El Paisaje como herencia territorial.

Una perspectiva sistémica del caso de Atotonilco el Alto en México°

Mariana Sainz*

Jorge Téllez López**

José Alfonso Baños***

Resumen

El sistema económico actual, centrado en intereses financieros, ha impulsado cambios en el paisaje sin un análisis profundo de sus implicaciones culturales y naturales. A partir de esto se reflexiona sobre la necesidad de reconocer los elementos que otorgan relevancia a un espacio para la comunidad, tratándolo como herencia territorial. Se subraya la importancia de respetar el sitio en su conjunto, teniendo en cuenta los elementos naturales y culturales en la toma de decisiones que impliquen su transformación. El artículo presenta reflexiones sobre los paisajes con herencias culturales abordándolos como sistemas complejos que se transforman en función de su contexto cultural y temporal. El análisis se centra en el caso de Atotonilco el Alto, Jalisco, México, desde el método dialéctico y estructural-constructivista, enmarcado en la nueva geografía cultural. La investigación se deriva de la tesis doctoral “Paisajes culturales de Atotonilco el Alto, Jalisco, México. Estudio y caracterización desde sus herencias culturales edificadas” la cual concluyó que la metodología utilizada permitió entender los fenómenos y factores que configura el paisaje, así como las dinámicas de poder y control ejercidas por los actores que intervienen en sus distintos subsistemas a lo largo del tiempo.

Palabras clave: Paisaje, Herencia Territorial, Sistema Complejo, Herencias Culturales, Patrimonio-Territorial.

The Landscape as Territorial Heritage: A Systemic Perspective on the Case of Atotonilco el Alto, Mexico

Abstract

The current economic system, driven by financial interests, has led to landscape transformations without a thorough analysis of their cultural and natural implications. This study highlights the need to recognize the elements that make a space meaningful to a community, treating it as a territorial heritage. It emphasizes the importance of respecting sites in their entirety, considering both natural and cultural elements in decision-making processes that affect their transformation. This article explores landscapes with cultural heritage, addressing them as complex systems that evolve in response to their cultural and temporal contexts. The analysis focuses on the case of Atotonilco el Alto, Jalisco, México, using a dialectical and structural-constructivist methodology, within the framework of new cultural geography. The research is based on the doctoral thesis “Cultural Landscapes of Atotonilco el Alto, Jalisco, México: Study and Characterization from its Built Cultural Heritage”, which concluded that the applied methodology effectively captured the phenomena and factors shaping the landscape, as well as the power dynamics and control exerted by different actors within its subsystems over time.

Keywords: Landscape, Territorial Heritage, Complex System, Cultural Heritage, Territorial Heritage.

Introducción

El artículo reflexiona sobre el paisaje como un constructo social cargado de significados, en el que convergen elementos naturales y construidos, complejos, que se perciben y significan según la persona o comunidad que los contempla o interactúa con éste. Partiendo del concepto de paisaje como un sistema complejo (García, 2006), se entiende que no es una simple acumulación de componentes, sino un sistema en el que las interrelaciones y fenómenos que acontecen dentro constituyen su núcleo esencial, siendo estos elementos y conexiones interdependientes en un contexto espacio-temporal.

El análisis del paisaje ha evolucionados desde una visión estética hasta una perspectiva integral que incluye lo material y simbólico (Fernández Christlieb, 2006), reconociendo que el paisaje refleja la identidad cultural de una comunidad a través del tiempo. Este enfoque permite explorar el paisaje no sólo como un espacio físico, sino también como un territorio cargado de herencias culturales y naturales. El enfoque dialéctico, basado en autores como Marx, Costa y Scarlato (2019), Santos (2000) y Bourdieu (1991), guía esta reflexión crítica sobre el paisaje, entendiendo que las decisiones sobre su conservación y transformación son intrínsecamente políticas. Además, Haraway (2019) sugiere que, ante la crisis ambiental y social actual, es crucial reconsiderar nuestras relaciones con el entorno, promoviendo alianzas creativas y recíprocas entre todos los seres vivos. Para ello, hay que transformar la narrativa que nos coloca en el centro y reconocer nuestra responsabilidad en su cuidado para el futuro.

Este trabajo no sólo busca analizar el paisaje con herencias culturales como un sistema complejo en transformación, resultado del espacio-tiempo y persona o comunidad que lo percibe, sino cuestionar las narrativas hegemónicas que tradicionalmente lo han definido, para lo cual también se integran teorías de Costa (2021) y el patrimonio-territorial, promoviendo un marco más inclusivo de múltiples voces que conforman y habitan estos paisajes. El caso de estudio que se presenta es parte de la tesis doctoral sobre el análisis del paisaje de Atotonilco el Alto, Jalisco, en donde se encontraron otros sitios que suelen estar deslegitimizados institucionalmente, pero son relevantes para hacer comunidad desde comunidades o barrios que suelen estar marginados.

