online en Cuba suele ser automáticamente asociado con la motivación de comunicarse con los familiares en el exterior40. El ejercicio evidenció, además, que mientras internet era percibido como un recurso que aliviaba sentimientos negativos de aislamiento y desconexión con respecto al mundo, las malas condiciones del acceso reforzaban frustraciones con respecto al retraso tecnológico, si bien los espacios públicos disponibles en el momento de estas conversaciones se percibían como una alternativa ineludible en el 100% de los casos.

Si no estás en internet, no existes

Uno de los argumentos recurrentes relacionados con la manera en que internet ha abierto los horizontes de la ciudadanía cubana se centra en la creciente presencia de blogs y medios independientes y alternativos online. Esta tendencia se acentúa con la llegada de más usuarios a las redes sociales desde dentro de la isla, lo que se traduce en nuevas dinámicas que transforman la tradicional distancia entre las inquietudes ciudadanas y las decisiones, si bien de una manera bastante incipiente aún. Según Duong, “citizenship can be articulated from a new place of enunciation that challenges the institutionalized forms of cultural and political criticism, charting both the effects of digital media and the role of cultural capital in the formation of political subjects” (2013: 376)41.

Ejemplos recientes demuestran la infiltración de preocupaciones que circularon casi exclusivamente en las redes sociales hacia espacios de decisión política. De manera creciente, campañas de apoyo a determinadas causas sociales, como las luchas por los derechos de la comunidad LGBTIQ+, contra los femicidios y la violencia de género, por la adopción de medidas más radicales con respecto a la lucha contra el COVID-19, entre otras, han encontrado resonancia en medios oficiales. Aunque tal resultado no puede atribuirse mecánicamente al impacto de las campañas online per se, pues no hay estudios que sustenten semejante presunción, tampoco puede descartarse su peso específico. Aunque sea de manera tangencial, las redes sociales constituyen un medio a través del cual las autoridades cubanas —de existir la voluntad para ello— podrían obtener y probablemente obtienen una muy útil retroalimentación con respecto al día a día de los ciudadanos.

Aun cuando ciertos indicios parecen apuntar hacia esos procesos de infiltración desde una especie de esfera pública alternativa, el espacio de las redes sociales comporta otros riesgos, como la amplificación de determinadas visiones no necesariamente mayoritarias y el oscurecimiento de otras debido a procesos de diferenciación en el acceso y en los conocimientos acerca de estos recursos y las mejores prácticas asociadas a ellos.

En su análisis sobre las culturas y prácticas mediáticas, Nick Couldry discute los mitos que normalmente asocian las nuevas tecnologías de la comunicación con la democratización y el logro de una especie de armonía política. Couldry apunta que “the Internet creates new possibilities for non-formal political actors to form and build communities of practices online, challenging the boundaries of national politics” (2012: 120)42. Sin embargo, también se hace eco de las preocupaciones de Castells, quien alertaba acerca de la posibilidad de replicar una nueva democracia “a la ateniense”, en la que mientras una élite de ciudadanos educados, en unos pocos países y ciudades, tiene un acceso privilegiado a herramientas de información y participación política, las mayorías menos educadas e informadas permanecerían excluidas de ese nuevo espacio presuntamente democratizador (Castells, en Warf, 2013).

La noción de diferenciación digital resulta relevante para entender nuevas formas de agencia ciudadana expresadas por los cubanos en el entorno online. El demorado acceso a internet afecta la forma en que algunos participantes en la experiencia en redes enfrentan y asumen este recurso. Aunque basada en un enfoque cualitativo, mi investigación confirma la tendencia a la movilización de nuevos niveles de agencia ciudadana en general, pero las prácticas descritas y los valores atribuidos al recurso entre los más jóvenes (menos de 35 años) se acercan más a la norma en países donde el acceso ha sido más amplia y democráticamente distribuido, según lo descrito, entre otros autores, por Nick Couldry (2012). En las entrevistas, la mayoría de los jóvenes no solo demostraron poseer habilidades y conocimiento para manejar las plataformas más populares, sino que fueron capaces de articular con claridad los riesgos que esas plataformas también entrañan, así como sus estrategias para circunvalar no solo esos riesgos, sino otros obstáculos y complejidades en el acceso.

Una de las prácticas más novedosas en el entorno cubano es la emergencia de jóvenes YouTubers (vloguers). Al preguntarle a Samantha, una egresada universitaria, por qué se involucraba en este tipo de práctica a pesar de tener un acceso tan precario y caro, me respondió: “Quiero ser reconocida no solo en Cuba, sino en el mundo”43. Al elaborar sus motivaciones, Samantha apuntó que cree que su interés responde también “a la inquietud por conocer. Porque solo conocemos Cuba. Y esto me está permitiendo conocer que existe algo más que mi casa”44. Sobre sus habilidades, apunta que ha “adoptado las redes sociales con mucha facilidad, mucha naturalidad”. Aunque está insatisfecha con la calidad de la conexión (“que es muy lenta”), también aclaró que la hace muy feliz ver cómo “un poquito pa’lante y pa’tras, se está avanzando en ese campo”45.