Aproximación Teórica del Paisaje como Sistema Complejo y su análisis a través del Método Dialéctico

El concepto de paisaje ha sido discutido por autores que se ubican en distintas áreas de la geografía. Su estudio pasó de enfocarse en el paisaje natural con un entendimiento más visual o estético, hasta concebirlo de manera más compleja e incluir lo perceptible y simbólico. Tuan (2007), pionero en el estudio del paisaje desde la percepción y experiencia humana, analizó cómo las personas otorgan significado a los espacios a partir de emociones, memorias y sensaciones. Según este autor, las percepciones, actitudes y valores hacia un paisaje varían no sólo a nivel individual, sino también están influenciados por el grupo y la cultura a la que pertenece cada persona (Tuan, 2007). Este estudio considera esta percepción colectiva a través de la historia y entrevistas a habitantes del lugar e introduce una reflexión sobre cómo el campo de poder influye en la construcción de estas percepciones y significados compartidos.

En esta investigación se considera como un sistema complejo con elementos naturales y antrópicos que inducen sensaciones o sentimientos de quienes lo perciben y que pueden adquirir un valor simbólico cuando son reflejo de una cultura o cuentan con herencias culturales de un pueblo, parte de su identidad. Su estudio abarca múltiples espacios y tiempos, sin embargo, la investigación se enfoca en aquel paisaje que contienen elementos relevantes, ya sean naturales o culturales, para una comunidad, en específico para el municipio de Atotonilco el Alto, en Jalisco, México.

Se coincide con el enfoque de la Nueva Geografía Cultural que propone que el paisaje no puede entenderse únicamente desde la visión positivista, ya que es una entidad en la que confluyen elementos materiales e inmateriales, como olores y simbolismos en constante transformación (Fernández Christlieb, 2006). Y a su vez, se coincide con lo expuesto por autores como Costa (2020) y Russo Bautista (2024), que apuestan por el conocimiento situado e insisten en la importancia del trabajo de campo para conseguirlo.

Se coincide con que el mundo experimenta una crisis ecológica y social, causante de nuestra forma civilizatoria impuesta por el capitalismo moderno que produce sociedades consumistas y depredadoras de la naturaleza (Hatch Kuri, 2023). En este contexto resulta fundamental cuestionar desde qué perspectivas, cómo y quiénes analizan y legitiman los paisajes con herencias culturales. Estos paisajes están condicionados por contextos específicos que limitan nuestras formas de ver, conocer y actuar en el orden global y nacional.

Para abordar esta realidad se adopta el enfoque dialéctico expuesto por Marx, que niega una realidad inmediata de los fenómenos, proponiendo un análisis profundo que revele la totalidad del objeto de estudio. Esto implica que el pensamiento crítico sea el eje central del método de análisis (Menéndez, 2010). Así, el estudio del paisaje contempla las dinámicas históricas y sociales que lo configuran, como proponen Rodríguez y da Silva (2005), a partir de una visión dialéctica que permita integrar la interacción entre naturaleza y sociedad, con el fin de comprender la realidad social, sus contradicciones, crisis y los lazos del poder que lo conservan o transforman según sus intereses.

Ya que el paisaje es movimiento constante, la fuerza del método de la geografía está en buscar representar el movimiento del espacio a través de uno o algunos de los infinitos momentos de interacción sociedad-naturaleza, que se forma por las variables generadoras de contradicciones, como la intencionalidad política y la técnica, es decir, poner atención durante la investigación y en campo para encontrar estas contradicciones en el paisaje cultural, llenas de intención (Costa y Scarlato, 2019).

Para reflexionar sobre las dinámicas sociales en el paisaje se toma en cuenta el modelo del estructuralismo constructivista (con el soporte de autores como Bourdieu y Piaget). Y para operar estos modelos se considera la teoría de los sistemas complejos que explica y define García (2006, p. 117), y que surge del modelo constructivista del conocimiento de Piaget, el cual lo explica cómo:

Todo conjunto organizado (físico, biológico, social) que tiene propiedades, como totalidad, que no son propiedades de sus elementos tomados aisladamente, la organización del sistema que determina su estructura no es otra cosa que el conjunto de las relaciones entre sus elementos (moléculas, órganos, comunidades, individuos), incluyendo las relaciones entre esas relaciones. La estructura de un sistema se comprende a través de su historia, porque la historia del sistema está constituida por una sucesión de estructuraciones y desestructuraciones.

Se reconoce el paisaje como un sistema complejo que alberga diversas estructuras internas. Sin embargo, también se sabe que existen agencias, es decir, la capacidad de ciertos actores (individuos, comunidades u organizaciones) para influir en la configuración, evolución o transformación del paisaje, tomando decisiones que pueden ir más allá de lo estructurado. A lo largo de la historia del sistema, se observan fases de organización y desorganización que contribuyen a su configuración actual, lo que resulta en un estado de cambio constante. Las interacciones pasadas y cambios históricos determinan las relaciones presentes y las posibles evoluciones futuras del sistema.