Ella es una de las varias personas jóvenes que apuntaron a la importancia de estar en redes sociales porque es allí donde “está todo el mundo”: “El alcance es importante. Internet lo tiene todo el mundo. No todo el mundo que conozco, sino TODO el mundo”46. YouTube le ha abierto opciones profesionales, y la posibilidad de entablar nuevas relaciones. “He conocido personas que se han vuelto mis amigos. Yo tenía un círculo de amistades en la universidad, pero ahora tengo mi círculo de amistades en YouTube, que son tan leales como los de la universidad”, señala47.

Couldry (2012) se ha referido a las opciones de “mostrarse” y “estar presentes” online como ejemplos de nuevas prácticas en los medios digitales. Por “mostrarse” (showing) se refiere al conjunto de los actos mediados que permiten a una persona convertirse en alguien en el espacio público online, y subraya que muchos de esos actos son exclusivos de la era digital. De manera complementaria, “estar presentes” (presencing) alude a las actividades amplificadas por los medios digitales a través de las cuales individuos, grupos e instituciones ponen a circular autorrepresentaciones con el objetivo de “sostener una presencia pública”. Couldry distingue entre el acto individual de hacer públicas, para un grupo identificable de amigos o conocidos, determinadas actividades o características de nuestra identidad o persona, y las acciones que se dirigen a una audiencia inespecífica. Estas prácticas responden a un requerimiento que emerge en la vida cotidiana en condiciones de amplio acceso online, para resolver la necesidad de construir una identidad única en el entorno digital. Forma parte, según explica el experto, de un proyecto identitario que se amplifica en la esfera pública a través de los medios digitales.

Normalizar la normalidad

Por contradictorio que parezca, mientras las marcas de excepcionalidad continúan siendo parte del paradigma de “lo cubano” que se expresa en ejemplos banales de la vida cotidiana de la isla, la búsqueda de la normalidad es una aspiración implícita. Aparece como contrapartida de ansiedades relacionadas con las carencias del día a día, también en el entorno del acceso a internet y de la circulación de contenidos informativos y audiovisuales. Quizá este tipo de ansiedades explique por qué, con excepciones, el acercamiento de los entrevistados a internet suele ser bastante ingenuo y no evidencia aún grandes preocupaciones con respecto a la apropiación de los datos personales por las grandes corporaciones, ni los problemas concernientes a la ciberseguridad y la protección de la privacidad. Como expresa el investigador Fidel Alejandro Rodríguez Fernández, el cubano no se concibe al margen de los flujos de conocimiento e información48, y este sentido de pertenencia al entorno global se ha hecho más obvio en la medida en que el acceso, aunque caro, se convierte cada vez más en un recurso ineludible para un grupo significativo de personas.

El informe del Buró Nacional de Estadísticas de Cuba correspondiente a 2018 sitúa en 6 millones 546 mil la cifra de usuarios cubanos de internet, para una relación de 583.9 usuarios por cada 1000 habitantes. En 2008, estos indicadores eran de 1 millón 450 mil y 129, respectivamente. Hoy coexisten en Cuba formas regulares e irregulares de acceso a información y contenidos audiovisuales. Entre ellas, con un significativo incremento de la telefonía celular, que abarcaba al cierre de este trabajo al 85.3% de la población según la misma fuente, es notable el impacto del acceso a través de datos con tecnología 3G y en menor medida, 4G (ONEI, 2019)49.

No disponemos de estadísticas más especializadas que permitan confirmar a ciencia cierta cuánto representan los incrementos de la última década en relación con la extensión de prácticas online comunes en otras regiones donde el acceso es moneda corriente desde hace un par de décadas. Sin embargo, los ejemplos más recientes de actividad en redes sociales —amplificados por grupos de medios independientes o alternativos, muchos de los cuales tienen su base o parte de sus colaboradores dentro de la isla—, así como la promoción desde las instituciones del Estado de prácticas digitales como la telebanca, o los esfuerzos por habilitar las compras online en medio de la epidemia de la COVID-19, permiten afirmar que estas prácticas tienden a normalizarse, al menos desde los discursos, en el entorno cubano.

Quizá el aporte más evidente de internet a estos procesos de normalización haya tenido lugar cuando La Habana fue asolada por un tornado, el 27 de enero de 2019. La etiqueta #FuerzaHabana circuló abundantemente durante los días que siguieron a la tragedia. En un recuento en su blog poco después de la catástrofe, el periodista Sergio Alejandro Gómez comentaba que “la capacidad de organización e impacto mostrados en los últimos días habrían sido impensables una década atrás” (30 de enero de 2019), subrayando como paso decisivo en la extensión de estas prácticas las reformas económicas introducidas por Raúl Castro a partir de 200850. Esas medidas, apuntaba Gómez, “abrieron nuevos espacios a la iniciativa privada que han cambiado el paisaje al entramado económico y social del país para bien” (30 de enero de 2019). Sin embargo, en su relato el periodista ignora el peso de las plataformas de redes sociales como herramienta para coordinar y hacer más efectivas las acciones de solidaridad después del evento meteorológico, al margen de las orientaciones oficiales.

La corresponsal de Associated Press en La Habana, Andrea Rodríguez, apuntaba que “for the first time in communist Cuba, prosperous individuals and successful entrepreneurs have taken on an important role in disaster recovery”51 (Rodríguez, 2019), enfatizando, además, que gran parte del esfuerzo privado se había organizado a través de plataformas como Facebook, WhatsApp y otras redes sociales, gracias al hecho de que más de dos millones de cubanos eran usuarios de internet en sus móviles desde la apertura de ese servicio en diciembre de 201852. Rodríguez añadía que “Cuba is one of the least-connected countries in the world, but that has been changing quickly since the government began providing home and cellphone connections”53 (Rodríguez, 2019)54.

El tornado, que había dejado destrucción y pérdidas humanas, había traído un renovado sentido de comunidad que, si consideramos la fluidez y el contenido de las publicaciones en Facebook, sorprendió, en primer lugar, a las personas que participaron activamente en la recolección y distribución del apoyo a las víctimas, independientemente de sus creencias políticas. Las redes sociales fueron una herramienta para coordinar la recogida de dinero y otros recursos, con la participación de cubanos en ambas orillas del estrecho de la Florida. Grupos de Facebook fueron habilitados para ofrecer información precisa y actualizada sobre familias afectadas y el tipo de necesidades que se debían cubrir con carácter urgente, lo cual contribuyó a focalizar la ayuda en las personas más vulnerables.

Aunque ciertos activismos eran relativamente visibles antes de la catástrofe, otros grupos menos involucrados en los reclamos cotidianos se hicieron más presentes, en especial el sector de la pequeña empresa privada (“cuentapropismo”). También fueron una feliz revelación las alianzas institucionales y no institucionales con el sector privado, que propició que una heterogénea sociedad civil participara de manera coherente y organizada en las acciones de solidaridad55.

A pesar de que el acceso a internet desde los móviles era todavía un rumor, una ilusión, algo improbable en el verano de 2018, en menos de seis meses los nuevos y los más experimentados usuarios ponían en práctica un modelo de participación y de compromiso cívico online que, más allá de optimismos temporales, permite avizorar un posible futuro. Queda por probar todavía cuántas de las articulaciones que en enero de 2019 dieron fe de las potencialidades de este recurso, así como de la voluntad de un significativo número de usuarios en pos de una causa común, pueden ponerse nuevamente en práctica en circunstancias tan dramáticas como las de la actual epidemia de COVID-19. Por lo pronto, algunos activistas digitales se atribuyen parte de las medidas tomadas por el gobierno para asegurar las fronteras nacionales ante la extensión de la pandemia, así como el cierre de escuelas y espacios laborales no imprescindibles56.

Como única pista, el primer ministro de la isla, Manuel Marrero Cruz, declaró en comparecencia televisada que las autoridades cubanas estaban con los oídos pegados a la tierra, atentos a la opinión del pueblo57. Aunque las redes sociales no son los únicos medios de expresión con que cuentan los cubanos, constituyen el espacio que más oportunidades ofrece, en términos concretos, para la diseminación rápida y efectiva de preocupaciones y reclamos, ya que los medios considerados públicos siguen funcionando en su mayoría a partir de esquemas de producción de contenidos predigitales y supeditados a agendas editoriales estrictamente reguladas por el estado.

Con estos elementos sobre la mesa, una pregunta recurrente permanece aún irresuelta: ¿Puede internet revertir los persistentes imaginarios sobre la excepcionalidad cubana? En el mismo sentido, ¿cuánto puede aportar a la “normalización” del día a día de los cubanos58? Si bien ambas preguntas permanecen abiertas, hoy es posible afirmar que mediante el uso de los medios digitales y un acceso creciente a internet, los cubanos están comenzando a rearticular sus imaginarios sociales que asocian la identidad nacional con un ideal de modernidad que, si bien históricamente estuvo ligado al desarrollo tecnológico procedente de los Estados Unidos, hoy se presenta como una suerte de patrimonio global que se homologa con la “normalidad” y del que los cubanos también quieren ser parte.