La teoría de los sistemas complejos plantea que, para aproximarse a la realidad es necesario un enfoque transdisciplinario, lo que implica buscar lenguajes comunes entre distintas disciplinas, para generar nuevos conceptos (García, 2006). El reto está en encontrar herramientas teóricas y prácticas para estudios interdisciplinarios, aceptando que la realidad no es absoluta sino recortada, entendida como una totalidad organizada (de ahí sistema) en la que los elementos no pueden separarse, similar también al enfoque monista que proponen Urquijo Torres y Barrera Bassols (2019) para entender el paisaje.

En la actualidad, el sistema que rige en el mundo es controlado por un reducido grupo de actores sociales con poder, cuyos intereses interactúan. Según Bourdieu (1991), las Instituciones (familia, Iglesia, académicas, entre otros) son espacios de lucha, donde distintas personas (que son parte del campo y conocen las reglas del juego), participan y pueden disputar el poder, aunque los actores dominantes se resisten al cambio1.

Los sistemas complejos se integran por elementos en permanente interacción y están vinculados al medio que los rodea, por lo tanto, son abiertos. El medio ambiente, formado por la interacción entre sistemas humanos y naturales (entendiendo que estos no se pueden separar), está organizado de manera sistémica; esas interrelaciones se reflejan en la superficie del planeta como fenómenos y categorías espaciales. Así, se coincide con López (2013) que explica que la complejidad del paisaje es resultado de la interacción y coevolución entre la población y los sistemas naturales, además del acoplamiento en las dimensiones espacio-tiempo-organización (Figura 1).

El enfoque de la Nueva Geografía Cultural concibe que la diversidad humana y natural de la tierra ha sido entendida desde el eurocentrismo, por lo que la cultura occidental se ha impuesto, de manera violenta e irrespetuosa, sobre el resto de las percepciones del mundo. Desde este enfoque se valora y defiende la diversidad de los paisajes. Como explica Fernández Christlieb (2006), el estudio desde la geografía cultural implica descubrir al otro y salir de ese eurocentrismo, o dicho de otra manera, es también descolonizar la mirada. Por esto la intención también de consultar y citar autores latinoamericanos, incluir los saberes locales del sitio estudiado, y el de utilizar el concepto de herencias en lugar de patrimonio y así incluir (desde el trabajo de campo y las entrevistas) la opinión de los actores locales, e identificar también el patrimonio-territorial que expone Costa (2022). Sin embargo, el estudio no deja de lado considerar también lo que las instituciones legitiman como patrimonio, para entender el juego del campo de la gestión cultural y sus reglas (considerando la teoría de Pierre Bourdieu), así cambiarlas o aprovecharlas desde la comunidad.

De patrimonio a herencias, deconstruir para resignificar

Para comprender el significado profundo y contrarrestar la tendencia uniforme y monótona del paisaje, Turri (2004) sugiere categorizar, simplificar y explorar los significados psicosociológicos. A su vez, Russo Bautista (2024) menciona que para descolonizar la mirada hay que liberarla de las ataduras del lenguaje, y reactualizar la memoria de la experiencia. En este sentido, desde la mirada crítica se reflexiona sobre el lenguaje y aquello que estamos acostumbradas(os) a nombrar de cierta manera porque hemos normalizado, pues ahí donde parece que no hay espacio para cuestionar algo es donde el sistema se sigue empoderando. Dentro del pensamiento crítico, Derrida propone deconstruir, es decir revisar profundamente las terminologías establecidas, lo cual exige tener lecturas subversivas de los textos. Los filósofos deconstructivistas fragmentan los textos y en ellos detectan los fenómenos marginales que habían sido reprimidos por un discurso hegemónico (Krieger, 2004).

Figura 1. Esquema explicativo del paisaje como sistema complejo desde el pensamiento de totalidad. Fuente: elaboración propia, 2022.

El término de patrimonio revela una falta de neutralidad y se vincula con el patriarcado, pues etimológicamente proviene de padre, latín patrimonium: bienes heredados de los padres (Jiménez-Esquinas, 2017). Además, el concepto ha sido históricamente y legitimado desde una visión eurocéntrica, elitista y masculina. Por esto, y siguiendo a Smith (2006) y Arrieta Urtizberea (2017), se propone el uso de herencia como una alternativa más inclusiva. Este cambio permite un enfoque del paisaje que no se limite a lo legitimado por instituciones, sino que también considere los espacios donde las culturas subalternas hacen comunidad, similar al territorio usado que explica Santos (2000) y el patrimonio-territorial de Costa (2021). Así, el estudio de las ciudades desde la deconstrucción provoca realizar una lectura polifacética de sus herencias culturales.

La identificación de los valores del paisaje y de las herencias culturales, suele darse por parte de Instituciones como el gobierno, el INAH o Unesco, que otorgan la denominación de “patrimonio” basándose en criterios monumentales, artísticos o históricos. Estos procesos de patrimonialización son herramientas políticas que influyen en cómo las personas conciben su cultura, identidad y en la reproducción cultural misma (Arrieta Urtizberea, 2017). Por ello es necesario un enfoque más inclusivo que responda a las necesidades y problemas reales de nuestras sociedades, dialogando con las comunidades (Russo Bautista, 2024). Los signos del paisaje son elementos de un discurso que, al ser analizados con atención, pueden revelar las estructuras internas de la sociedad correspondiente (Turri, 2004).

Sin embargo, surge la inquietud por los paisajes que, pudiendo no representar características especiales para dichas instituciones, podrían ser importantes para los subalternos, en su vida cotidiana. Costa (2021) introduce el concepto de patrimonio-territorial, un enfoque latinoamericano, decolonial y geográfico, que conecta al sujeto con su territorio, especialmente en los situándose en los territorios de excepción (espacios populares de resistencia). Este concepto refleja la identidad, cultura y memoria de quienes resisten a poderes y saberes hegemónicos (Costa, Rodríguez-Ventura y Alvarado, 2022). Aunque valioso, el término sigue atrapado en el lenguaje tradicional, por lo que al incluir la palabra patrimonio.

A continuación, se expone un mapa mental con los conceptos que se explicaron, para ligar de manera concreta lo que se da entender en este artículo como herencias territoriales (Figura 2).

Desde la geografía, algunos autores usan el concepto de Patrimonio Territorial para integrar elementos significativos: bienes culturales, naturales y paisajísticos, que se entrelazan o articulan entre sí, en un territorio dado y que supone una interdependencia en el espacio (Albarrán Periáñez, 2016). La noción de Patrimonio Territorial se basa en principios de la ecología del paisaje para reconocer y tratar componentes antrópicos y naturales, integrando herencias culturales mediante la visión de territorio en su conjunto. Se entiende como un marco integrador para identificar y gestionar las herencias culturales, vinculadas en el espacio social y temporal, desde una perspectiva territorial (Orozco, 2020).

Figura 2. Mapa mental del paisaje como herencia territorial desde los conceptos utilizados. Fuente: elaboración propia, 2022.

A su vez, el concepto de Patrimonio Cultural Territorial se reconoce como el conjunto de productos culturales y manifestaciones, con capitales estéticos, históricos, naturales o simbólicos en un espacio, formando un paisaje o un conjunto de éstos, visto como una unidad, un todo con carácter y dinámica propia y con el poder de generar emociones, sensaciones, ideas e identidades (Checa-Artasu, 2016). La intención es que el paisaje sea eje fundamental de un territorio en la ordenación del paisaje, buscando mejorar la calidad de vida de sus habitantes, seres vivos.

Ambos conceptos coinciden con las herencias territoriales aquí expuestas, pero además de nombrarlo distinto, aquí se busca integrar aquellos patrimonios-territoriales que expone Costa (2020), sean o no, legitimados por instituciones, reconociéndose en su conjunto como herencias territoriales. Para reconocer al patrimonio-territorial puede recurrirse a lo que Santos (1994) exponía como territorio usado, que tiene que ver más con el uso que con el territorio en sí, y se refiere a una noción híbrida que requiere constante revisión histórica.

Con esto se busca también identificar al paisaje desde su carácter, desde su historia y contenido, lo cual esto es un logro cultural, como expresa Martínez de Pisón (2010, p. 409):

Cuando se conoce, la Tierra, las cosas, las plantas, los animales, los lugares se revelan siempre con personalidad. Los conjuntos vivientes, por ejemplo la peña, el musgo, la araña, la raíz del arce, el viento, mis pasos, tienen una personalidad compuesta, una forma y una faz propias, suyas y mías, por las que transcurren las vidas, incluso yo mismo que participo del paisaje. El paisaje es así un individuo geográfico preciso, casi orgánico y vivo (o muerto) y las existencias pasan por ellos como los ríos por sus valles. Al haber tal personalidad identificada o concedida, puede haber diálogo o, como decía Unamuno, reciprocidad con el paisaje: hay alma en el paisaje, hay paisaje en el alma.

Por otra parte, desde la mirada del campo cultural y las herencias culturales, González-Varas Ibáñez (2014, p. 13) explica que: “el patrimonio cultural está indisolublemente unido al territorio y a la memoria, al espacio y al tiempo, dimensiones todas ellas fundamentales para la construcción de identidad”. Identificar estas herencias puede ser una herramienta política importante para defender y cuidar el paisaje desde su totalidad, pero, se debe cuidar de no generar políticas que favorezcan a algunos actores que tengan poder, y se forje más desigualdad en el sitio, bajo este discurso, es decir, que se debe tener en cuenta al otro, llamando a éstos como todos los seres vivos que los habitan, con la intención de tener una mirada integral, desde y para sus habitantes.