Bibliografía

Fuentes

Entrevistas

Expertos:

Elizalde, Rosa Miriam, La Habana, 5 de Julio de 2018.

Rodríguez Fernández, Fidel Alejandro, La Habana, 22 de mayo de 2018.

Rodríguez Soriano, María Ofelia, La Habana, 19 de julio de 2018.

Triana, Juan, La Habana, 10 de mayo de 2018.

Participantes:

Lisandra (mujer, 25-30 años, empleada estatal), La Habana, 16 de junio de 2018.

Dianelis (mujer, 25-30 años, trabajadora de empresa mixta), La Habana, 17 de mayo de 2018.

Juan Mario (hombre, 70-75 años, jubilado), La Habana, 7 de agosto de 2018.

Lester (hombre, 30-35, periodista independiente), Online, 1 de agosto de 2018.

Samantha (mujer, 20-25 años, empleada estatal con otros trabajos independientes), La Habana, 23 de julio de 2018.

Bibliografía referida

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1 Cfr. Boza Ibarra, Glenda (1 de enero de 2019), “ETECSA: el personaje del año 2018 en Cuba”, El Toque, [disponible en https://eltoque.com/etecsa--cuba-saldo-wifi-nauta-personaje-del-ano-2018/?fbclid=IwAR0VEqepuibgsj9JBqtkYNjpsVb3EvoAo1N-Fze-UzH8o6zNHomUqWbTNUI - consultado el 10 de marzo de 2019].

2 Los paquetes de datos consistían en 600 MB a 7.00 CUC, 1 GB a 10.00 CUC, 2.5 GB a 20.00 CUC y 4 GB a 30.00 CUC. En esa fecha, de acuerdo con informes del Buró Nacional de Estadísticas de Cuba, el salario promedio mensual en la isla rondaba los 800 pesos cubanos (CUP), equivalentes a alrededor de 30.00 CUC al mes (ONEI, 2019). Para una mayor comprensión de estos datos, debe considerarse 1 CUC como equivalente a 1 USD. Desde inicios de 2021 se produjo en Cuba la unificación monetaria, que conlleva la supresión del CUC como moneda intermedia de cambio y el establecimiento de la conversión directa entre el CUP y el USD, a razón de 24 CUP por 1 USD. Todos los datos en este texto están basados en las circunstancias previas a la unificación monetaria. Los precios bajo las nuevas circunstancias no son completamente estables, pues se han producido varios procesos de ajustes en diversos sectores. Para más detalles sobre la unificación, ver http://www.cubadebate.cu/noticias/2020/12/10/gobierno-cubano-informa-sobre-tema-de-interes-para-la-poblacion-video/. Los datos actuales sobre los precios de la conectividad y la telefonía celular pueden consultarse en el portal digital de ETECSA (www.etecsa.cu).

3 El estimado se basa en los datos oficiales de ETECSA, que en una infografía dio a conocer la venta en el período de un total de 759.294 paquetes de 600 MB, 533.490 de 1 GB y 55.553 de 2.5 GB (ETECSA Cuba, 2019).

4 En 2015, ETECSA comenzó a ofrecer la conexión wi-fi desde parques diseminados por el país. Aunque el número de parques con ese tipo de acceso se incrementó progresivamente, las condiciones eran muy irregulares, debido a las características físicas de los parques (cero comodidades y alta exposición a las inclemencias del tiempo) y la carencia de privacidad. A esto se añade el hecho de que la conectividad no está equitativamente distribuida en todo el territorio nacional, ni siquiera en el contexto de la capital cubana, lo cual hace que para algunas personas el desplazamiento hacia los parques wi-fi constituya también un desafío.

5 Cfr. Hoffmann, 2004; Calvo Peña, 2010; Henken, 2010; Duong, 2013; Recio, 2014.

6 Entre otras iniciativas, fueron fuente de estos análisis el paquete semanal y las redes barriales (conocidas como la Red o Snet, entre otras denominaciones). Más adelante me referiré a estas actividades.

7 Cfr. Pertierra, 2012; Rodríguez Fernández y Machado, 2016; Rodríguez Fernández, 2018a.

8 Durante mi tesis de maestría, desarrollada dentro del Programa de Estudios Culturales de la Universidad de Queen (Ontario, Canadá), defino el ecosistema comunicativo cubano como el conjunto de alternativas de acceso a la información que permiten cubrir las necesidades comunicativas de los cubanos, mediante la combinación de variantes online y offline (Reloba de la Cruz, 2019).