El análisis de los conflictos asociados al paisaje puede contribuir en proyectos solidarios con las comunidades preocupadas por la manera en que habitan su espacio (García, 2006; Cervantes, 2012). En este sentido, Winter Ribeiro (2007) señala que ciertos enfoques subrayan la importancia de valorar el paisaje como un documento histórico, donde su principal valor es dado en la materialización de la memoria colectiva.

Adoptar una visión integral del paisaje, que reconozca su complejidad y contemple tanto las perspectivas de quienes dominan como de quienes resisten, puede favorecer a la autoestima de la población, y proporcionar herramientas para defender la vida y la diversidad del entorno. Concebir el paisaje con herencias culturales y naturales como una herencia territorial tiene la intención de reconocer su valor y promover su preservación o transformación, considerando la complejidad de los elementos que lo constituyen. Esta perspectiva ofrece una vía para proteger los paisajes desde discursos alternativos al sistema global de consumo, valorándolos y respetándolos a partir de las realidades sociales que los habitan.

Caso de estudio: el paisaje cultural de Atotonilco el Alto, Jalisco, México

El municipio de Atotonilco el Alto pertenece a la región de los Altos Sur del estado de Jalisco, en la región centro-occidente de México (Figura 3). El territorio transita entre la aridez del norte, la humedad tropical de la costa del Pacífico y la sequedad de los altos valles del centro-sur (Fábregas Pluig, 2019). A su vez, el territorio se riega por dos corrientes principales que son los ríos de Los Sabinos o Zula, y El Taretan. Atotonilco tiene una superficie de 551 km2 y 64.009 habitantes (INEGI, 2020).

Figura 3. Mapa de localización de Atotonilco el Alto, Jalisco, México. Fuente: elaboración propia, 2022 con datos del INEGI 2021.

Metodología

El estudio para el paisaje de Atotonilco el Alto, Jalisco, siguió el método del materialismo dialéctico considerando tres niveles: primero, la asimilación de la materia, dominio del material histórico, etc.; segundo, el análisis de las diversas formas de desarrollo del material mismo y tercero, la indagación de la coherencia interna (Kosik, 1967). A su vez, se armó la guía metodológica entendiendo al paisaje como sistema complejo, desde sus dimensiones morfológica, biofísica, socioeconómica y política, detectando las relaciones más significativas entre éstas (ver Fig.1). Las relaciones entre estos subsistemas son importantes porque determinan la estructura del sistema y son susceptibles a ser analizados como sistema en otro nivel de estudio (García, 2006).

El estudio se enfocó en el paisaje con herencias culturales edificadas, por lo que en la primera parte se identificaron éstas, a partir de las instituciones como el INAH, la Secretaría de Cultura de Jalisco y el Gobierno de Atotonilco, desde el estudio histórico y desde las visitas de campo, con entrevistas abiertas a la población local.

A su vez, se buscó identificar el patrimonio-territorial, labor que fue más complicada. Para esto se procuró poner atención más en el uso del espacio que en el paisaje en sí, y salir a campo a observar, analizar y reflexionar sobre lo que se ve, y también lo que no se ve a simple vista, que se oculta en las incongruencias del paisaje. A pesar de que se conocía el sitio desde hace años, identificar el patrimonio-territorial llevó más tiempo para reflexionar de manera individual y con actores locales del lugar, sobre los sitios que son más significativos para la gente más marginada.

En la investigación documental se llevó a cabo la revisión histórica hasta la actualidad mediante la recopilación y análisis de documentos, mapas actuales, mapas históricos, etc. Por último, después de recopilar la información de manera escrita y reflexionar también sobre los actores sociales y fenómenos más relevantes que habían ocurrido o siguen ocurriendo en el paisaje, se hizo un mapa mental donde se unió la información, explicando así algunos vínculos entre las distintas dimensiones, lo cual a su vez permitió elaborar las reflexiones finales de manera más consciente.

A continuación, se presentan algunos de los resultados del estudio, principalmente relacionados en la dimensión sociocultural histórica y actual.

Las herencias territoriales desde la dimensión sociocultural histórica

De manera general se podrían puntualizar tres puntos relevantes en la historia de Atotonilco: 1. la relación del agua de sus ríos con su población, que ocasionó la llegada de los primeros habitantes al lugar, que a su vez desencadena otros elementos importantes del paisaje como las huertas urbanas y los lavaderos comunitarios; 2. la formación de latifundios a la llegada de los españoles; y 3. la relación de la iglesia con la región.

1. Durante los últimos 400 años, el río de Taretan y Sabinos, con los manantiales y las aguas de lluvias que lo conforman durante la temporada, ha sido un referente de la identidad local: “el corazón de Atotonilco”. Gracias al río es que fue posible crear huertas dentro del pueblo, pues por éste pasaban canales de agua que los iban regando; las aguas abundantes alcanzaban a abastecer a miles de habitantes de manera directa. Estos huertos solían ser frutales: de mangos, guayabas, aguacates, limas, naranjas o limones. La gente de la comunidad cuenta que era común cruzarse a los huertos de los vecinos para pasar el rato, jugar y comer alguna fruta. Cuando llegaron los españoles comienza la presión y competencia por aguas y tierras, ya que se interesaban en contar con mayores volúmenes de agua para reconvertir la zona, cultivar trigo, caña de azúcar e introducir el ganado (Hernández, 2011).

2. A su vez, desde la segunda mitad del siglo XVII y hasta las primeras dos décadas del siglo XVIII, se entregaron obsequios de tierras a los españoles, en la zona (latifundios), influidos por la necesidad de poblar la inmensidad de territorios en estas áreas, que se creían inseguras por los ataques de grupos Chichimecas (Meyer, 1964). En estas tierras fue que se construyeron grandes exhaciendas con sus respectivas iglesias: Margaritas, la Ciénega del Pastor y Milpillas.

3. La Iglesia católica ha sido y sigue siendo uno de los factores relevantes en Atotonilco. La restauración católica en México tuvo dos momentos: durante el Porfiriato (1877-1910), donde el estado deja hacer y deja ir, y es cuando se hacen varios edificios icónicos de Atotonilco por el sacerdote Sánchez Aldama y la madre Luisita; y tras el periodo revolucionario (1917-1926). Esta región fue sitio de reunión de la jerarquía más rebelde y combativa (Checa-Artasu, 2014) (Figura 4). A finales del siglo XIX y principios del XX existieron en Atotonilco tres personajes que impulsaron varias obras arquitectónicas relevantes, conservadas hasta ahora: el cura Sánchez Aldama (junto con miembros de su feligresía), el médico Pascual Rojas Santoscoy (1851-1896) y su esposa María Luisa De La Peña Navarro (1866-1937). Ella, a la muerte de su marido, seguiría haciendo obras asistenciales y años más tarde tomaría los hábitos religiosos y sería conocida como la Madre Luisita (Orozco, 1986).

Para resumir y entrelazar parte de los sucesos históricos relevantes que se identificaron en Atotonilco, relacionados con el paisaje cultural, se realizó una línea del tiempo (Figura 5), que muestra también las distintas dimensiones estudiadas como sistema complejo, como se puede ver en la simbología.

Figura 4. Cristeros en tren de Atotonilco el Alto, Jalisco. Fuente: fotografía s/f, de autor desconocido, del museo de los Cristeros en el Centro Cultural de Atotonilco el Alto. Jalisco.

Las herencias territoriales de Atotonilco el Alto en la actualidad

A partir del estudio desde lo local, se detectaron interacciones de dominación y resistencia en distintos momentos históricos que se materializan en las herencias culturales edificadas, las cuales formaban y forman parte del paisaje. El método del materialismo, considerado en esta investigación, explica que lo que determina la producción es la economía, que a su vez genera las relaciones sociales y los mecanismos en los que la sociedad se relaciona. En este sentido, en Atotonilco desde la economía se identifican los modos de producción de distintas épocas que han formado parte del paisaje, y se observa cómo se entrelazan.

Por ejemplo, con los latifundios la dinámica de los trabajadores y hacendados se materializa en las herencias culturales edificadas del paisaje actual: grandes viviendas de los hacendados, de estilos arquitectónicos europeos con capillas y templos también de grandes dimensiones, en ocasiones diseñados por arquitectos reconocidos internacionalmente, ubicados uno del lado del otro; y en cambio poca evidencia material de las viviendas de los campesinos, trabajadores o esclavos, quienes elaboraban sus viviendas más sencillas con materiales locales.

Figura 5. El paisaje cultural de Atotonilco desde la línea del tiempo y su relación entre algunas distintas dimensiones que lo componen. Fuente: elaboración propia, 2023.

Así, con el análisis del estudio del paisaje de Atotonilco se reconocen múltiples dimensiones de espacio y tiempo, que fue complejo representar en un mapa, ilustración o escrito. Por esto, aquí se representan, de manera general, los resultados de las herencias territoriales más significativas del paisaje de Atotonilco, con las distintas dimensiones que se relacionan entre éstas (Figura 6).

Figura 6. Mapa mental del paisaje cultural de Atotonilco con sus herencias territoriales y relaciones. Fuente: elaboración propia, 2022.