9 El concepto de familia transnacional se ha vuelto cada vez más relevante en el contexto de los estudios sobre migraciones en Cuba. Para más detalles sobre sus características, cfr. Aja Díaz et al., 2017; Rodríguez Soriano y Díaz Varela, 2017. El economista cubano Juan Triana calcula la contribución económica de los cubanos, en forma de remesas, en alrededor de 2 y 3.5 billones de USD por año, lo cual representa, según el experto, más del valor de las exportaciones del país (Entrevista a Juan Triana, La Habana, 10 de mayo de 2018).

10 Las estadísticas de la ONEI concernientes al salario (mencionadas en la nota 3) no ofrecen datos desagregados que permitan esclarecer, por ejemplo, el comportamiento del sector privado.

11 ETECSA ha implementado, como una práctica regular, el envío de saldo (recargas) desde el exterior, utilizando plataformas de terceros, hacia los móviles en Cuba. Ni en mis consultas de la información oficial disponible (a través del sitio web de ETECSA), ni en las entrevistas con expertos, pude obtener datos precisos acerca del peso de esa contribución en las prácticas online. Lo elusivo de esta información se confirmó tras consultar diversas tesis de grado y posgrado en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana y una de maestría en la Universidad Simon Fraser (Canadá). Una explicación plausible sería que se considera un dato estratégico, al involucrar transacciones en dólares, teniendo en cuenta el embargo financiero y comercial de los Estados Unidos. Un reporte del medio independiente El Toque, amplificado por otros medios de similar naturaleza, indica que ETECSA pudo haber recibido al menos 7 millones en CUC y divisas extranjeras (USD y euros, fundamentalmente) por concepto de recargas de celulares en un período de 18 días (entre el 27 de mayo y el 13 de junio de 2019). Estas conclusiones se desprenden del análisis de un emprendedor cubano, basado en las transferencias a través de la plataforma Transfermóvil (Boza Ibarra, 3 de julio de 2019). Sin embargo, este dato corresponde exclusivamente a ese período, considera solo la recarga mínima de 5 CUC, y no comprende las recargas relacionadas con los paquetes de datos. No obstante, la extensión de las recargas, constatable empíricamente, permite especular que resulta una de las vías más importantes de sostenimiento material de las prácticas online en Cuba. Al aporte de las recargas habría que agregar, además, el envío de equipos (por ejemplo, teléfonos inteligentes, tablets y laptops).

12 Como parte de las herramientas cualitativas de mi investigación, durante cuatro meses observé diversas zonas wi-fi en la capital cubana. Mientras probaba algunas de las facilidades o dificultades en esos espacios, incluida la calidad de la conexión, el funcionamiento de vías alternativas de conexión y el estado de los parques, también estaba al tanto de las conversaciones casuales de los usuarios con sus interlocutores al otro lado de la conexión. Es imposible permanecer indiferente a ese tipo de intercambios cuando se producen en un espacio abierto, la mayor parte de las veces a una distancia menor de medio metro. En esos intercambios, por ejemplo, noté cómo a menudo las personas en el exterior usaban esas oportunidades para dar cuenta de las recargas del servicio de telefonía celular e indicar cómo esa forma de remesa debía ser distribuida (los cubanos a menudo comparten esas recargas mediante transferencias de saldo), entre otras negociaciones familiares que exploro más extensamente en mi tesis (Reloba de la Cruz, 2019).

13 El término fue discutido conmigo por la socióloga María Ofelia Rodríguez Soriano, en entrevista sostenida en La Habana el 19 de julio de 2018.

14 Un decreto ley divulgado en enero de 2013 establece que “se considera que un ciudadano cubano ha emigrado cuando viaja al exterior por asuntos particulares y permanece de forma ininterrumpida por un término superior a los 24 meses sin la autorización correspondiente; así como cuando se domicilia en el exterior sin cumplir las regulaciones migratorias vigentes” (Consejo de Estado, 2012). Con anterioridad, los cubanos que viajaban al exterior tenían hasta once meses desde su salida para regresar al país. De no hacerlo en ese período, el gesto era interpretado como salida definitiva, lo cual conllevaba a la pérdida de derechos de residencia en Cuba, según lo estipulado por la Ley No. 1312 “Ley de Migración”, del 20 de septiembre de 1976. El Decreto Ley No. 302 (2012) y los reglamentos que lo acompañan regularizan la emisión de pasaporte ordinario a cualquier ciudadano residente en Cuba que lo solicite, siempre y cuando no esté “regulado” por motivos asociados con su actividad profesional (por ejemplo, militares, médicos, deportistas) o legales (casos pendientes ante la ley). El Decreto No. 305 (2012) regulariza la situación de los cubanos emigrados que decidan volver a fijar su residencia en el territorio nacional (repatriación), una opción otorgada excepcionalmente antes de esta normativa. Con posterioridad se han introducido otras modificaciones a las regulaciones migratorias que benefician principalmente a los ciudadanos cubanos residentes en el exterior, entre ellas, la eliminación del requisito de “habilitación” del pasaporte, que implicaba una erogación significativa. Hoy el pasaporte cubano tiene una validez total de 6 años, pero debe ser “prorrogado” cada dos años para mantener esa validez. Las prórrogas son especialmente costosas cuando se realizan fuera de Cuba. Aunque las prórrogas y la noción de “regulación” siguen siendo controversiales, el decreto ley de 2012 ha contribuido a una relativa normalización de la situación migratoria. El tema migratorio ha sido —y continúa siendo— altamente politizado, desde ambas orillas del estrecho de la Florida. Cuando hablo de “normalidad”, lo hago siempre en términos relativos, considerando la naturaleza de los flujos migratorios que han caracterizado la relación Norte-Sur y que, salvo excepciones, no tienden a estar asociados a una fuerte carga política, contrario a lo que ha sucedido históricamente en Cuba. Para más detalles sobre el nuevo decreto ley, cfr. Consejo de Estado, 2012.

15 Para una información más detallada sobre la historia de la conectividad en Cuba, recomiendo la lectura de los citados investigadores, así como los textos de Hoffmann (2004), Venegas (2010) y Recio (2014). Mucho más se ha escrito sobre el tema, pero la combinación de esas referencias ofrece un panorama abarcador y plural sobre las contingencias del acceso en la isla.

16 Leí ambas referencias por primera vez en un debate sobre el paquete semanal en el que participaron, entre otros, los intelectuales cubanos Víctor Fowler Calzada y Gustavo Arcos Fernández-Britto.

17 El costo del paquete semanal oscila entre 1 y 3 CUC por un terabyte de contenidos. El precio resulta relativamente inferior al acceso wi-fi, que cuesta alrededor de 1 CUC por hora (según datos disponibles en la web de ETECSA). Si consideramos que el acceso wi-fi no es de alta velocidad y todavía representa un gasto importante por una hora de servicio, el paquete resulta más rentable para garantizar contenidos audiovisuales, de modo que se convierte en un importante complemento a la conectividad, pues permite reservar el tiempo en la wi-fi para actividades que consumen menos tiempo de descarga de datos.

18 El profesor Max Barbosa, de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, apunta en declaraciones reproducidas por AFP (2018) que extraoficialmente el “paquete semanal” tenía en esa fecha alrededor de 9 millones de usuarios, en una población total que ronda los 11 millones. Las casas de copia y reventa de productos audiovisuales ganaron estatus legal desde las reformas de 2008. El paquete semanal es también conocido como “el cargue”.

19 Esta opción, que fue también el foco de investigaciones en Cuba, fue fuertemente afectada por recientes regulaciones en el ámbito de las telecomunicaciones (Decreto ley 370). Virtualmente, alternativas como Snet deben asociarse con alguna entidad estatal o están condenadas a desaparecer. La información que recojo en este texto estaba aún vigente al cierre de mi tesis, en abril de 2019. La manera en que las nuevas regulaciones afectarían a esta iniciativa fue motivo de varias discusiones públicas y en redes sociales. Sin embargo, no he tenido acceso a ninguna información oficial que deje claro el estatus actual de estas iniciativas. De cualquier modo, para los fines de este texto, la Red importa como parte de la historia de las alternativas para acceder a prácticas comunicativas en un país “desconectado”. Para más detalles sobre redes y otras formas irregulares o alternativas de circulación de contenidos en Cuba, cfr. Rodríguez Fernández, 2018a.

20 Los Connectify fueron el resultado de la capitalización del acceso provisto por ETECSA en los parques wi-fi. Los proveedores de Connectify redistribuían la señal a través de servidores ocultos. Al revender el servicio, la calidad para muchos usuarios que navegaban usando la señal legal de ETECSA empeoraba, pero el precio de los Connectify llegaba a ser menos de la mitad del precio oficial por una hora de servicio, lo que los convertía en una opción popular entre los usuarios con menos poder adquisitivo. Con la extensión de los servicios de conexión por datos, es previsible que esta opción haya, cuando menos, mermado. Su naturaleza subterránea hace muy difícil corroborar su estatus actual.

21 Del inglés, vlogging. Se trata de la práctica de publicación de videos propios online. En esta clasificación podríamos ubicar a los llamados YouTubers en el entorno cubano.

22 Todos los nombres de los usuarios incluidos en este texto han sido alterados con la finalidad de preservar su anonimato. Otros datos, como su edad y género, corresponden al usuario real y fueron colectados en aras de analizar posibles diferencias en los comportamientos de grupos demográficos específicos.