A continuación, se explica brevemente algunos elementos de esta relación:

Galápagos o terrazas de siembra. Este tipo de construcciones representa la tecnología agrícola que surgió en el sitio antes de la llegada de los españoles, para el aprovechamiento del agua en la zona y mejoras en la siembra. Estas construcciones fueron posibles por la topografía del sitio y las pendientes que ahí existen, así como por el paso de las aguas de los ríos Sabinos y Taretan (dimensión morfológica). A su vez, éstos forman parte de las huertas frutales, donde se acostumbraba sembrar naranja, lima, toronja, guayaba, también vegetales y legumbres (dimensión biofísica y socioeconómica). Las huertas fueron relevantes en la historia del lugar por la dinámica social y autoconsumo de los habitantes (dimensión socioecomómica) (Figura 7).

Figura 7. Canal de agua que cruza el centro de Atotonilco, utilizado para regar las huertas que aún persisten en la zona. Al fondo se aprecia el paisaje montañoso que rodea la ciudad. Fuente: Sainz, septiembre 2021.

Exhaciendas. Estos sitios son relevantes históricamente por representar la época de los latifundios, hacendados, esclavos, entre otros. Fueron importantes por su dimensión territorial y socioeconómica, aunque a su vez fueron sitios de opresión económica y social. Surgen con la intención de proteger las tierras de la corona, y con el tiempo se van subdividiendo. Ahí se construyeron varias iglesias y capillas, parte importante de la herencia cultural edificada de Atotonilco. Por la gran cantidad de tierra y pocas manos para trabajarla, se aprovechaban para el pastoreo del ganado y posteriormente subarrendación, subdivisión y ventas de las mismas. Sin embargo, en la actualidad la historia de las exhaciendas parece no ser tan representativa para los habitantes; únicamente en el caso de Margaritas se sigue utilizando el espacio de la antigua vivienda de los hacendados para actividades de la comunidad (Figura 8).

Figura 8. Templo de la ex hacienda de la Ciénega del Pastor. Fuente: Sainz, noviembre 2022.

Iglesias, templos y capillas. Atotonilco tiene iglesias, templos y capillas muy valiosas tanto por la cuestión artística como histórica. Arquitectos como Adamo Boari y Tres Guerras colaboraron en su construcción. Estas edificaciones suelen sobresalir entre por sus grandes dimensiones rodeadas de campo. Éstas representan el poder económico que tenía la entonces población que las construyó y la Iglesia de Atotonilco, las alianzas de la Iglesia con el poder en turno, y la relevancia también para la misma comunidad. La Iglesia sigue siendo un actor social importante para la comunidad (dominante), como institución ha tenido y continúa con poder en el lugar. Gracias a sacerdotes y monjas es que se han construido templos, capillas, calles, carreteras, escuelas, hospitales u hospicios; y también desde la Iglesia se impulsa la conservación de celebraciones tradicionales y conservación de los edificios religiosos.

Taretan, Sabinos y los lavaderos comunitarios (Figura 9). La presencia de Taretan y Sabinos ocasionó la relación y cercanía de la gente con el agua identificada en la construcción de lavaderos comunitarios, que se siguen visitando en el barrio Josefino y otras localidades de Atotonilco, donde sus habitantes conviven desde lo cotidiano. Por el río es que se comienzan a formar las primeras localidades indígenas en lo que ahora es Atotonilco, y como se mencionó, esto a su vez desencadenó la construcción de galápagos y huertas. Asimismo, el paso del río en Atotonilco provocó la traza de la ciudad (dimensión socioeconómica), así como su aprovechamiento para el riego de sus huertos (dimensión biofísica).

Figura 9. Lavaderos comunitarios en Agua Caliente, en Atotonilco el Alto. Fuente: Mariana Sainz, noviembre 2022.

Actualmente comienza a haber escasez de agua en algunas colonias como el Josefino, y se dice que en parte esto se debe a la llegada de varias industrias tequileras a la zona que la están utilizando (dimensión política). También se dice que el río es un factor importante para producir el mejor tequila del estado (Sainz, 2023). Analizando el paisaje desde la teoría de los capitales de Bourdieu (1991), podría decirse que los ríos Taretan y Sabinos son un capital importante para la comunidad, por desencadenar otros factores del paisaje como las huertas frutales, los galápagos, la siembra, la convivencia de la gente en los parques naturales, en los lavaderos comunitarios, pero también y no menos importante, por el consumo diario para la gente de la comunidad. Sin embargo, también son un elemento importante para empresas como las tequileras, que utilizan el agua para la elaboración de su producto (Tequila), además de los agricultores del lugar.