23 Todas las cursivas que aparecen en las entrevistas subsiguientes para dar énfasis son nuestras.

24 Entrevista a Lisandra (mujer, 25-30 años, empleada estatal), La Habana, 16 de junio de 2018.

25 Entrevista a Lisandra (mujer, 25-30 años, empleada estatal), La Habana, 16 de junio de 2018.

26 En este texto uso la categoría “normalidad” como otro elemento de los imaginarios sociales asociados con la “modernidad” entre los cubanos, en contraste con un sentimiento de “excepcionalidad” generado por el aislamiento geopolítico y tecnológico. Es en ese sentido, como categoría que emana de las fuentes testimoniales, que la noción de “normalidad” adquiere peso en mi análisis.

27 Por motivos de espacio y alcance de mi análisis, he eludido las especificidades del embargo comercial y financiero decretado en los tempranos sesenta por el gobierno de los Estados Unidos como respuesta a medidas de nacionalización adoptadas por el gobierno cubano. Algunos elementos fueron parcialmente desmantelados durante el segundo término de Barack Obama (2012-2016), pero con la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos muchas de esas decisiones fueron revertidas. En las telecomunicaciones, las autoridades cubanas han calculado pérdidas de 2.000 millones de dólares desde 1962, debido a las complejas negociaciones a las que se ve abocado el sector para acceder a nuevas tecnologías (Recio en Muñoz Nieves, 2018). Uno de los ejemplos más ilustrativos es que, a pesar de estar rodeada de cables de comunicación submarinos, Cuba no ha podido conectarse a ninguno de ellos porque pertenecen a los Estados Unidos. Hasta la llegada de un cable similar procedente de Venezuela en 2011, la única vía de acceso de Cuba a internet era satelital, y cualquier intento de extensión o mejoría técnica de la conexión pasaba por la aprobación de la licencia correspondiente del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, al involucrar a entidades de ese país. Para más detalles sobre las primeras vías de acceso de Cuba a internet, cfr. Recio, 2014.

28 “Más como una versión vernácula de la globalización y menos como una concesión a políticas nacionales e internacionales a gran escala” (las cursivas son del original; la traducción es nuestra).

29 “La innovación y la renovación se convirtieron en imperativos de la producción, y en los medios también por los cuales Cuba se integraba a los modelos industriales avanzados del norte” (la traducción es nuestra).

30 Entrevista a Rosa Miriam Elizalde, La Habana, 3 de junio de 2018.

31 Entrevista a Rosa Miriam Elizalde, La Habana, 3 de junio de 2018.

32 Para más detalles sobre las complejidades de la relación entre Cuba y Estados Unidos en el terreno de las telecomunicaciones, cfr. Valdés y Rivera, 1999; Hoffmann, 2004; Venegas, 2010; y Recio, 2014.

33 Entrevista a Fidel Alejandro Rodríguez Fernández, La Habana, 22 de mayo de 2018.

34 El concepto de valija cultural aplica una vez más, pues traduce el resultado de intercambios tanto presenciales como a través de cartas y otros medios de comunicación, entre los cubanos de uno y otro lado del estrecho de la Florida (entendido este último también como metáfora del puente entre los residentes y no residentes en el territorio nacional, dondequiera que habiten estos últimos). Aunque otras vías pudieron propiciar la circulación de productos culturales estadounidenses, incluso durante el período en que estos eran entendidos como material de subversión ideológica (parte de los sesenta e inicios de los setenta), como el movimiento de cubanos por motivos de trabajo hacia y desde el exterior, no sería descabellado afirmar que el flujo de noticias sobre estos productos culturales, y parte de las copias que circularon desde esas fechas en la isla, pueden haber sido también resultado del aporte de la diáspora. A esto se agrega el hecho de que organismos como el Instituto Cubano de la Industria Cinematográfica y el Instituto Cubano de Radio y Televisión programaran progresiva y sistemáticamente materiales audiovisuales procedentes de los Estados Unidos (cfr. Rodríguez Fernández, 2018).

35 Entrevista a Dianelis (mujer, 25-30 años, trabajadora de empresa mixta), La Habana, 17 de mayo de 2018.

36 La oferta más económica por 30 horas de acceso al mes cuesta 15 CUC y ofrece una velocidad de 1024/256 Kbps. Las tarifas ascienden escalonadamente (30, 50 y 70 CUC), siempre por 30 horas al mes, y por el precio máximo la velocidad es de 4090/512 Kbps. Toda la información al respecto está disponible en el portal de ETECSA.

37 Entrevista a Nancy (mujer, 35-40 años, autoempleada), La Habana, 14 de junio de 2018.

38 Entrevista a Juan Mario (hombre, 70-75 años, jubilado), La Habana, 7 de agosto de 2018.

39 Entrevista a Lester (hombre, 30-35, periodista independiente), Online, 1 de agosto de 2018.

40 Mi investigación fue cualitativa y en ningún modo estos datos pueden tomarse como definitivos. Probablemente, de aplicar un cuestionario más amplio y diverso (en cantidad de participantes y sitios de aplicación) encontraríamos otros resultados. En cualquier caso, teniendo en cuenta lo generalizado que está el argumento que relaciona automáticamente los intereses de los cubanos en internet con la comunicación transfamiliar, me pareció interesante apuntar que, en el caso de mis entrevistados, aunque estaba presente ese interés, surgieron otras motivaciones que trascendieron ese sentido común.

41 “La ciudadanía se puede articular desde un nuevo espacio de enunciación que reta las formas institucionalizadas de crítica cultural y política, poniendo en el mapa tanto los efectos de los medios digitales como el rol del capital cultural en la formación de nuevos sujetos políticos” (la traducción es nuestra).

42 “Internet crea nuevas posibilidades para que actores políticos no formales construyan comunidades de prácticas online, retando así las fronteras de las políticas nacionales” (la traducción es nuestra).

43 Entrevista a Samantha (mujer, 20-25 años, empleada estatal con otros trabajos independientes), La Habana, 23 de julio de 2018.

44 Entrevista a Samantha (mujer, 20-25 años, empleada estatal con otros trabajos independientes), La Habana, 23 de julio de 2018.

45 Entrevista a Samantha (mujer, 20-25 años, empleada estatal con otros trabajos independientes), La Habana, 23 de julio de 2018.

46 Énfasis de la entrevistada indicado en mayúsculas.

47 Entrevista a Samantha (mujer, 20-25 años, empleada estatal con otros trabajos independientes), La Habana, 23 de julio de 2018.

48 Entrevista con Fidel Alejandro Rodríguez Fernández, La Habana, 22 de mayo de 2018.

49 Con la introducción de la 4G, ETECSA comenzó a ofrecer nuevos paquetes y tarifas. Toda la información al respecto está disponible en el portal de ETECSA.

50 Para un análisis de las reformas, cfr. Mesa-Lago y Pérez López, 2013.

51 “Por primera vez en la Cuba comunista, individuos con recursos y emprendedores exitosos habían asumido un importante papel en la recuperación tras el desastre” (la traducción es nuestra).

52 El tornado ocurrió poco más de un mes después de que se implementara el acceso a internet desde los teléfonos móviles.

53 “Cuba es uno de los países con menos conectividad en el mundo, pero esa circunstancia está cambiando rápidamente desde que el gobierno empezó a proveer conexión desde los hogares y en los teléfonos celulares” (la traducción es nuestra).

54 Para otra narrativa sobre el tornado y las relaciones entre acción ciudadana y medios sociales, cfr. Recio, 4 de marzo de 2019.

55 Estoy soslayando en mi recuento aquellas publicaciones en redes sociales que desde cualquier latitud del espectro político cubano activa, pero infructuosamente, presentaron una perspectiva que, de algún modo, contrarrestaba estas iniciativas (por ej.: los mensajes de odio, la politización del desastre desde ambas orillas del estrecho de la Florida).

56 Baso mi comentario en las observaciones de las publicaciones aparecidas en mi muro de Facebook a raíz de esas campañas.

57 Tales afirmaciones fueron vertidas en el espacio de la Mesa Redonda, de la televisión cubana, el 21 de marzo de 2020. Se puede acceder a esta transmisión en el canal de la Mesa Redonda en YouTube [https://www.youtube.com/watch?v=T-sJ0Ugv2Ho].

58 Cuando cerraba el presente artículo, comenzaba la implementación del Decreto ley 370 (mencionado brevemente en la nota 16), que regula la actividad de Comunicaciones en Cuba, incluido el acceso y uso de las redes. Varios periodistas independientes han sido sancionados por publicar información online y en sus redes sociales que, según quienes aplican la normativa en particular su artículo 68 “afectan los intereses del país”. En el decreto se mezcla el acceso a la red (su aspecto tecnológico) con el contenido de las publicaciones en la red (un tema cuya regulación debiera, si acaso, pasar por otro tipo de entidades y no por el Ministerio de Comunicaciones). Como ETECSA es el único proveedor del acceso, se considera el acceso a internet y sus plataformas como parte de la red pública. A esta automática y confusa equiparación de redes públicas, plataformas online y contenidos se suma que el cuerpo de la regulación no aporta elementos para entender cómo se mide la “afectación a los intereses del país” (para empezar, ¿qué intereses?). De modo que la aplicación cae en un espacio discrecional que acentúa la vulnerabilidad de los presuntos infractores. En tales circunstancias, la “normalización” parece una aspiración bastante remota.