El estudio también ubicó a las herencias en el espacio geográfico, destacando que en el barrio Josefino se conservan varias. Este barrio, fue uno donde asentaron a los antiguos pobladores indígenas tras la llegada de los españoles, y en la actualidad presenta un nivel de marginación medio. Entre las herencias territoriales ubicadas ahí se incluyen los lavaderos comunitarios, viviendas de adobe que aún perduran en el pueblo, el panteón viejo donde sigue viva la tradición del Día de Muertos, la elaboración de cohetes y diversas celebraciones patronales a lo largo del año. En resumen, se trata de una comunidad muy festiva, alegre que preserva tradiciones ligadas a los pueblos indígenas.

Conclusiones

El estudio del paisaje desde el método expuesto, permitió identificar ciertos fenómenos y actores sociales que han sido relevantes en la historia del paisaje, así como entrelazarlos en las distintas dimensiones que lo conforman: morfológica, biofísica, política, socioeconómica y cultural. Se identifican estas de manera aislada para efectos metodológicos, sin embargo, se reconoce que se entrelazan unas con otras dentro del paisaje.

Resultó interesante reconocer el paisaje desde las herencias culturales legitimadas y desde el patrimonio-territorial, ya que permitió tener una visión más amplia. Esto incluyó tanto los elementos que suelen presentarse como atractivos socioculturales como aquellos donde las comunidades más desfavorecidas se organizan y crean comunidad. En otras palabras, permitió reconocer también parte de la complejidad del paisaje.

Contemplar el paisaje observando sus contradicciones y trascendiendo su mera representación visual para adentrarse a comprender lo inmaterial y la dinámica que ahí ocurre, permite un acercamiento más equitativo y totalizador del mismo. Esta óptica que considera lo otro, lo que no suele ser observado o tomado en cuenta desde una mirada hegemónica, forja las bases para una apreciación más enriquecedora de un lugar específico, capturando su relevancia para los habitantes y su contexto natural.

La adopción de esta mirada integral, en la que convergen los aportes filosóficos y geográficos, amplía el horizonte de respeto hacia el paisaje y prepara el camino para su transformación informada. Sin embargo, aún hay áreas de exploración necesarias para distintos grupos sociales, abandonando la óptica occidental en favor de una apreciación intercultural, por esto también la importancia de analizar el paisaje desde lo local. Queda pendiente seguir integrando voces latinoamericanas que ya han aportado perspectivas alternativas en relación de las personas y su entorno, como López Portillo, Maturana o Kush. Estas voces, arraigadas en realidades distintas, enriquecen aún más las reflexiones, discursos y acciones de habitar en este mundo, por lo que merecen ser reconocidos.

Esta tarea se nutre también de la voluntad de valorar y respetar las distintas cosmovisiones sobre el paisaje, trascendiendo las fronteras de la teoría para implementar acciones tangibles que permitan a las comunidades vivir en armonía con sus tradiciones en su entorno. No obstante, la reflexión por sí sola no basta, la congruencia desde el campo académico es esencial. Generar teorías sin un compromiso efectivo para integrar distintas formas de comprender el mundo y fomentar la justicia en la práctica es insuficiente. Es vital que los esfuerzos intelectuales se unan a otros actores sociales que respeten y potencien las diversas perspectivas, forjando un camino hacia la equidad en la relación de los seres vivos y su entorno.

Por último, esta exploración nos conduce a un lugar de comprensión más profunda, donde el paisaje se erige no solo como un simple telón de fondo sino como un testimonio viviente de herencias territoriales, un espacio donde las capas invisibles de significado se entrelazan con interacciones físicas, naturales y culturales. En este espacio de reflexión y acción colectiva se teje la posibilidad de un cambio significativo donde la consideración, el respeto y la colaboración guíen la transformación de nuestro entorno compartido.

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Fecha de recepción: 9 de noviembre de 2023.

Fecha de aceptación: 5 de noviembre de 2024.

© 2024 por los autores; licencia otorgada a la Revista Universitaria de Geografía. Este artículo es de acceso abierto y distribuido bajo los términos y condiciones de una licencia Atribución-NoComercial 4.0 Argentina de Creative Commons. Para ver una copia de esta licencia, visite https://creativecommons.org/licenses/by-nc/4.0/deed.es


  1. 1 Así, el modelo de Bourdieu (estructural constructivista) apuesta porque el agente actúe e intervenga en las instituciones, y el estructuralismo en cambio, considera que el sujeto se encuentra sujetado a los signos de poder, y es así pasivo.

° https://doi.org/10.52292/j.rug.2024.33.2.0074

* Doctora en Geografía y Ordenación Territorial por la Universidad de Guadalajara. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-1860-0958, marianasainzn@gmail.com.

** Profesor Investigador Titular “C”. Centro Universitario de la Costa, Doctor en Ciencias Biológicas. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-2313-7400, jorget@cuc.udg.mx.

*** Profesor Investigador de la Universidad de la Costa, Doctor en Ciudad, Territorio y Sustentabilidad. jose.banos@academicos.udg.mx